Abdelouahab Taib gritó ‘Allahu Akbar’ (Alá es grande) cuando entró armado con un cuchillo en la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Cornellà y dejó escrita en su casa una oración en la que pedía clemencia a Dios. La devoción religiosa del joven argelino de 29 años resulta innegable mientras el móvil de su acción, que lo llevó a atacar a la agente que lo abatió, sigue sembrando dudas. Aunque todavía no está descartada la acción terrorista, la Fiscalía de la Audiencia Nacional encargada del caso baraja la posibilidad de que su ataque respondiese a un intento de “redención religiosa” ante el dilema moral que le provocaba su condición de homosexual siendo musulmán.

La propia mujer de Taib ha declarado que conoció su condición sexual hace un año y que el joven buscó suicidarse para evitar la vergüenza que suponía para él revelarla ante la comunidad musulmana. “En las religiones monoteístas aún existe el tabú de la homosexualidad, que es considerada un pecado mortal, contra natura y pecaminosa”, explica el teólogo y filósofo Antonio Fornés. “En el islam el aspecto formal tiene mucha más importancia, hay más presión familiar para casarse, tener hijos y mostrar la virilidad del hombre”, detalla. En el caso de confirmarse la teoría de la ‘redención religiosa’, Fornés considera que Taib “seguramente era un buen musulmán y sufría una tensión insoportable como persona, sentía lo contrario de lo que creía y se convirtió en su propio enemigo”, valora. “Debía estar convencido de que era un pecador y un depravado”.

“La homosexualidad tampoco está bien vista en el catolicismo, pero esto no quiere decir que no se practique éste y otros pecados como el sexo fuera del matrimonio” explica Mohammed Iqbal Chaudhry, portavoz del Centro Islámico Camino de la Paz y que considera inaceptable la acción de Taib. “Lo peor para un musulmán es quitarse la vida o atentar contra la vida de otra persona”, afirma antes de aclarar que “practicar la homosexualidad sí es pecado, pero serlo sin practicarlo, no”. Para el líder religioso, “se deben juzgar los hechos, no las intenciones”. Ante el supuesto religioso como móvil del atentado, el psicólogo y sexólogo clínico Luis Tejedor considera que el joven argelino “debió sufrir un arrebato de angustia, pánico y de no aceptación consigo mismo”.

“Padecería un conflicto interno entre ‘quién soy yo’ y ‘qué pienso de mí’ y está claro que los valores inculcados por la doctrina musulmana no dejan lugar a dudas mientras que la orientación sexual resulta incontrolable”, detalla. “Debía convivir con dos autoconceptos radicalmente opuestos e incompatibles y si no encuentras un punto de unión entre estas dos vías, la reacción o es destructiva o autodestructiva”, añade el psicólogo. “A otro le puede dar por pegar a la mujer o por consumir drogas, cada persona reacciona diferente”, ejemplifica. Todavía existen 13 países que aplican la pena de muerte a personas que manifiestan conductas homosexuales, todos musulmanes, como Irán, Arabia Saudi, Yemen, Nigeria o Somalia. Todos ellos están bajo el dictado de la sharia. “El Islam no distingue entre la ley civil y la religiosas por eso la situación de una persona homosexual es muy dura, haciendo imposible la aceptación y considerándola criminal o depravada”, explica el teólogo.

“En Argelia sí que existe esta presión contra un homosexual, pero aquí en España no es así, ahora está normalizado aunque no ocurría lo mismo hace 30 años”, comenta Iqbal Chauhdry que, por este motivo, todavía vería más incomprensible la acción del joven musulmán. Debería haber una solución consensuada con los líderes religiosos para que estas personas puedan vivir con cierto alivio su religiosidad y su condición sexual.  “Como ha ocurrido con el catolicismo en Europa, la solución pasa por la pérdida de peso social del Islam”, valora Fornés, ya que para una persona homosexual musulmana, “existe una lucha de conceptos brutal”. “La presión educacional y familiar choca contra su propio convencimiento y sentimiento interior que no puede controlar”, argumenta. Para Tejedor, este caso pondría de manifiesto “la falta de educación de nuestra sexualidad” y podría sentar “un precedente a tener en cuenta para dar una solución consensuada con los líderes religiosos para que estas personas puedan vivir con cierto alivio su religiosidad y su condición sexual”.