A lo largo de los años, en el Perú se han realizado diversas construcciones arquitectónicas en las que, tanto la historia como el arte, se hacen presentes. Decidimos adentrarnos en una de las obras más valiosas e inspiradoras de la capital: La «Alameda de los Descalzos».
Un lugar lleno de cultura y excelencia artística. Así es como se suele describir la adornada «Alameda de los Descalzos» o también conocida como la «Alameda Grande». Esta fue construida en el Rímac, uno de los distritos más importantes y antiguos de Lima, el cual, en el mes de febrero, celebró sus 101 años de fundación. El nombre de esta locación tiene relación con la Iglesia de los Descalzos y el Convento que se pueden visualizar desde allí.
En 1611 se fundó el famoso paseo. El virrey, Juan Mendoza y Luna, ordenó la realización de un jardín público semejante a la elegante «Alameda Hércules de Sevilla» ubicada en España. Durante ese periodo de tiempo, se convirtió en el punto de encuentro de los nobles, aristócratas españoles y criollos, quienes se dirigían a socializar y entablar relaciones amicales o amorosas. «Era un área cercana y acogedora. Había vasto espacio para el paso de las carrozas», destaca el historiador, Juan Albero San Martín, quien, desde hace muchos años, investiga la historia urbana de la capital.
Como es sabido, esta alameda tuvo diversas restauraciones que han dado a lugar a la gran obra que es hoy en día. La primera reconstrucción y, una de las más importantes, se realizó en 1770 bajo el poder del virrey Manuel Amat. Él mandó a colocar distinguidas fuentes de piedra con surtidores de agua, lo cual le dio un estilo moderno y sofisticado. Asimismo, estableció bancas de madera para que los visitantes puedan relajarse o conversar. No obstante, lo que más destacó de esta reconstrucción fueron las 8 hileras de árboles que formaban 7 calles en total, convirtiendo este lugar en la primera zona urbana alargada.
La gran arboleda le daba un aspecto europeo. A su vez, cubría a los limeños de los rayos solares en el verano. Las intenciones de construcción son un rumor latente, puesto que este espacio habría sido testigo del candente romance entre el mencionado virrey y la famosa actriz y cantante, Micaela Villegas, también conocida como «La Perricholi», quien además sería la musa inspiradora de la puesta en valor de la alameda. Pese a los cambios generados por Amat, fue durante el segundo gobierno del Mariscal Ramón Castilla, que se efectuó la remodelación definitiva. En 1856, el presidente produjo un trazo urbano y moderno al histórico pasaje con los elementos ordenados a ser colocados.
En primer lugar, mandó a instalar una verja de hierro importada de Inglaterra para que el nuevo concepto tenga un toque de Romanticismo, movimiento cultural que daba de qué hablar en Alemania y en Reino Unido. Esta gran reja rodeaba el área hasta llegar a la entrada, la cual generaba una invitación única a los visitantes porque, además de ello, se colocaron 6 estatuas de tamaño pequeño que representaban a los dioses griegos. Asimismo, cambió las antiguas bancas de madera por unas de mármol. Cada detalle fue esencial para demostrar que los cambios de la capital no solo se verían en sus calles, sino también en las estructuras.
De Italia se importaron 12 estatuas de mármol de Carrara, que tenían como representación los signos zodiacales. «El estilo romántico era símbolo de modernidad. Ramón Castilla buscaba hacer de Lima una ciudad contemporánea, al estilo de París y Roma», comenta el historiador. Por otro lado, es importante resaltar el paso de gigante que realizó el expresidente, al introducir el ingenioso sistema de alumbrado a gas para el funcionamiento de los 12 faroles que iluminaban por la noche los distintos sectores. Esta novedad produjo el disfrute de la alameda a toda hora.
No es complicado el hecho de entender por qué diversos artistas se inspiraron en este lugar para crear poemas o piezas musicales, como fue el caso de Chabuca Granda, quien nombra la alameda en su famosa canción: «La Flor de la Canela». «Del puente a la alameda menudo pie la lleva, por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera», señala en sus líricas. Cada restauración significó grandes cambios que representaban la modernidad y el estilo de la época. Hasta el día de hoy, la «Alameda de los Descalzos» sigue deslumbrando a todo aquel que visita su camino. Las grandes estatuas se mantienen vigentes, sin embargo, el tiempo no ha transcurrido en vano. Anímate a caminar por este lugar y conoce de cerca la Lima antigua e histórica.
Escribe: Andrea Palus (@andrepalus)