La pasión, honestidad y autenticidad son parte de la esencia de Carlos Cruzalegui. El artista apuesta por ritmos peruanos y latinoamericanos en sus composiciones. Y reconoce que el ser y conectar son clave en la trayectoria de todos los cantantes.

Han transcurrido cinco años desde que decidió convertir la música en parte de su estilo de vida. Su esencia se plasma en ese equilibrio entre la melodía y la letra de cada una de sus canciones. Tiene claro que es fundamental ser honesto en sus producciones, así como presentar al ser humano en su faceta real, sobre todo porque aprecia la belleza que hay en la fragilidad y fortaleza de cada uno.

Su primer encuentro con el mundo artístico surgió en casa. Le enseñaron la diversidad de géneros con los que podría exponer su cultura. Reconoce que muchos tienen la oportunidad de contar con un espacio familiar para explotar sus dotes artísticos. Sin embargo, es consciente que pocos la interiorizan; pues «lamentablemente no nos enseñan a abrazar esas experiencias», resalta.

Las jaranas en casa de su abuela fueron clave en su niñez: el ritmo criollo se hacía vibrar junto a los amigos seniles, un verdadero lujo. «Con cinco años cantaba o recitaba algo que me había aprendido y muchas veces también hacía de jurado», dice entusiasmado. Tenía un profesor con altos dotes que le hizo aprender música peruana, y junto a otros tenían una peña.

Para él fue natural escoger su estilo. Hoy en día, su arte está en el canto tradicional contemporáneo. Siempre tuvo el anhelo de dar a conocer al mundo un poco de sus raíces. Por ello, desde el 2018 empezó a componer, pero en 2019 decide poner en marcha sus proyectos. «Al inicio, tuve un poco de miedo de hacerlo folclore, hasta que me cuestioné el porqué y decidí hacerlo», rescata. Para él, conocer la historia y el “sentir” es fundamental en el proceso, si no el resultado no estaría completo. «Es momento para que los jóvenes le den atención a nuestras tradiciones», expone.

Revela que hay un nivel de complejidad para implementar una fusión en sus canciones. Pero en todas las que ha publicado junto a Alejandro Rivas y Maria Laura ha sido un proceso especial ya que desde el inicio han compartido el ideal.

Para el artista el optar por la fusión implica dar pasos. «Lo primero es dejarse llevar. Ser auténtico desde el fondo de tu corazón y luego de ello, las formas vendrán por añadidura. No podemos negar lo arduo que es. Natural pero cansado como cualquier cosa nueva que genera incertidumbre», comenta.

El proceso de composición es una de sus partes favoritas. «Agarro mi teléfono, prendo la grabadora y dejo que fluya. La mayoría de veces me sale la letra y la melodía, eso lo valoro más porque hay una intención. Así nacieron las mejores canciones», revela. Capturar ese momento de improvisación es lo que más le apasiona. «Las más honestas son acapella y a veces hago juego de rimas, si uso la guitarra o piano para componer», precisa.

La vida es un constante “conectar” y en el arte es un pilar que no debe faltar. Esta conexión no solo se ve plasmada entre el músico y su composición sino también junto a la audiencia. Entiende que como artista aprende mucho, si está con personas que admira es aún mayor. A través de ello, puede tener un vínculo muy especial. Crece gracias y con sus amigos; son una comunidad.

La palabra “comunidad” es una de las que resuena constantemente en la conversación. Compartir lo que eres es importante y es una virtud que necesita nuestro país. Considera que es importante generar esa comunidad, no solo entre personas dedicadas al arte, también con el público. Hoy en día es necesario implementar el valor que tiene, es decir, su visión comunicacional y la forma como ve la vida. De esta manera se crean personas honestas y reales, sin idealizaciones.

Respecto a sus referentes, tiene muchas mujeres que abraza cada día. Lo hace porque han sido un pilar en su crecimiento. Entre ellas se encuentran: Susana Baca, Cecilia Barraza, Cecilia Bracamonte, Bartola y por supuesto representantes importantes como Mon Laferte, Natalia Lafourcade, entre otras.

El arte le permite conocer y palpar la esencia del otro y todo lo que hay detrás de sus composiciones. Luego de conocerlo, rescatas aquello que va con tu estilo y que conecta contigo para potenciarlo. «Juana Molina decía que tenemos como conectores que van con eso que tenemos en nuestro corazón que no sabemos por qué nos gusta pero nos encanta», detalla.

Su objetivo hoy es no copiar, ser sincero con su trabajo y mostrar su verdad. «El ser único deja huella en los demás naturalmente, no posa, no es forzado», reflexiona. En su canción, “Las cosas que tengo por hacer” habla de este tema: la importancia de conocerse para amarse.

Para Carlos, involucrarse en la música implica ser lo más honesto que uno pueda, transmitir momentos bonitos y aquellos que no lo son. La música es un servicio. No se crea pensando en uno mismo o para uno mismo, se hace para los demás.

Su filosofía se basa en exponerse tal cual es. «Sea lo que sea que tengas dentro de ti es necesario sacarlo. No exponerse en el sentido mediático sino sacar el corazón, abrirse y aprender en el camino. La vulnerabilidad la abrazo, cuando ves que hay más dispuestos a crecer juntos, es reconfortante», sincera.

La misión de Carlos Cruzalegui en estos momentos es crear melodías peruanas. «Quiero comunicar un mensaje: unión latinoamericana. Nos estamos olvidando de esa interacción, de esa fraternidad”, comenta. Su anhelo es abrazar a través de sus composiciones el mestizaje, lo que nos hace mejores, lo que nos permite la evolución y esa diversidad tan única que tenemos que abrazar más», concluye.

Escribe: Claudia Valdez (@claudia_valdez_mendoza)