Para muchos, el automovilismo puede resultar aburrido. Sin embargo, a veces despierta la emoción y eleva los niveles de adrenalina en cada vuelta que las máquinas dan en el circuito. Esta pasión ha ido creciendo con el paso de los años en el Perú.

El culto hacia el automovilismo deportivo apareció casi con la llegada de los primeros coches a motor, como aquel rally entre Lima y La Punta de 1907. No obstante, como parte de las dos grandes vertientes de ruta y circuito, debemos citar tres por su importancia a lo largo de la historia del automovilismo peruano.

Entre las primeras, tenemos al Premio Presidente de la República, que se corrió desde 1939 cada 01 de mayo, y el Gran Premio Nacional de Carretera Caminos del Inca desde 1966. Sin lugar a dudas, la más emblemática fue Las Seis Horas Peruanas, que se realizó desde 1964 en el circuito callejero del Campo de Marte ante la ausencia de un autódromo capitalino. Esta se convirtió en una carrera icónica, la cual tiene lugar hasta el día de hoy.

La historia nos remonta hasta 1907, donde el formato de carrera Raid o carrera por el desierto se desarrollaba durante varias semanas. Recorrían cientos de kilómetros todos los días para ir de un punto a otro. Muchas veces los caminos no estaban señalizados ni delimitados, por lo que los pilotos tenían que demostrar su habilidad y resistencia. Luego, el Touring y el Automóvil Club del Perú organizaron la primera carrera de velocidad en 1924, que comprendía un recorrido de 600 kilómetros por Las Lomas, Chincha y Lima.

En 1942, se constituyó oficialmente el Automóvil Club del Perú, después el Club de Automóviles Sporten en 1956; el Automóvil Club del Cusco en 1958 y el Automóvil Club de Arequipa en 1959. Estas organizaciones fueron conocidas como clubes de base, que en 1979 dieron origen al Consejo Nacional de Deportes Automotores, cuya función principal era supervisar, organizar y regular la competencia dentro del territorio nacional.

Crear una fórmula de categoría en el Perú ha sido un sueño de varias generaciones. Afortunadamente, se hizo realidad en 1988, cuando la Federación Peruana de Automovilismo Deportivo (FEPAD), encabezada por Uldarico Osio, creó la Comisión Peruana de Fórmula 3. Aquí comienza el viaje hacia Argentina, Chile y Uruguay, donde se desarrolla el desafío del automóvil. Luego de un exhaustivo análisis, se eligió como proveedor del auto al fabricante argentino Tulio Crespi, un reconocido preparador que destacó en el montaje de vehículos.

A pesar de las expectativas, la Fórmula 3 solo duró de 1990 a 1996. El declive comenzó en 1993, cuando los patrocinadores que dejaron de financiar al equipo y se retiraron gradualmente. Además, la desfavorable situación económica también fue uno de los motivos del despido.

Por otro lado, nuestro país también cuenta con su propia categoría de Fórmula V o Autodinámica, nacida en la década de 1970 en el Club de Automóviles Sport CAS. Es probable que esta sea la precursora de la Fórmula Motorsport en Perú. En la Fórmula V, los coches de carreras eran monoplazas pequeños y de baja potencia con motores VW  de 1300 cc. Su velocidad alcanzó los 150 kilómetros.

Por primera vez, los competidores tomaron el circuito callejero de La Herradura, Real Felipe y Collique. Desafortunadamente, esta categoría tampoco tiene un significado amplio. También se construyeron prototipos. El pionero en la creación de tal unidad fue Alberto Pillado, quien introdujo el Kuntur-P1, basado en el diseño del chasis Lotus 18 en la carrera de las 6 Horas del Perú de 1971. Pese a la compra de moldes de carrocería y marco, la producción en serie del modelo no se llevó a cabo.

Finalmente, nos fijamos en el Proto-Rex, un prototipo desarrollado por Pablo y Francisco Araneta. La unidad debutó en Las 6 Horas Peruanas de 1973, antes de una carrera en el Autódromo de Yahuarcocha en Ecuador. Sufrió el mismo destino que el primer prototipo y no se produjo en masa. Esta es una breve vuelta al origen del automovilismo peruano, una de las prácticas que todavía tiene lugar en nuestro país y cada vez toma mayor relevancia.

Escribe: Omar Sarmiento