Se acerca el final de Pedro Castillo. El candidato que durante las elecciones juraba ser el salvador del pueblo, ajeno a la corrupción y a las cuotas de poder, hoy ya no lleva la máscara que lo instaló en Palacio de Gobierno. Ni él ni su partido son una pizca de lo que representaban y prometían al inicio de su mandato. Perú Libre se deslinda paulatinamente, mientras que «el profe» busca, a hurtadillas, la manera de librarse de la vacancia que amenaza con eliminarlo del juego.

Nuestro jefe de Estado llegó a la cumbre de la estupidez. El hecho de incitar a los ronderos para que investiguen los asuntos que lo tienen en la cuerda floja y hacer un llamado de auxilio a los líderes de otros partidos; solo refleja su culpabilidad. La sociedad no es tonta o al menos ha decidido dejar de serlo. Con el Presidente de la República en el ojo de la tormenta y sin una aparente vía de escape, se quitaron la venda de los ojos: al fin aceptan que nos gobierna un incompetente.
Dos gabinetes nefastos, remoción de ministros, vínculos senderistas, discursos que carecen de sentido, propuestas proselitistas y la corrupción en su máximo esplendor; hacen de este casi medio año de gobierno una situación inaceptable. La oposición supo jugar bien sus cartas, está en pie de lucha y persigue el momento ideal para poner en jaque al mandatario, aunque parece que esto tardará más de lo que imaginan. De todos modos, sabemos que Pedro Castillo no cuenta con el apoyo asegurado de su agrupación política, pues la suerte depende de cómo se comporte y qué tanto acceda a lo que diga Vladimir Cerrón, el presidente sin banda del Perú.

La presencia del presidente en el sillón de Pizarro es una bomba de tiempo a punto de estallar. A raíz de la revelación de sus reuniones en la casa de Breña, queda en evidencia, una vez más, que los tropiezos vienen en serie. Recordemos que, en su primer mensaje a la nación, la idea era hacer de Palacio de Gobierno un museo y despachar desde cualquier otro lugar. Vaya que hay promesas que sí cumple, ya que evadió la agenda oficial y se encargó de oscurecer su gestión. Lamentablemente, en este país nos hemos acostumbrado a las palabras vacías. No podemos pedirle peras al olmo.
Fiel a su estilo plagado de palabreos innecesarios, declaró que en aquel local tenía citas de corte personal. Nuevamente, la mentira tiene patas cortas. Los hechos arrojan que se ha reunido con más de un funcionario y empresario, entre los que se encontraba, Karelim López. Espero que la llegada de esta última en su BMW X6 no haya afectado la salud de Pedro Francke, otro mártir cuando se trata de asuntos «capitalistas». Pese a todo el revuelo que ha inundado los medios de comunicación en los últimos días, Alejandro Sánchez, propietario del inmueble, tiene la desfachatez de suplicarle a la prensa que no difunda esta información. ¿Seguirán pensando que Pedro Castillo es un santo después de estas artimañas?

Tarde o temprano se dará la vacancia. Los argumentos son cada vez más claros, dado que la ética es insostenible y lo ocurrido recientemente va en contra de cinco normas de transparencia. ¿Motivo de incapacidad moral? Por supuesto. Sería ridículo pedir que un personaje tan inepto, incongruente y corrupto siga dirigiendo nuestro país. Sin embargo, debemos ser conscientes de que, luego de su exilio, vendrán cosas peores. No podemos permitirnos bajar la guardia en un terreno inhóspito. Ni ahora ni nunca.
Escribe: Valeria Burga (@valeria.burga26)
Subeditora general de Cocktail