En muchos de los países latinoamericanos, y en el resto del mundo, la cuarentena ha terminado. Aunque todavía existen restricciones de horario, poco a poco estamos volviendo a la normalidad -cualquiera que esta sea- y las opciones de lugares más allá de la farmacia y el supermercado se han ampliado a tal punto que poco a poco regresa a nuestras vidas, esa temida pregunta de: y ahora, ¿qué me pongo?

Las tendencias, lo que se está vendiendo como pan caliente en las tiendas, sobre todo vía internet, tiene mucho que ver con lo que usamos en casa durante los últimos tres o cuatro meses y cómo traducimos a la calle ese estilo hogareño que llevábamos: chancletas, pantalones pijamas, sudadores, camisas y camisetas anchas. Queremos vestirnos tan cómodos retomando nuestras vidas en el exterior como lo estábamos en casita, claro, sin cruzar los límites de la decencia.

Pero la verdad es que, salvo algunos días de rebeldía y otros de hartazgo, era divino no tener que preocuparse por lo que escogeríamos del armario: es más o menos la misma libertad que sentimos cuando nos vamos a la playa o la montaña para cambiar de ambiente, desacelerarnos y desconectarnos de los requerimientos sociales de vivir en una urbe.

Una vez que somos capaces de liberarnos de los convencionalismos, empezando por la forma de vestirnos, nos sentimos más auténticos: pena que esta vez, el dejarlos tuviera que ver con un encierro forzado. Cuando uno elige soltar, dejarse ir ante una situación que inicialmente puede ser frustrante, el resultado final es una experiencia liberadora. Aquí va un ejemplo:  en el 2010 asistí a una convención turística y medioambiental en Vietnam de diez días que incluían reuniones, presentaciones, una noche de gala, cenas oficiales con representantes del Partido Comunista Vietnamita y tours a varias ciudades como Hanoi, Ha-Long y Hue. Se imaginan que no viajaba ligero y las maletas incluían algunas piezas con todo y etiqueta de precio porque el tiempo no estuvo de mi parte en esta aventura.

Salí de República Dominicana un lunes a las 2:00p.m. y llegué miércoles a las 10:00a.m. de sabe Dios cuál zona horaria.  Saliendo de aduanas, agotada y desubicada, me informaron que las maletas no habían llegado a Hanoi[1] conmigo y que serían enviadas al hotel tan pronto llegasen. Mentían, en realidad no sabían dónde estaban mis maletas.

Bajo tales circunstancias, no me quedó más remedio que salir de compras para hacerme de al menos dos mudas de ropa. No quería invertir mucho en piezas de vestir que pudiese encontrar en cualquier tienda de cadenas americanas o en mi país, aprovecharía para adquirir ropa que fuese originaria de Vietnam. ¡Qué ilusa!

Aunque no soy alta ni delgada según los estándares de diva, para mi gusto estaba contenta con mi estatura y curvas. Sin embargo, por más que busqué en el distrito de ropa de Hanoi, la talla Media y Grande no me servían. Intenté Extra Grande de mujer y tampoco lograba pasar de las rodillas o encima del busto en el caso de las blusas. Para el anochecer estaba sentada en el borde de la calle, llorando desconsoladamente y vistiendo la misma ropa con la que viajé por casi tres días. No entendía cómo era posible que no pudiese encontrar ropa de mi talla y que todo lo que me decían en cada tienda cuando devolvía lo que me probaba era esta frase que no comprendía: Tubi-Tufa. Quizáshabía comido mucho durante el viaje o estaba hinchada y reteniendo líquido.

Frustrada, intenté un par de tiendas más, pero solicité ropa de hombre y lo más grande en inventario. Una jovencita que hablaba un inglés que yo podía entender, me sugirió intentar un pantalón pijama de lino (no con cintura elástica sino con una tira que puedes ajustar para que no se te afloje) y camiseta, todo en talla 2XGrande. Por fin, algo me sirvió.

Finalmente compré dos pantalones pijamas de lino y dos camisetas con estrellas del Partido Comunista y algo de ropa interior. Cuando estaba pagando le pregunté a la misma chica qué significaba Tubi-Tufa, para entender por qué siempre me decían eso en cada tienda que visitaba. Ella me miró muy seria, sin entender la razón de la pregunta: después de todo, me dijo, esa frase era en inglés. ¿En inglés? Le respondí. No entiendo, quizás estaba pronunciando mal el vietnamita. No, insistió ella, en las otras tiendas le estaban diciendo que usted era TOO BIG TOO FAT (muy grande, muy gorda) y por eso no encontraba nada. Sin comentarios.

De paso, me aclaró, que la ropa interior sería lo más costoso de todo lo que compraba porque tenía mucha tela con much stretch (mucho spandex o lycra) y que mientras más stretch más caros salían y que mientras less stretch (menos spandex o lycra) más baratos eran. Gracias por aclarar.

Al día siguiente, compré unas chancletas imitación de Chanel y un caftan[2] de seda que estaba más cerca de ser un poncho ajustándose a la cintura para usarlo la noche de gala en caso de que las maletas no llegasen antes. Si la cosa se complicaba, siempre podría entrar en una tienda Tommy Hilfiger que había cerca del hotel, pero me resistía a tal gasto no sólo por la ropa nueva en el equipaje sino porque lo que me ilusionaba era comprar cosas de decoración para el apartamento que recién había adquirido.

