Han pasado 100 días de cuarentena y no hay certeza sobre el futuro inmediato ni sobre cómo será la nueva “normalidad”. La división entre los que tienen poco o nada y los que sí tienen se incrementa inmensamente a raíz de una cuarentena que parece no haber contemplado a la mayor parte de la población.

Leí en Facebook un post de Jesús García Blanca con reflexiones sobre lo que ha ocurrido en este periodo. Señala que la pandemia ha dividido al mundo en dos: los que tienen miedo y los que no. Los que tienen miedo porque siempre lo han tenido por mucho que se les diga y los que no tienen miedo porque nunca lo han tenido, por mucho que se les diga. Un mundo dividido entre paranoicos obedientes y “conspiranoicos” rebeldes. Hay quienes creen la información oficial y los que lo cuestionan todo.

Yo agregaría que la división ahora es también entre los que reciben inmensos beneficios del Estado y los que no reciben absolutamente nada. Entre los que han perdido el trabajo y están endeudados y los que han tenido la suerte de salvarse. Entre los que pagan inmensas tasas de interés y los que gozan de intereses preferenciales. Entre quienes pueden pagar por servicios de salud y lo que no pueden. Hay un abismo entre unos y otros y los que no la pasan tan mal parecen no darse cuenta de la difícil situación de los más afectados. Falta una cuota importante de empatía y de solidaridad, ingredientes imprescindibles para que exista paz social y para que una sociedad salga adelante.

El Poder Ejecutivo ha brindado un inmenso apoyo al mundo corporativo pero parece haberse olvidado de los trabajadores a los que les aplicaron la suspensión perfecta y de los que se quedaron literalmente en el aire porque perdieron sus trabajos. No existe un programa de apoyo directo a los que lo han perdido todo. Ante el desamparo en el que se encuentran los ciudadanos, el Congreso está proponiendo una ley que obligue a los bancos a brindar facilidades a sus clientes pero existe -como es lógico-mucha resistencia de parte de la Asociación de Bancos.

Todas estas dramáticas situaciones no explican cómo es posible que el gobierno de Martín Vizcarra goce de una inmensa popularidad, según la controversial y cuestionada encuestadora que gerencia Alfredo Torres.

Las próximas elecciones generales pueden ser una bomba de tiempo social porque el descontento popular en amplios sectores golpeados por la cuarentena es inmenso y eso no se puede ocultar siempre.

Mientras que la mayor parte de la prensa acompaña al régimen e investiga poco o nada, el gobierno de Vizcarra hace de las suyas ni mayor contrapeso de la oposición ni de la prensa. Es por eso que los medios digitales y las redes sociales se han convertido en un espacio en el que se dice lo que no se dice en la mayor parte de medios tradicionales.

En ese escenario los políticos de siempre creen poder representar a un país harto de los que han avalado al gobierno con su silencio. Son pocas las voces libres de quienes han expresado su voz de protesta frente a lo que la gente considera abusivo.

Los economistas dicen que la reconstrucción de la mayor parte de las grandes empresas va a tomar por lo menos 4 años. Lo que no se ha previsto y pocos politólogos advierten es que el descontento social puede llegar a ser incontrolable. La cantidad de personas que han pasado a la pobreza es inmensa. Si así están las cosas en nuestro país, toca preguntarnos: ¿O creemos en las encuestas o creemos en lo que dice la calle? ¿O nos ocupamos de las personas y familias más afectadas o hacemos como que no existen?

El surgimiento de un líder antisistema es natural y es lo más probable que ocurra a la luz de lo que ha ocurrido. Pese a que mencionar el término “antisistema” es considerado subversivo por los más conservadores, lo cierto es que el sistema y el modelo -tal y como lo conocemos- ha colapsado porque no ha servido para atender a cientos de ciudadanos que reclaman instituciones que funcionen.

Surgirá un antisistema porque lo que se conoce como “sistema” es un modelo social y económico corrupto, donde la educación y la salud no funcionan para las mayorías y donde prevalecen en nuestra economía los monopolios y oligopolios y no la real competencia.

Los guardianes del “sistema” ya tienen sus candidatos favoritos: Salvador del Solar, Julio Guzmán y George Forsyth. La izquierda tradicional también tiene a los suyos: a Verónika Mendoza y en el extremo a Antauro Humala.

Que no nos sorprenda que Ricardo Belmont -el primer outsider de la política peruana- reaparezca en escena y se posicione como el representante de esos miles de personas invisibilizadas por los medios hasta hoy.

LUIS ALFONSO MOREY

Luis Alfonso Morey Estremadoyro (Lima, 1974) es abogado por la Universidad de Lima y Máster en Gestión de Empresas de Comunicación por la Universidad de Navarra. Estudió en The Academy for American and International Law (Dallas) y realizó en Executive Program on Corporate Management en AOTS (Tokio).
Se ha desempeñado como docente en la UPC y ha sido Director del Centro de Educación Ejecutiva de la Universidad del Pacífico.
Es abogado asociado al Estudio Flores-Aráoz Abogados y miembro del Consejo Consultivo de la Carrera de Comunicaciones de la USIL. Ha sido director de distintos medios de comunicación y es propietario y Director General de Digital TV Perú.