El 28 de julio de 1821, José de San Martín salió del Palacio de los Virreyes a las 10 de la mañana, acompañado por dignatarios de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, altos cargos eclesiásticos y priores de los conventos. En Lima, la concentración de gente era inconmensurable y casi no había espacio en la Plaza de Armas. Todos se encontraban a la espera del general.

Estando frente a la eufórica multitud, don José de San Martín mostró la imponente bandera que había creado en Pisco y proclamó (luego de tres siglos de dominación española) la Independencia del Perú, pronunciando la histórica frase: “El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de sus pueblos y la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Independencia!”.

Poco después de su discurso, empezaron a resonar las campanas de la Catedral de Lima, y los cañones disparaban sus salvas. La  misma Plaza de Armas parecía admirar a San Martín con la visión de una vida nueva. Dicha proclamación fue repetida en la Plazuela de La Merced, el frontis del Convento de los Descalzos y en la Plaza de la Inquisición, hoy conocida como Plaza Bolívar, frente a la sede actual del Congreso de la República.

Han pasado 199 años de aquel mítico y apoteósico momento en la historia del Perú. Hoy, recordar dicho suceso configura una conducta fundamental, ya que su magnitud desborda de orgullo y nostalgia a más de un patriota. Hace casi 200 años el Perú conoció su libertad y si bien esta tardó un poco más en consolidarse, el 28 de julio de 1821 seguirá siendo la fecha más relevante de la historia nacional.

Escribe Renatto Luyo*