La teoría administrativa define a la empresa como aquella organización o grupo de seres humanos que tiene como objetivo el lucro en términos de beneficio económico. Si bien las empresas tienen iniciativas de apoyo culturales, artísticas y de responsabilidad social, todas ellas tendrán como finalidad el lucro y estarán medidas en términos de rentabilidad. 

Esta ética utilitarista, siendo muy útil para el desarrollo y crecimiento de los negocios, puede ser nociva si es llevada a otros ámbitos como el político, religioso o filosófico. Ya lo vemos en la deformación de fiestas que anteriormente eran profundamente espirituales, como la Navidad, hoy en día convertidas en fiestas comerciales. Ciertamente las empresas tienen un mismo fin en las campañas de Navidad, día de la madre o día de los enamorados: incrementar sus ventas. Difícilmente podemos creer que están realmente comprometidas en tu desarrollo espiritual como persona, o en que profundices en el amor hacia tus padres o tu pareja. 

De la misma forma sucede con los mensajes sociales, recientemente gran cantidad de empresas han mostrado su apoyo al movimiento de reivindicación de la población afroamericana en Estados Unidos y muchas más han cambiado su logo por la bandera LGTB, al menos por un par de días. ¿Significa esto un verdadero apoyo hacia estas causas? Evaluémoslo, si el compromiso fuera real, el mensaje se habría dado especialmente en lugares donde más se necesita dar un mensaje a favor de los derechos de las minorías. Sin embargo, vemos que empresas globales han colocado la bandera LGTB en todas sus sedes menos en países musulmanes como Arabia Saudita o Brunéi donde la homosexualidad está penada con la muerte.

Cuando se les ha preguntado por esto, argumentan que es en respeto a la cultura de dicho país, lo cuál me parece una excusa aún peor pues significa que prefieren respetar la cultura musulmana antes que los principios de muchas iglesias cristianas que tampoco están de acuerdo en este mensaje y que son mayoría en los países occidentales donde sí han cambiado su logo. Tal vez, incluso existan trabajadores dentro de su misma empresa que no estén de acuerdo en que la marca para la que trabajan se pronuncie sobre un mensaje que va en contra de los principios de su religión ¿han sido estas opiniones tomadas en cuenta? ¿o prefieren considerar la ley de la sharía establecida a 10 mil kilómetros de distancia antes que la opinión de sus propios trabajadores que laboran en la oficina del costado?

En resumen, esta forma de abordar los problemas sociales, más que un compromiso real, sostenido y a largo plazo, es darle a una sociedad hedonista una satisfacción momentánea para que sus miembros tengan la sensación de sentirse bien. Tiene el mismo valor nutritivo que la comida chatarra que te venden, la misma profundidad filosófica que sus libros de autoayuda, el mismo amor que los corazones que te da Instagram y el mismo interés por tu persona que tiene Facebook cuando te pregunta en qué estás pensando. Una estrategia de Marketing que solo puede echar raíces en esta sociedad fatua, superficial, vacía, sin espíritu crítico y que se contenta con alimentar su ego de las migajas que arroja una campaña viral.

RAFAEL AITA

Ingeniero industrial (Universidad de Lima), Magíster en Administración Estratégica (CENTRUM-Católica), MBA (MSM – Holanda). Docente, investigador y expositor en conferencias internacionales en América, Europa y Asia.  Autor del libro El Secreto del Último Inca.