Después del debut de «Love» y, acostumbrados a la violencia y destrucción expresadas por Gaspar Noé, el cineasta nos sorprende con un rodaje de una noche bastante peculiar. «Climax», el reflejo de una historia de terror psicológico, logrará situarnos en una montaña rusa que atravesará nuestros diversos y más recónditos sentimientos.
La misma película nos anticipa que la historia que estamos por ver se encuentra basada en hechos reales dados en la década de los 90’s, donde un grupo de bailarines son seleccionados para asistir a una audición y, tras arduos ensayos en un viejo auditorio, deciden celebrar el inicio de la tan esperada gira. A medida que van pasando los minutos en aquella reunión, los personajes comienzan a detectar síntomas tras haber consumido el ponche con frutas que, sin el consentimiento de quienes lo bebieron, había sido alterado con LSD.
Un espacio en blanco
El séptimo arte se presenta como un papel sin pintar, en el que somos libres de dar diversos trazos con lápices de distintos colores y matices. Es así como esta película decide apelar a temas que resultan ser tabúes, desviarlos y manipularlos para convertirlos en una pieza única, rompiendo con cualquier convención estigmatizada del cine actual. La presentación de las variables intensidades de luz (esencialmente roja), los planos cenitales (que enfocan desde arriba lo que sucede en el escenario) y los arriesgados movimientos de cámara, nos advierten de manera implícita sobre los carriles que la trama va tomando y desarrollando en la pantalla grande. La banda sonora presente en la película, que encaja perfectamente con el contexto y los escenarios en los que sucede la historia, juega un papel fundamental en cuanto a las emociones que se buscan transmitir y la ansiedad que los espectadores, como los personajes, desarrollan minuto tras minuto. De igual manera, es la historia la que en mayor parte nos introduce, de manera gradual, en una pesadilla en la que los personajes se sumergen de manera inconsciente y sin querer.
Gaspar Noé no respeta ningún tipo de censura, cuando de cine se trata
Así como las temáticas abordadas por el director pueden resultar sensibles para algunos, debemos dejar en claro que son situaciones que suceden en el siglo actual y que muchos de nosotros no queremos ver. Es «Climax» la cinta encargada de mostrarte el lado más crudo y frío de un grupo de bailarines en Francia, con quienes fácilmente podrías establecer un lazo de empatía y entendimiento. Podría ser el hecho de descubrir una faceta poco tratada de las personas, y que resulta mostrarse inquietante, la que altere las emociones y la tranquilidad de nuestro interior. Definitivamente poner en la mesa asuntos poco tratados, genera una explosión de duras reacciones en quienes contemplamos la película.
La pérdida de la cordura
De la misma manera en la que fuimos testigos en «Irreversible», esta película logra explorar los aspectos más íntimos de los personajes quienes, impulsados por el efecto del LSD que consumieron junto con la bebida, desmantelan actitudes viscerales e inquietantemente irracionales.
El control de la corporalidad nos brinda vigor e individualidad
Siendo testigos de las primeras escenas, observamos a los personajes con la total capacidad de dominio sobre sus cuerpos y movimientos, quienes bailan una compleja coreografía al ritmo de «Supernature» de Cerrone. Sin embargo, esta armonía comienza a corromperse cuando van notando que hay una parte de ellos que parece encontrarse alterada de manera negativa y fuera del alcance de su voluntad. El cuerpo de todos y cada uno de los protagonistas es sometido a la disposición de lo más profundo que los compone, sin ningún tipo de filtro o parámetro por respetar. El dolor, sufrimiento y caos percibidos en los encuadres, logran penetrar en nuestra conciencia como espectadores, donde afirmamos que la vitalidad y el profesionalismo desarrollados en mucho tiempo, pueden destruirse o verse en decadencia en tan solo unos minutos.
Esta película conforma un trabajo que, gracias a la composición y precisión de sus diversos aspectos, ha logrado pulir una obra que ha dejado inquieto a más de uno. Es un campo del terror menos explorado que, a pesar de no ser esencialmente gráfico, ha superado las expectativas de quienes lo cuestionaban.
Daniela Tordoya