Cuando Yma Súmac intentó conseguir una beca en lo que hoy es el Conservatorio Nacional de Música de Lima, pero no tuvo éxito: el costo de los estudios superaba sus posibilidades. Pero lo que le faltaba en presupuesto lo tenía de sobra en la forma de vocación y talento. Su voz única, cuyo registro alcanzó las cinco octavas y media, hacía temblar a propios y extraños siempre que abría la boca. Ella decía que fueron los pájaros de los Andes quienes le enseñaron a cantar; con esa historia comenzó a tejerse el mito del personaje que la convertiría en leyenda. Su vida estuvo siempre colmada de exotismo y misterio. 

Su nombre de nacimiento fue Zoila Emperatriz Chávarry del Castillo; la fecha de su llegada al mundo, el 13 de septiembre de 1922; mientras el lugar exacto todavía es una incógnita. Ciertas versiones afirman que es oriunda del Callao, pero la historia oficial cuenta que nació en el lugar donde se crió, Ichocán, Cajamarca, en la sierra norte del Perú. Ella solía decir que llegó al mundo 2.000 años antes y que era descendiente directa del inca Atahualpa. Tal vez en honor a su estirpe real se rebautizó como ima sumaq («qué linda»).

Tras una prolífica carrera en el extranjero, un merecido pero tardío reconocimiento le llegó de parte del Estado: la condecoraron con la Orden del Sol en grado de Comendador. Aquello ocurrió en 2006. Súmac moriría en 2008. 12 años después, el nuevo sello discográfico Ellas Rugen Records, liderado por Jalo Núñez del Prado, rescata su voz del archivo musical y se propone relanzar sus éxitos. “Fue la primera embajadora turística que tuvo el país. Es por ella que se comienza a conocer ese Perú prehispánico que tanto atrae a los turistas hoy en día. Ella puso al Perú en el mapa y en el imaginario de los extranjeros”, dice Núñez del Prado. “Eso que ocurrió con la gastronomía peruana en la primera década del 2.000 ella ya lo había hecho 50 años atrás”, sentencia.

Yma Sumac durante su visita al Perú en 2006.

Pero la desaparecida Diva de los Andes comenzó su carrera musical bastante lejos de su tierra. Fue en Buenos Aires, luego de que los puristas nacionales de la música folclórica la miraron desde su pedestal, rebosantes de ego y desprecio por una joven con voz de ave que quería cantar. Debutó en radio Belgrano de Buenos Aires en 1942 y al año siguiente, junto con su esposo, el compositor Manuel Vivanco, y la Compañía Peruana del Arte, realizó una serie de presentaciones en el país gaucho, donde grabó 18 canciones que presentaría más tarde en Chile, Brasil y México.

En 1946 la pareja se mudó a una Nueva York que asimilaba los nuevos aires de la posguerra, pero que todavía no aceptaba la migración hispanohablante. Allí nació otra parte de Yma Súmac: el trío Inka Taky. Por entonces, la agrupación tenía a Moisés Vivanco en la guitarra, a la Virgen del Sol como voz principal y a la Cholita Rivera como contralto. Los inicios fueron duros, incluso debieron vender atún para sobrevivir, pero el tiempo recompensó su esfuerzo. Hacia finales de la década se mudaron a los Ángeles con su primogénito recién nacido y en 1950 Yma Súmac grabó su primer disco con Capitol Records, disquera que decidió hacer una masiva campaña publicitaria para promocionar su talento. Ese mismo que fue ninguneado en el Perú. Pero nadie es profeta en su tierra.

De ese primer disco, Voice of Xtabay, se vendieron más de un millón de copias y se desató la ira de los puristas folclóricos en el Perú porque Súmac fusionó nuestro emblemático huayno con otros ritmos. Lo que hizo la intérprete fue una especie de vanguardia en lo que respecta a las fusiones del folclor con sonidos de otras partes del mundo, algunos más occidentales, como el rock and roll. Una versión primigenia de lo que hoy hace Rosalía con el flamenco, pero sostenido solamente por su impresionante voz. Es aquí donde la mitología empieza. La artista comenzó a decir que ella era una ñusta (una princesa inca) descendiente directa del inca Atahualpa. Su marido supo sacarle provecho al cuento y montó todo un espectáculo sobre los escenarios: la imagen de un Perú misterioso, cautivador y exótico comenzó a difundirse. 

La diva posó para diversos lentes. Auí, una postal de la revista estadounidense LIFE

En 1951 debutó en Broadway con el musical Flahooley, con tres piezas compuestas por Vivanco. Luego conquistaría escenarios como Hollywood Bowl, Carnegie Hall y clubes de Las Vegas, pero se consagró como celebridad cuando Hollywood tocó su puerta en los años siguientes. En 1954 fue parte de la película El Secreto de los Incas junto a un joven Charlton Heston. Para el rodaje, la diva regresó al Perú en medio de la indiferencia de la gente. A dicha producción le siguió Omar Khayyam, donde reemplaza los atuendos andinos por los persas. Estas apariciones le valieron una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood; es la única peruana que tiene una.

El disco que Ellas Rugen Records relanzó en formato de vinilo fue Legend of the Sun Virgin, publicado originalmente en 1952. “Escogimos este LP porque es el disco previo a su consagración; es decir, previo a Mambo, que fue el más vendido”, explica. “Este disco fue el que la puso en la cuchara de la catapulta”, continúa. El proyecto seguirá con el relanzamiento de artistas y cantantes como Olga Guillot, Estelita del Llano, de Venezuela; Las tres Marías, de Ecuador; Cecilia de Chile o María Victoria, de México; entre varias otras. El proyecto cuenta con la colaboración de los coleccionistas más reconocidos de cada país, quienes asesoran a Núñez del Prado durante la preselección de temas. El contenido artístico y la trascendencia que haya tenido la cantante en su país son los criterios que utilizan.

Reedición de lanzamiento realizada por Ellas Rugen Records.

El objetivo último es inaugurar un catálogo de voces femeninas latinoamericanas que hoy ya son parte de la historia musical de la región. “Queríamos empezar con Yma por la relevancia y la dimensión que alcanzó en todo el mundo”, cuenta Núñez del Prado. “Hay que tener en cuenta que ella alcanzó una fama y un reconocimiento mundial que ninguna otra cantante latinoamericana ha tenido. En Londres, la Reina Isabel II acudió a verla y se declaró fan de la cantante, y en Tokio su telonero fue nada menos que Frank Sinatra”, concluye.

Súmac llegó a grabar 11 discos e hizo giras por las ciudades más importantes del mundo, incluidos países como la Unión Soviética, en plena guerra fría, algo que no gustó mucho a los norteamericanos. Allí cantó acompañada de la Orquesta Sinfónica del Teatro Bolshói; al final, el propio Jruschov la felicitó y se declaró su admirador. Tras algunos percances con el sistema migratorio estadounidense, obtuvo la nacionalidad estadounidense, lo que le permitió ahorrar miles de dólares que debía pagar como una extranjera viviendo en el país del norte. Pero no hubo explicación suficiente para el nacionalismo ciego del gobierno militar de Velasco. 

“Fue más popular en el mundo entero que en su propio país”, dice Núñez del Prado, quien lamenta que el reconocimiento en su tierra llegara tarde. Hoy, sin embargo, sus connacionales la recuerdan y admiran al punto de poner su voz al alcance de todos, como debió ser siempre.