Las peleas entre animales siempre han fascinado al hombre: desde las batallas en el coliseo romanos con fieras exóticas, hasta las peleas de gallos. Esta última es de suma importancia en el territorio peruano debido al significado que tiene para una parte de sus habitantes.

El origen de estas peleas se dio en el continente asiático, en la antigua China. Ya se celebraban hace unos 2500 años. Tanto en Grecia como en el imperio romano, estos espectáculos eran frecuentes. Posteriormente, esta práctica llegó a América a manos de los conquistadores españoles.

En su mayoría, dicha actividad se desarrolla en la arena llamada palenque, donde el ave que demuestra mejores cualidades en el combate, se declara como ganadora. Debe matar o dejar a su adversario inhabilitado para seguir luchando. En algunos casos hay gallos de poca casta que huyen de la pelea al estar heridos, por lo que pierden la disputa.

Estas batallas se dividen en dos categorías: las peleas a navaja y las peleas a pico. En el primer caso se le coloca una navaja en la pata del ave para que pueda herir a su adversario de manera más sencilla. En caso de ser una pelea a pico, los espolones naturales son cubiertos con una envoltura de tela o cuero a fin de prolongar el encuentro.

Desde una posición de entretenimiento y recreación pública, es decir, ya como un espectáculo y un negocio, comenzaron a realizarse en el Perú alrededor del año 160. Ello durante el virreinato, fruto de la llegada de los conquistadores españoles. Una ordenanza dada el 03 de julio de 1579, decretada por el virrey Matan Enrique de Almansa, nos dice: «Mando que, de aquí en adelante, en esta Nueva España, en cada año, los indios sean obligados a criar en su casa a doce gallinas de Castilla y seis guajolotas (…) La tercera parte será para la cama de su majestad y las otras dos partes para el juez denunciador, los gobernadores y los alcaldes del pueblo».

Ello obligaba a cada indígena a criar gallos de peleas. Es así que, durante esta época, cualquier acto político, festividad religiosa, natalicio, cumpleaños u otro evento que se les ocurra, se aprovechaba para organizar encuentros. A estos asistían todos los habitantes, desde los más pudientes hasta los más humildes. El espectáculo estrella era la pelea de gallos, por lo que en la mayor parte de las ciudades y pueblos había palenques.

Durante el siglo XIX y a inicios del XX, el juego de gallos se mantuvo prácticamente intacto, tanto en el campo como en las ciudades. En cada fiesta realizaban este tipo de peleas, recolectando a miles de espectadores que aprovechaban para apostar. El gobierno, que siempre está alerta a regular las actividades económicas, grabó con impuestos estas prácticas y, desde el año 1821, las contribuciones económicas producidas por el juego estuvieron en las secretarías de hacienda.

Sin embargo, todo estaba desorganizado. En 1824, se estableció una Federación Organizacional de los espectáculos en cuestión. Gracias a ello, el gobierno recibiría,  por un tiempo, importantes retribuciones de las diferentes plazas de gallos en todo el país.

Esta tradición se ha ido reforzando por su cantidad de fieles con el pasar de los años, a tal punto de que han sido motivo de protagonismo en diferentes canciones. Entre las más conocidas está «La muerte de un gallero», escrita e interpretada por Vicente Fernández. Asimismo, hubo películas basadas en esta atracción, como el caso de «El gallo de oro». Está inspirada en la obra de Juan Rulfo, la cual trata sobre un hombre con suerte en las peleas de gallos, quien encuentra un amor prohibido en una de ellas.

Hoy en día, el juego de gallos es motivo de debate entre los amantes de estas exposiciones y quienes están en contra del maltrato animal; pues estas peleas están protegidas por ley al ser consideradas como parte de nuestra cultura. La realidad es que, hasta el momento de la pelea, los gallos que son criados para este fin reciben los mayores cuidados, teniendo detrás una serie de seguimiento tanto en su alimentación como en el desarrollo. Esto se debe a que, cuando llegue el momento del combate, toda la naturaleza del gallo saldrá y, con las mismas ganas que aquel animal virreinal, matará a pico y navaja a su rival.

Escribe: Omar Sarmiento (@omarsarmientog)