Con el pasar del tiempo, la bodega Pampas de Ica ha conseguido un crecimiento exponencial. Vienen trabajando arduamente para convertirse en una de las mejores firmas vitivinícolas de la región, por lo que decidieron apostarle a nuevos retos.

El amor por la agricultura y la tradición familiar fueron los cimientos para su creación. En la década de los 90s, Ismael Carpio Solís adquirió terrenos para la producción de uva en su tierra natal, Santiago, en el sector Pampas de los Castillos. Años más tarde obtendría la autorización para vender destilados junto a su único hijo, Ismael Carpio Amoroto.

El pisco y el vino son los productos bandera de esta bodega. En el 2015, ambos lograron obtener su primera insignia de bronce con pisco moscatel en el XXI Concurso Nacional de Pisco. Luego conseguirían 20 medallas, distinciones de oro y plata. Esto marcaría un hito para abrirse de lleno en el mercado peruano.

El año pasado, los piscos dejarían de ser el centro de atención para darle paso a los vinos. Obtuvieron la primera presea dorada gracias al Blanco Patrimonial de uvas albilla y torontel. “Sabiendo que lo importante de los blancos es la acidez natural, nos concentramos en eso y dejamos de lado otras cosas como, por ejemplo, el grado alcohólico”, revela el ingeniero y enólogo, Rodrigo Avilés.

Sin embargo, lo que ahora mismo está marcando la pauta es su lanzamiento de vinos secos que comprenden María Rosé y Blanco Patrimonial. La expresión de campo está presente en todos sus ejemplares e incluso el amor es uno de los ingredientes secretos, pues el rosado está inspirado en la esposa de Ismael. “Fue una demostración de amor y resultó increíble”.

Los retos varían con el tiempo y, tanto Rodrigo como Ismael, se niegan a quedarse estancados en lo tradicional. Decidieron apostar por la uva quebranta como insumo principal para los vinos que elaboran. “Recién se conoce este recurso y el gran desafío es lograr el equilibrio entre lo herbáceo y lo tánico”, apunta Avilés. “Lo que nosotros buscamos es la expresión de frutos rojos y secos. Tiene que tener una estructura que le de vida”.

Lo cierto es que no existe un perfil exacto de la quebranta. Los expertos sostienen que, por ahora, se expresa mejor en el rosé que en un tinto. Encontrar una de color completo es difícil. “Perú tiene muchos microclimas, pero no se puede forzar una variedad. No porque la quebranta esté de moda hay que usarla. Funciona de forma distinta dependiendo del lugar”, agrega. Lo que busca Pampas de Ica es ir un paso adelante y desmarcarse de los demás. La idea es que, cuando los consumidores prueben sus vinos, los reconozcan al instante.

Ismael revela que recientemente han plantado una hectárea experimental con ocho variedades nobles para ampliar la cartera de productos y la complejidad que aportan otras cepas. “La ventaja de las pequeñas bodegas es hacer lotes reducidos y así sucesivamente hasta su crecimiento. Luego sacaremos vino espumante blanco, algo de rosado y un Malbec que dará la hora”, apunta el fundador.

Los retos en esta industria son arduos e insaciables, mas no imposibles. Pampas de Ica va por buen camino y, con las metas que ya han trazado, de seguro que pronto serán la comidilla de las reuniones sociales: un reinado aparte en el rubro de las bebidas.

Escribe: Valeria Burga (valeria.burga26)