Netflix ha publicado la tercera y última temporada de «After Life», donde Gervais es el escritor y el director de la serie.

Calificación: 4.8 de 5

Clasificación: +18

Temporadas: 3

Duración promedio de los capítulos: 25 minutos

Cuando uno piensa en Ricky Gervais, se le viene a la mente, esa filuda lengua que incomodó por 10 años como anfitrión de los Globos de Oro: un tipo mordaz, cínico, sin filtros y ofensivo por vocación. Sin embargo, acabo de terminar de ver la serie After life (3 temporadas) y no diría que lo desconozco, de hecho, el papel de Tony es su alter ego pero muestra que detrás de esa persona cínica, hay una profunda reflexión existencial sobre la vida, el duelo y la muerte.

En tres temporadas, Gervais hace un recorrido sobre el sentido de la vida y dónde encontrarla, si es posible, en una visión inmanentista, es decir, sin la creencia de una vida más allá de la muerte. Sí, el protagonista es un ateo confeso que, tras la muerte del gran amor de su vida, Lisa, entra en una crisis de no saber qué hacer para seguir viviendo.

Constantemente, reafirma que su vida es un infierno. En los afiches promocionales de la primera temporada, se puede leer la frase de Sartre que dice “Hell is the other people” (El infierno es el otro), y efectivamente, ese es el lugar donde le ha puesto el dolor y la tristeza de su mujer fallecida. Tony no encuentra otro consuelo que usar su superpoder que es castigar con su cinismo a la gente que lo rodea.

A pesar de ser un personaje odioso, aprendemos a quererlo porque nos muestra cómo sangra interiormente ante la ausencia de su ser amado. Eso dramáticamente, es un gran acierto en la serie y es que, de algún modo, el duelo, la pérdida de un ser querido, nos iguala como seres humanos y aprendemos a aceptar el dolor del otro que no es un infierno, sino que es alguien como nosotros que en algún momento también tenemos el derecho de despotricar con esos episodios amargos que la vida nos da. El problema no es reaccionar mal ante esos hechos, sino quedarnos ahí permanentemente.

En este sentido, Tony va saliendo de esa espiral del dolor para encontrarse con una vida llena de sentido que es la luz que ve en darse a los demás. No es casualidad que la frase que define la tercera temporada es “Every end is a New Begining” (Cada final es un nuevo comienzo), abandonando el pesimismo inicial que era concebir al otro como un infierno, Tony se va dando la oportunidad de perpetuar el semblante de su amada fallecida en una posibilidad de abrirse generosamente a los demás.

Por eso, si tenemos esa imagen cínica y ácida de Ricky Gervais, After life lo reivindica como una persona que, manteniendo su humor negro, nos interpela con una visión de la vida donde es posible la felicidad en el mundo, pero, ¿eso, no es acaso, ya una forma de trascender en una sociedad que te porfía que solo existe el aquí y el ahora?

Conoce más sobre el autor:

Héctor Makishi Matsuda es filósofo y comunicador social. Sus intereses están orientados en la gestión cultural y eso lo ha llevado por variadas experiencias como director de revistas culturales e intelectuales y productor artísticos de conciertos con Luis Alberto Spinetta y Nito Mestre. Ha sido docente de filosofía y latín en centros educativos en Buenos Aires y Guayaquil. Tiene un blog de crítica audiovisual “Cine consentido” y actualmente, es presidente de la Asociación Civil sin fines de lucro “Ágora” que se dedica a la formación juvenil en temas de Humanidades

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