«Supongo que soy uno de esos norte-americanos que sufren una enorme nostalgia por la sencilla y limpia vida campestre frente al complicado mundo de la ciudad ̈. (Norman Rockwell)
Rockwell nació en New York en 1894 y alcanzó lo que todo artista busca alcanzar: fama, dinero, fortuna y ventas. Fue conocido, y muy conocido, en vida por sus trabajos. Produjo no cientos sino miles de pinturas; sus ilustraciones se vendieron en toda América y fueron portadas de revistas, periódicos, tarjetas y almanaques. Sin embargo, muchos de sus detractores indicaban que el arte de Rockwell era falso e hipócrita, ya que en sus obras hacía alusión al sueño americano idealizado, ajeno a su sufriente realidad. Si no lo conocías: hoy exploraremos la vida y obra temprana del pintor americano favorito por excelencia: Norman Percevel Rockwell.
Nació en una buena familia. Se enamoró del aire campestre de New Jersey, aquel que disfrutaba cada verano con sus hermanos. Amaba la libertad de jugar, saltar, nadar y ensuciarse. Crecer próximo a la naturaleza lo marco desde pequeño y lo ayudó a definir lo que más adelante retrató en sus ilustraciones. Una de las anécdotas más conocidas de la familia fue que en algunas noches, el patriarca, hombre afable de negocios textiles, se sentaba a leerles novelas clásicas como ̈ Robinson Crusoe ̈ a sus hijos y esposa. Norman aprovechaba para imaginar y dibujar a los personajes. Desde niño tuvo una vasta imaginación y le gustaba darle rienda suelta. Al igual que varios artistas, Norman hacia varios dibujos de lo que veía a su alrededor, sus hermanos, sus papás, sus vecinos. Los retrataba con caricaturas más que un estudio, con la soltura y trazo que un niño puede tener.
En su adolescencia no fue un chico muy atractivo, parecía un personaje de una tira cómica: era alto y delgado, rasgos angulosos, dientes prominentes con ojos saltones y expresivos. Sus profesores de colegio comentaban que no destacaba en nada particular; no era bueno en educación física y tampoco tenía notas altas. Una tarde de secundaria, uno de sus profesores le llamó la atención y le preguntó qué haría con su vida, Ese día llego tarde a casa y por primera vez, se puso serio. Tal vez en el fondo ya lo sabía, pero no perdió el tiempo: con 14 años cambió su escuela por la Chase Art School y desde allí, nunca paro. Era bueno en lo que hacía. Paso más adelante por la Academia Nacional de arte y siguió practicando. Terminó sus estudios en la Art Students leagues de New York. Fue aprendiz del ilustrador Thomas Fogarty (reconocido artista en el medio), y fue él quien le consiguió sus primeros trabajos en 1910.
Con menos de veinte años sus ilustraciones fueron publicadas en portadas de revistas, poco conocidas es cierto, pero revista de todas formas. Fue un inicio lento y agridulce, llevo nuevos ingresos a su familia para mudarse a un mejor lugar, pero su madre, Nancy (que ya estaba enferma desde el inicio de la juventud de Norman), comenzó a agravarse hasta que falleció.
Se mudaron varias veces. Norman se casó con la profesora Irene O ́Connor, la primera de sus tres esposas. A sus veintiún años estaba exactamente donde debía estar. New York era el centro y creador de nuevos artistas. Comienza a ilustrar las portadas de una de las revistas americanas más leídas e influyente de esa época, The Saturday Evening Post, la favorita de la clase media alta. Sus ilustraciones no eran solo la portada sino el corazón de la revista. Los dueños de la revista lo sabían y por eso lo mantuvieron a su lado durante más de cuarenta años, él creó más de trescientas obras para ellos.
En los años veinte aparece un nuevo mercado de productos alimenticios que crea una alta demanda en la línea grafica. Cereales, chocolatinas, productos enlatados, etc. El trabajo se intensifica, pero las ganancias también. En la década de los años treinta, apenas divorciado, se vuelve a casar. Para esta época, ya era una celebridad: sus ilustraciones creaban los estándares que los americanos gustaban ver en la revista del domingo o calendarios ¿por qué amaba tanto la población americana de sus trabajos? Una posibilidad es que sus trabajos eran netamente regionalistas, tenían en ellos un realismo académico de la vieja escuela, una técnica impecable que había sido perfeccionada con los años. La otra razón: sus personajes
Los protagonistas eran variados, niños infringiendo la ley, ancianos molestos, jóvenes tortolitos que llegan después de las doce, amores adolescentes que se miran de lejos, policías durmiendo a falta de fechorías, etc. Se muestra al personaje a punto de hacer un acto criminal o después de cometerlo; en una transición o en medio de una interrogante. Se recrea escenas de la vida cotidiana con bastante soltura, tanta, que invita al espectador a sumergirse en la pintura y explorar cada centímetro de ella. Hay dinamismo planeado desde los detalles, a la vez, se volvía más atractivo al ser paisajes de una América rural de ensueño. Hacen muecas de sorpresa o susto. Cuando están serios, están muy serios y cuando están felices, están extasiados. Siempre cuentan una historia y eso es lo rico en su arte, tiene una narrativa.
De otoño a invierno, tanto en navidad como en pascua, en donde sea que uno mirara, los niños conmovían y robaban corazones. Sus primeras pinturas eran una especie de anécdota de sus años más tiernos en el ambiente rústico. Un carácter más infantil e inocente. No es que no se interesa por lo asuntos de la guerra, todo lo contrario, tenía un corazón enorme y estaba en constante conflicto consigo mismo. Temas como la segunda guerra mundial y el racismo fueron abordados reiteradas veces en sus pinturas a partir de los años cuarenta. A los ojos del público trataba de ocultarlo, pero era un hombre melancólico que sentía que su arte no era suficiente y que debía esforzarse aún más. A pesar de todo esto, siempre fue buen vecino, recibía a sus modelos con una sonrisa y pasó sus últimos años en el lugar que lo había inspirado en su más temprano infancia: el campo. América nunca lo olvidará y ahora nosotros tampoco olvidaremos a este nostálgico pero amado, perfeccionista empedernido: Norman Rockwell.
Escribe: Lawy Maccasi