Tras un accidentado proceso de filmación, “Sin tiempo para morir” rompió los récords de taquilla en contraste con las previas entregas de James Bond. Con este filme, Daniel Craig se despide de su papel como el Agente 007. Vale la pena repasar la evolución del icónico personaje.

A través de los años, diversos actores han encarnado al controvertido James Bond, agente del servicio secreto británico. Aunque cada uno le ha dado un toque distinto al personaje, lo que los une es su capacidad de reunir multitudes frente a la pantalla grande. Con un total de 25 ambiciosas propuestas, las películas han logrado recaudar más de 3 mil millones de dólares alrededor del globo.

Según un informe de la revista New Scientist (2008), el eterno atractivo de Bond se debe a una “triada oscura” de narcisismo, impulsividad y manipulación. Un 007 seguro de sí mismo, que no duda en disparar primero o aplicar estrategias de engaño habría demostrado ser la fórmula perfecta para quienes han dirigido la saga.

Sin embargo, esta mezcla ha ido mutando a lo largo del tiempo. Como explica la crítica cultural Elisa McCausland, “cada encarnación de Bond ha supuesto una sublimación de los imaginarios de la masculinidad del momento y, en cierto modo, también una crítica a los previos”. Es así como las últimas versiones del agente se han alejado de la visión de “macho alfa” que representaba el primer 007 en 1962.

Durante la época clásica de Bond, era usual verlo como un depredador y seductor por deporte. En cambio, ahora el heroísmo del personaje no radica en el número de sus asesinatos o conquistas, sino en su apertura sentimental. Para Cary Fukunaga, director del estreno más reciente, Craig fue el responsable de traer “toda la humanidad del personaje como nunca lo habíamos visto. Era violento, desde luego, pero a la vez vulnerable”.

Esta nueva masculinidad se refleja también en las “chicas Bond”, que merecen todo un capítulo aparte. Si bien “en el ADN de Bond siempre estará el flirteo”, como dice Fukunaga, las féminas que rodean al espía han dejado de ser simples piezas decorativas en la trama. En 1967, Thunderball mostró un 007 chantajeando a una enfermera para tener sexo con ella. Tras un cambio de 180 grados, Spectre y Sin tiempo para morir colocan a Madeleine, una mujer fuerte que se niega a complacer a James Bond. “No es un cliché, sino una mujer real”, como afirma Lea Seydoux, actriz que le dio vida al personaje.

Mientras que la mayor parte de la crítica cinematográfica ha elogiado la transformación del agente británico hacia un ser más complejo emocionalmente, no podía faltar alguna disconformidad ante esta nueva imagen. Para el reconocido escritor y periodista español, Arturo Pérez-Reverte, “un James Bond tan equilibrado y políticamente correcto, tan familiar, tan enamorado y tan moñas constituye un insulto a la inteligencia de los espectadores y a la memoria del personaje”.

A pesar de disruptivas opiniones como esta, la evolución de los constructos sociales es un fenómeno que no se detendrá. Y, sin duda, seguirá moldeando la oferta de la industria del cine y el entretenimiento.

Si bien este último largometraje de 2 horas y 43 minutos de duración marca el fin de la era Craig, no parece el fin del agente 007. Mucho menos, parece ser el fin la transformación de James Bond, de un mero hombre de acción hacia un ser humano más estratégico e introspectivo. Por ahora, la gran pregunta es ¿quién dará vida al próximo 007?

Escribe: Lucía Mayandía Medina (@lucia.mayandía01)