Sobreviví los estragos causados a mi ego por el Tubi-Tufa, muchstretch y lessstretch, porque al final me reí y se rieron conmigo mis compañeros de congreso con la historia de mi falta de equipaje y mi aventura en el distrito de ropa. Decidí relajarme, olvidarme del tema y del control pues lo que quedaba era esperar y disfrutar de este exótico viaje.

Para cuando las maletas aparecieron, estaba feliz con mi closet básico de dos pantalones pijamas, un vestido camisero, dos camisetas, tres sets de ropa interior, dos pares de medias, un par de chancletas casi Chanel que quedaron fabulosas con mi caftan pseudoponcho en la noche de gala, y un par de zapatillas deportivas. Agreguemos también el kit de limpieza personal del hotel y lo que traía en mi cartera. Me tomaba un minuto decidir qué me iba a poner, el factor decisivo era si estaba seco o limpio. No me importaba lo que opinaban de lo que llevara puesto y de hecho varias colegas me comentaron que yo siempre me veía cómoda y fresca con lo que vestía, mientras que ellos no acertaban a ponerse algo que no los hiciera sudar. He de reconocer que ayuda venir del Caribe cuando visitas Vietnam en pleno verano.

Del contenido de la maleta, sólo usé dos camisetas extras, un pantalón cargo y claro, ropa interior. No me hizo falta más nada. Para la cena con el Partido Comunista me estrené una falda de seda pura que adquirí en el distrito de la seda, una camiseta blanca y las chancletas Chanelwannabe[3].

Ni un sólo día me mortifiqué por lo que llevaba puesto o por lo que me pondría y fue liberador. Mis preocupaciones eran si la memoria de mi Blackberry sería suficiente o cuánto pagaría de sobrepeso por las cosas que había comprado para mi apartamento. Me sentía libre, y me gustaba mucho mi estilo chic relajado (según yo).

Quiero volver a sentirme así y creo que este es el momento perfecto para replantear mi estilo, sin presiones y requerimientos. Aprovechar también esta onda minimalista de Marie Kondo[4] , y que contamos con un poco más de tiempo para revisar nuestro hogar y el armario, sacar lo que no se usa o no nos gusta, pero también -en la medida de lo posible- tomar ventaja de los especiales en línea para adquirir piezas y accesorios de vestir de calidad que son atemporales, consolidando un estilo que nos haga sentir fabulosos, únicos, pero cómodos. Que cada pieza que poseamos sea excelente y no nos importe cuántas veces la usemos porque nos sentimos dueños del mundo.

Según Martín Córdoba (@martincrdv), sociólogo argentino “El impulso que lleva a un sujeto a vestir a la moda podría interpretarse como el deseo de ser igual a los que son como él, buscando la mirada aprobatoria del grupo al cual  pertenece o se pretende llegar a pertenecer”. Esto es válido para todos nosotros por lo menos en algún momento de nuestras vidas. Todos, no importa el sexo, nos hemos parado frente al armario como si fuese “un microcosmos que replica en términos de materialidad práctica los conflictos de una sociedad en transición. Preguntarnos qué nos vamos a poner es también un acto político y social”. Nosotros decidimos por una variedad de razones válidas o no, superfluas o no, cómo respondemos a ella, pero no olvidemos que “Qué me pongo es primo hermano del Qué soy” como expone Martín, así que tratemos de ser honestos cuando nos paremos frente al armario.

PS. Hablando de honestidad, estando allá averigüé que las tallas en Vietnam para los locales son unos cuatro números más pequeños que las que se emplean para el mercado americano. ¡Con razón!


[1] Actual capital de Vietnam

[2] Prenda de vestir de origen oriental, generalmente de seda y con colores vivos, que cubre hasta la mitad de la pierna, tiene mangas cortas y está abierta por la parte delantera superior.

[3] significa en español “que quiere ser Chanel”

[4] Es una autora, empresaria y consultora de organización japonesa

KATIA RÍOS MILLARES

Graduada de Interiores (PUCMM 1991)  y   Diseño de Moda (Chavón 1995), 8 años de experiencia en manufactura textil, merchandising  y  lavados (Grupo M) para marcas como Hugo Boss, Tommy Hilfiger, Nike y Carters.
Entrenamiento textil en The Collage of Textiles NA, EEUUA.  Auditora de calidad  certificada ISO 9000, Consultora Textil para Consejo Nacional de Competitividad  y el Banco Interamericano de Desarrollo.  Gerente de Proyectos para el sector de desarrollo a nivel internacional  (Chemonics, FHI 360s, USAID) por más de cinco años. Egresada de Barna/Escuela de Negocios Programa de Desarrollo Directivo.
Forma parte de la Facultad de Chavón/La Escuela de Diseño, Rep. Dominicana desde 2013 impartiendo Fundamentos del Diseño, Perspectiva Arte y Diseño, Diseño de Moda, Textiles, Vestuario, Historia de la Moda  y Seminario /Estudio.
Escribe sobre Historia de la Moda para una revista dominicana y diseña productos textiles para cortometrajes, editoriales y eventos.