El vino naranja está triunfando en los restaurantes de todo el mundo y, a pesar de ciertos recelos, no deja de ser un producto ancestral.

En los últimos años, las mesas de los restaurantes más prestigiosos han servido botellas de vino naranja. El cuarto color no tiene nada que ver con los cítricos. Es un vino de uva que servido adquiere el intenso color de su nombre.

Estos deben su éxito a su imagen de alto nivel en tendencia en redes. Una cualidad que ha favorecido el triunfo mundial del Aperol Sprizz. Sin embargo, no se trata de una ocurrencia estrafalaria como el vino azul, ya que su producción es milenaria.

Son vinos crudos sin filtrar, con olor y sabor natural, de una acidez bajísima, frescos pero de longevidad e importante estructura. A menudo se le atribuyen toques de notas cítricas y tostadas. El gusto puede resultar desconcertante, pero si se supera el prejuicio, pueden ofrecer gran satisfacción.

En general, son fáciles de beber y maridan con varias comidas. Se pueden combinar con pescado crudo o cocina brasileña. Son ideales para quitar la grasa del pescado con su sabor. Por eso tienen éxito en Japón e incluso en la cuna de ortodoxia vinícola, los chefs franceses están integrándolos.

En comparación con 2018 y 2019, las ventas del vino naranja aumentaron un 27% en el primer semestre de este año. Hoy tenemos cien veces más en el mercado que hace 15 años y algunas botellas son carísimas. Han fascinado a los jóvenes que buscan una alternativa no convencional.

La denominación es una exitosa operación de marketing. Fue inventada por un importador hace 15 años para describirla como una novedad. En la actualidad, sabemos que esta técnica viene de una tradición milenaria, que hoy nos permite obtener vinos excelentes.

Es más correcto llamarlos vinos de maceración o vinos brisados. Todos los vinos blancos del pasado se elaboraban el mismo proceso: la maceración de hollejos. Un proceso de corta duración necesario para fermentarlo, ya que no existían las levaduras necesarias. Era una práctica para obtener vinos más estructurados. Varias hipótesis sugieren estos fueron los primeros vinos de la historia. Puesto que ya se producían hace seis mil años en la región del Cáucaso. Tradicionalmente, estos vinos se envejecían en vasijas de barro, para ser enterrados y retirados después de la curación de las uvas. Algunos productores han conservado estos métodos, mientras que otros crían sus uvas en acero inoxidable o roble.

Georgia, Eslovenia, el noreste de Italia, y las naciones balcánicas son históricamente sus principales y más antiguos productores. Pero este método está ganando terreno, hoy los encontramos en Bulgaria, Austria, Alemania, Francia y España.

Algunos productores intentaron adueñarse del concepto del vino naranja, para que las dos definiciones «natural» y «naranja» sean iguales. Es cierto que el contacto prolongado con los hollejos consigue una conservación natural, pero no todos los vinos naturales son naranja ni todos los vinos naranja son naturales. Además, la mayoría son elaborados con poco o ningún aditivo. En algunos casos, se utilizan cepas poco predispuestas y por periodos demasiado prolongados. Ocultando así, las características aromáticas y organolépticas conferidas por la vid y el suelo.

Los vinos brisados no siempre son naranjas, pueden variar desde amarillo, salmón, y albaricoque tostado, hasta marrón claro. Definirlos como naranjas es limitante, si bien utilizamos los colores para definir otros vinos, como los tintos y blancos, en esos casos nos referimos al color de la uva. Mientras que, los vinos rosados, que se producen principalmente con las uvas tintas, mantienen el término porque, sin importar el método, al final seguirá teniendo ese tinte. Aunque, como el mercado y el Instagram mandan, lo más probable es que se apueste por un naranja más despampanante.

Escribe: Alberto Barbieri