Un niño nació en primavera, en la Toscana rural a las afueras de Florencia. Hijo ilegítimo de un notario y una campesina. A pesar de no ser un hijo dentro del matrimonio, es adoptado por su padre, quien paga sus estudios para que se forme en las letras y ciencias desde su hogar. No heredó las tierras ni la profesión de su padre, pero esto en vez de perjudicarlo y hundirlo fue lo que le concedió la posibilidad de observar y explorar todo a su alrededor, de entender la naturaleza a un nivel que nunca había sido comprendida antes y de empezar a crear. La grandeza comenzó con un niño que no pudo ser lo que su padre fue y se volvió muchísimo más. Estamos hablando de nada menos que de uno de los artistas que marcaron la historia y una de las mentes más brillantes del renacimiento: el gran inventor y pintor Leonardo Da Vinci.
Se dice que para entender al hombre hay que entender su época, pues somos todos hijos e hijas de la historia y de su contexto. Leonardo fue uno de los hijos dorados del Renacimiento Italiano. En la época que vivió se estaban dando grandes cambios en cómo se percibía el arte y al artista en su medio. Se abandona el oscurantismo medieval y el anonimato. El artista renacentista surge como un pensador e investigador de la época, muestra fascinación y curiosidad por la individualidad del ser en su medio y esto se ve reflejado en las pinturas, esculturas y arte en general. Vuelve el estudio clásico greco romano de la anatomía y la belleza del desnudo, ya que la religión que imponía como pecado el desnudo se torna menos poderosa. Se vuelve a ahondar en la filosofía, en específico los grandes pensadores griegos como Platón, Sócrates o Aristóteles.
Además, aparece una nueva técnica para pintar: la disolución de pigmento en una base aceitosa que más adelante será conocido como pintura al óleo y que perdura hasta nuestros días. También se separa el oficio de artista y artesano. El artesano era parte de un colectivo y no necesariamente firmaba sus trabajos; en cambio, el artista surge como un ser individual que aplica su forma original de ver la realidad. Aparecen nombres y apellidos.
Leonardo desde temprana edad mostró vocación y curiosidad por aprender e investigar. Al crecer en la Toscana rural era de esperarse que sus primeras aproximaciones al dibujo fueran paisajes naturales y sus elementos. La naturaleza influenció en su manera de pensar y a raíz de esto en su arte. Hacía muchos dibujos al natural de plantas, flores, árboles, animales, insectos, el movimiento del agua y paisajes. En su adolescencia, pasó a trabajar en el taller de Andrea Verrocchio, en Florencia. Este le dio las bases de la pintura y el dibujo; además, le enseñó el arte de la metalurgia, carpintería, química y mecánica.
En esta época era común que el aspirante a artista se formara en el taller de otro artista consagrado de una generación anterior, que en este caso fue Verrocchio. Él tenía contacto con los Medici, una de las familias más ricas y poderosas de Italia, que fungían como mecenas. Ellos encargaban obras a pedido del taller de su mentor. Una de estas obras es la famosa pintura Battesimo di Cristo de Verrocchio, en la cual a Leonardo se le permite pintar un ángel y demuestra igual o mejor dominio de la técnica que su propio maestro. Verrocchio sintió fascinación pero también tristeza: su alumno con menor edad ya lo había desplazado.
A Leonardo le interesaban tanto los retos técnicos como los artísticos. Con 20 años se registra en el sindicato de pintores de la ciudad y desde allí no dejó los pinceles hasta el día de su muerte. Da Vinci tenía relación con la familia Medici, importantes contactos que consiguió en el taller de Verrocchio; más adelante consiguió otros mecenas, quienes pagarían sus estadías y trabajos a expensas. Él era un hombre encantador que sabía hacer contactos y mantenerlos. Leonardo quería ser el mejor, pero no era el único: había una alta competencia ya que era Italia, más aún Florencia, la cuna del Renacimiento. Surgen figuras como Botticelli, Rafael o el gran Miguel Ángel; en esa época más joven y menor que Leonardo, pero igual de talentoso. Ambos artistas tuvieron constantes roces debido a sus personalidades opuestas y el rencor que probablemente le guardaba Miguel Ángel por sentir que Da Vinci obtenía todo “fácil” gracias a sus incontables mecenas. Florencia era muy pequeña para ellos dos.
Leonardo viajó mucho. Se traslada de Florencia a Milán en busca de nuevas oportunidades. La ciudad era un centro de producción de armas y de tecnología militar. Entabla relaciones con el hombre más importante de Milán, el duque Ludovico. Es allí que pinta la conocida Última Cena para los Sforza. Buscó representar el pasaje bíblico de una manera más humana, la cual ahonda en la psicología de los personajes, la sorpresa del momento y las expresiones faciales y físicas de saber que uno de los suyos será el que traicione a Jesús.
Al alcanzar la madurez, su interés por los pinceles decae y se centra más en su faceta de inventor y mecánico. Vuelve a Florencia, donde ofrece sus servicios a Borgia. Leonardo diseña varias máquinas de guerra para el ejército. También pinta la reconocida y misteriosa Mona Lisa, pintura que conservó con él hasta el fin de sus días. Viaja también por Venecia. Leonardo no era realmente un hombre devoto, tuvo problemas con la iglesia varias veces por diseccionar cadáveres de animales y humanos a escondidas para entender cómo funcionaban los órganos y los músculos. Es gracias a esto que sus estudios de anatomía científica llegaron al nivel de precisión que tenía.
A los 60 años es llamado por el rey Francisco I. Leonardo acepta y va a Francia a pasar sus últimos años de manera acomodada en el castillo que el rey le había ofrecido, el Clos-Lucé. Con miles de esbozos detrás y muchas pinturas adoradas por la clase burguesa, Leonardo era el artista al que otros imitaban. Tal era el cariño y admiración del rey francés por el artista que se dice que Leonardo murió en los brazos de este. La cama en la cual expiró nunca fue retirada del palacio. Actualmente sus obras más grandes como San Giovanni Batista, La Belle Ferronière o La Vergine Delle Rocce se encuentran en el país donde dio su último suspiro: Francia.
Desde el estudio al natural, dibujos botánicos a disección de cadáveres y tomos enteros dedicados a la investigación anatómica, no había nada que el mayor exponente del Renacimiento no pudiera hacer. Leonardo, inteligente y suspicaz, sabía elegir el momento en el cual posicionarse. Fue pionero, investigador y pensador. Un hombre carismático que tuvo que reprimir una parte de sus pasiones carnales debido al pensamiento homofóbico de la época. Fue tan devoto como amante empedernido hacia las artes. Da Vinci lo quería todo. Pintó y creó hasta sus últimos días. El Renacimiento significa volver a nacer y Leonardo nació y vivió incontables veces.
Aunque pudo ejercer diferentes oficios, siempre fue muy solicitado como retratista y pintor. Los gestos en sus pinturas nos hablan, nos susurran su nombre y todo lo que tuvo que pasar para llegar a la grandeza. Hace más de doscientos años el retrato de una mujer llegó al museo de Louvre. Fue robada en 1911, causó completa conmoción, las personas hacían fila para ver el hueco en la pared, la falta del cuadro. Fue recuperada dos años después. Ella le sonrió al mundo y el mundo le sonrió devuelta: nacieron libros, dibujos, documentales, ficciones, poemas y canciones. Miles de personas asisten día a día para verla y develar el misterio de esta mujer y de su creador. Se volvió el cuadro más famoso de la historia y fue entonces que el mundo supo quién fue el hombre que conquistó la realidad.