Las protestas en los Estados Unidos por la muerte de George Floyd, un hombre de raza negra desarmado, a manos de un agente de policía en Minneapolis, Minnesota, han desatado una cadena de solidaridad global en torno a las personas que son objeto de discriminación. El abuso que se comete en diversas partes del mundo contra los que se ven discriminados resulta inaceptable y parece haber llegado el momento de ponerle fin. Ha llegado el momento de tener tolerancia cero frente a la discriminación. En nuestro país podemos hacer muchísimo hoy.
La discriminación por razones raza es solamente una de las tantas formas de discriminación que existen. En el Perú no somos ajenos a estos temas y podemos exponer a diario miles de casos de racismo y de otros tipos de discriminación. Estudié Derecho y me hice abogado porque dentro de mi ser siempre he sido un justiciero. Me molestan el abuso y me rebelo siempre frente a la injusticia. Los abogados normalmente trabajamos para que prevalezca el derecho sobre la arbitrariedad.
Hoy quiero compartir con nuestros lectores algunas reflexiones sobre nuestro derecho a no ser discriminados con el objetivo de que todo aquel que hoy sea objeto de un acto de discriminación lo denuncie y logre que éste cese.
El profesor Francisco Eguiguren escribió hace un tiempo un ilustrativo artículo en Ius Veritas titulado “Principio de igualdad y derecho a la no discriminación”. En él expone lo trascendental que resulta este importante derecho que muchas veces se ve vulnerado sin que la gente haga algo al respecto. A continuación resumo sus principales ideas, las que suscribo y comparto.
Las formas más evidentes y groseras de afectación al principio de igualdad y al derecho a no ser discriminado han sido superadas únicamente en el terreno de las normas. En la realidad, somos aún testigos de prácticas más sutiles o camufladas de discriminación.
Como señala Eguiguren, “en ocasiones estas prácticas discriminatorias se dan a través del establecimiento de regulaciones o requisitos aparentemente «neutrales» o de casos de conflictos de derechos, donde debe decidirse si debe prevalecer el principio de igualdad y no discriminación o si éste debe ceder frente a otros derechos -igualmente apreciables- como la libertad de contratación o de empresa.”
El derecho a la no discriminación consagrado en nuestra Constitución tiene por objeto evitar los privilegios y las desigualdades arbitrarias. No estamos ante el derecho a ser igual que los demás sino a ser tratados de la misma forma que los demás.
Hay ocasiones donde puede existir una diferenciación o un trato desigual admisible por nuestra Constitución, aunque es relativamente sencillo advertir cuando nos encontramos frente a una situación de discriminación prohibida. Una distinción es discriminatoria cuando carece de justificación objetiva y razonable. Cuando una persona natural o jurídica es tratada de forma desigual por alguien es fácil de advertir.
Para determinar si un hecho constituye un acto de discriminación, es imprescindible compararlo con otras situaciones similares. Las situaciones que se comparan tienen que ser comparables. Es un ejercicio bastante sencillo en el que un niño puede advertir si la discriminación se da o no.
Otro asunto importante es que quien alega la discriminación o el trato desigual, debe aportar un término de comparación que sirva de base para razonar sobre la vulneración creada por la desigualdad de trato.
Para que la diferenciación sea válida, ésta debe responder a una finalidad legítima, es decir, que debe asentarse en una justificación objetiva y razonable, y no debe poner a quien reclama en una situación de desventaja.
Nuestra Constitución señala en el inciso 2 del artículo 2 que toda persona tiene derecho: «A la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole’:
Son varios los casos de discriminación que yo conozco. Es nuestro deber como ciudadanos no solamente indignarnos frente a casos de esa naturaleza, sino accionar con firmeza cuando uno se ve afectado para que la discriminación desaparezca.
El caso de George Floyd nos sensibiliza y debe ayudarnos a entender la importancia que tiene en el mundo el derecho a la igualdad ante la ley. No podemos tolerar prácticas discriminatorias de ningún tipo. En ese aspecto el Perú también tiene que cambiar. Estamos próximos a un proceso electoral y hoy resulta más importante que nunca asegurar que el mismo se lleve a cabo con la máxima pluralidad y con la mayor competencia posible. Para eso es imprescindible que los medios de comunicación puedan competir en un mercado libre y competitivo, sin discriminaciones de ningún tipo.
LUIS ALFONSO MOREY
Luis Alfonso Morey Estremadoyro (Lima, 1974) es abogado por la Universidad de Lima y Máster en Gestión de Empresas de Comunicación por la Universidad de Navarra. Estudió en The Academy for American and International Law (Dallas) y realizó en Executive Program on Corporate Management en AOTS (Tokio).
Se ha desempeñado como docente en la UPC y ha sido Director del Centro de Educación Ejecutiva de la Universidad del Pacífico.
Es abogado asociado al Estudio Flores-Aráoz Abogados y miembro del Consejo Consultivo de la Carrera de Comunicaciones de la USIL. Ha sido director de distintos medios de comunicación y es propietario y Director General de Digital TV Perú.