La danza de los negritos de Huánuco ha unido familias por generaciones. Esta tradición ha sido finalmente reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación. Cocktail conversó con Nicolás Miller y Reinaldo Rosales, los huanuqueños de corazón que continúan promoviendo este arte. 

Aunque no toda la historia está escrita, Miller describe el surgimiento de la danza como “el encuentro de los mundos del esclavo y el español”. Muchas versiones coinciden en que los hacendados intentaron modificar el baile de los esclavos para utilizarlos en el proceso de evangelización de la época, llevándolos de fiestas paganas a celebraciones cristianas. 

Con el tiempo, se incorporaron nuevos personajes a la danza en forma satírica, como la dama y el turco, que representan a los hacendados. También ingresaron los abanderados, que portaban las banderas de cada encomienda y  “vigilaban las puertas de ingreso a las haciendas”. Otro, el corochano, apareció luego de la Independencia, era la representación de un malvado subprefecto con una máscara blanca de “ojos grandes, nariz puntiaguda y barba blanca”. 

Sin duda, como dice Nicolás, “la danza en Huánuco es parte de la vida de la gente”, y no hay quien no haya movido los pies al ritmo de esta música. Según cuenta, su primera aproximación al baile fue gracias a su padre, uno de los músicos y bailarines que fundó la “Cofradía de Negritos Jesús Justo Juez”. Esta fue una de las primeras agrupaciones huanuqueñas que aún participa del mes de celebraciones por la Festividad del Niño Jesús. 

Durante los días de celebración, atractivas vestimentas y melodías llenan la ciudad. Pero además del poder de esta tradición para unir a las familias del lugar, Reinaldo resalta que la festividad también resulta un “ingreso para las bandas de músicos y los bordadores de los vestuarios” de la zona. Por ello, espera que pronto termine la pandemia para “volver nuevamente a las calles a danzar con nuestras cuadrillas de los negritos”.

Ahora, con más de 180 cofradías, esta danza ha experimentado una serie de modificaciones “en el afán de buscar nuevos pasos para diferenciarse”. Miller reconoce que fue precisamente su cuadrilla la que propulsó grandes cambios al agregar colores más vivos a las vestimentas y añadir ‘mudanzas’ o secuencias de pasos más alegres. Sin embargo, él y Reinaldo Rosales reconocen que si bien “se tuvo que estilizar el vestuario”, “es muy importante mantener la esencia” de esta manifestación. 

Buscando continuar esta significativa tradición, Nicolás formó una cuadrilla en Lima hace casi 20 años. Desde la capital, intenta “replicar de manera casi idéntica la fiesta que hay en Huánuco”. Con este proyecto, no solo da a conocer su cultura, sino que también da una alternativa a niños y jóvenes para que salgan de las calles y se involucren en el arte. 

Para su amigo y compañero de baile, Reinaldo, esta iniciativa “está sembrando año tras año la cultura del folclore huanuqueño”. Además, saludó que en Madrid esté empezando a gestarse una agrupación de danza de negritos, y espera que este tipo de proyectos sigan creciendo con nuestros compatriotas alrededor del mundo. 

Si bien, personas como Reinaldo y Nicolás promueven orgullosamente su identidad cultural, aún falta mucho por hacer para el desarrollo del folclore en el Perú. Aunque poco a poco se han dado a conocer algunas de nuestras danzas, estos esfuerzos no siempre llegan al interior del país. Por tanto, esperan que este reciente reconocimiento solo sea un primer paso y que se pueda contar con el apoyo del Ministerio de Cultura para continuar difundiendo este gran emblema huanuqueño.

Escribe: Lucía Mayandía (@lucia.mayandia01)