La Real Academia Española fue fundada el 3 de octubre de 1714, fecha en la que se aprobó oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. Su propósito, como el de la Accademia de la Crusca italiana y la Académie Française, es preservar y consolidar la pureza del castellano. En ese sentido, el que significa su lema oficial, «Limpia, fija y da esplendor», establece una visión comprometida con el correcto uso del lenguaje y su óptima divulgación.
Los académicos de aquel entonces procuraban «combatir cuanto alterara la elegancia y pureza del idioma, y fijarlo en el estado de plenitud alcanzado en el siglo XVI», sostiene la propia institución en un detallado documento que adorna su portal web. Asimismo, es preciso recalcar que, en un principio, la Real Academia Española no contempló más que su territorio. Sin embargo, las independencias de los países hispanoamericanos obligó a su absoluta visibilización.
La masificación territorial del castellano a causa de las sucesivas oleadas migratorias propició una alteración en aquella política inicial. Por ello, se crearon academias en todas las nuevas naciones y en la actualidad son veintidós las que se encuentran vinculadas entre sí, retroalimentando constantemente su labor. De igual manera, el trabajo conjunto de las academias radica en pilares fundamentales como el Diccionario, la Gramática y la Ortografía.
En cuanto a su edificación principal, la RAE tiene su sede en un edificio de la calle Felipe IV de Madrid, construido por el arquitecto Aguado de la Sierra e inaugurado el 1894 por la regente María Cristina y el rey Alfonso XIII. Además, todos los estatutos vigentes, aprobados en 1993, establecen como objetivo fundamental de la Academia «velar por que la lengua española, en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad».
A pesar de los años, la Real Academia Española continúa renovando su compromiso con la sociedad y con el propio lenguaje. Por esa razón, aquel principio de espontaneidad que marcó su histórica fundación hoy reposa cómodamente en el respeto hacia los hablantes y escribientes, asegurando con mucho énfasis que, como institución, la RAE se dedica a recoger palabras, términos y expresiones que impremeditadamente broten de las propias experiencias sociales.
Escribe: Renatto Luyo