Leía un artículo de la revista Forbes, edición mexicana, de hace unos días que mencionaba el desencanto por la nueva modalidad del home office. Mediante una encuesta realizada por la firma Bumeran en países de Latinoamérica,  se determinó que a pesar de ciertos beneficios, la desilusión ya se hizo presente. Una vez más, ha terminado el sueño para tornarse en pesadilla.

            Quiero centrarme, y no por pesimista, en ese 16% que consideró que les cuesta poner límites entre su vida laboral y la profesional. ¿Por qué? Expondré dos razones. Una es histórica, y quizá algo más teórica, y la otra tiene que ver con la informalidad con que es manejado el Perú.

            Lo primero que debemos recordar es que siempre, para bien o para mal, los empresarios han buscado la maximización de sus ingresos a costa del cuerpo y la mente del trabajador.

            Luego de la gran crisis de los Estados Unidos de 1929 y la aplicación del New Deal, “Nuevo pacto”. Una de las herramientas que implementó el Presidente Roosevelt fue el “fordismo”. El concepto se debe a Henry Ford, sí el mismo fabricante de los famosos automóviles modelo T. ¿Qué decía? Que todo obrero debía tener una familia, gerenciar algo, es decir ser un pequeño propietario. La idea era frenar el comunismo.  

Sin embargo, y es a lo que vamos, lo que lograba esta extensión de la vida laboral, esta planificación completa, era la normalización de lo que se conoce como Sociedad Disciplinaria, término del filósofo francés Michel Foucault. Es decir, la introducción de las disciplinas y regulaciones en cualquier ámbito. Ya todo le pertenece de cierta manera a la fábrica, al estado. Eso era en aquellos años y hasta mediados de la década del 70. Dicha forma de sociedad se organizaba a través de grandes centros de reclusión. El individuo se mueve de una a otra institución.

            Con la llegada de la Sociedad de Control, que padecemos en la actualidad, el biopoder se ejerce a nivel del control de los procesos económicos. ¿Qué hace? Adecúa a las poblaciones a los requerimientos de la economía. Entonces, esta pandemia de la Covid 19, producto del modelo neoliberal además, le ha brindado la oportunidad perfecta de ingresar de lleno en el espacio, quizá el último, donde uno podría creerse libre del control o con algo de autonomía.

            El trabajador está obligado a permanecer en casa todo el día. Bingo. Esa es una bendición para el empleador. Sabe que tiene allí a su empleado a disposición, conectado mediante el Messenger, el WahtsApp, los mensajes de texto o la llamada directa al celular.  

            Aquí es donde se suma la informalidad ya mencionada (la precarización, la flexibilidad laboral impuesta por la dictadura de Fujimori) con esa intención del capitalismo de gobernar, de estar presente en la totalidad de la vida del trabajador; utilizando para tal fin los dispositivos digitales. Las nuevas bolas de reo de la era moderna.

            El resultado es que ya tenemos personas que no trabajan 12 o 15 horas diarias, como en la época prepandemia, sino que lo hacen prácticamente todo el día. Así como lo leen. Reciben mensajes a las 2 de la madrugada y correos a las 6 a.m. Dependiendo del estado de ánimo o manías del jefe.

            El miedo a perder el empleo, motivos no faltan pues los índices son aterradores, hace que los empleados acepten esta nueva forma de esclavitud. Sí. Así como suena.

Si la “nueva normalidad” implica otras formas de hacer las cosas y el trabajo digital es una de ellas entonces deben empezar ya a buscarse los mecanismos legales que lo regulen. De no ser así, el futuro puede ser aterrador. Con millones de personas por las calles sin un empleo fijo y otros tantos de “privilegiados” literalmente presos frente a un ordenador, con cargas altísimas de stress,  menor sueldo, porque eso sí ya se lo rebajaron a todos, y cumpliendo un horario sin horario en medio de un control total.

 ¿Está condenado a desaparecer el espacio privado? El sueño del empresario abusivo y con mentalidad de villano de ciencia ficción puede estar a punto de realizarse si es que no se toman medidas al respecto.