Ninguna sociedad es perfecta, pero hay algunas más llenas de defectos que otras y la peruana no es la excepción. Se viven tiempos en que la sensación es de retroceso social y económico. Y el teatro, que resurge de las cenizas como el ave fénix después de la pandemia, nos expone con uno de sus representantes más ilustres, el francés Jean-Baptiste Poquelin, Molière, costumbres y defectos sociales que son urgente corregir.

“El misántropo o el atrabiliario amoroso” escrito en lo que podría pensarse como un lejano 1666, nos presenta la amarga meditación de un hombre desengañado que desea retirarse del mundo. Toda la obra tiene un tono filosófico en la que Molière critica un tipo de sociedad que existe y al parecer seguirá vigente mucho tiempo más: la que cultiva la hipocresía, el esnobismo y manierismo social  como estandartes de un tipo de arte y alta cultura.

Este clásico del teatro y la literatura universal que nos cuenta la historia de Alcestes, un misántropo, que detesta al género humano, y que a la vez está enamorado de Celimea, mujer que encarna todos los vicios que él desprecia de la sociedad, se presenta en el Teatro de la Alianza Francesa de Lima bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra, en el marco de los 400 años del nacimiento del célebre dramaturgo francés.

Molière escribió esta transcendental obra bajo difíciles circunstancias personales. La prohibición de una obra anterior “Tartufo y Don Juan”, los agresivos ataques contra su persona, la muerte de su hijo, su incipiente tuberculosis y sus problemas económicos se perciben en el tono amargo de la obra, que en un primer momento el público acogió con desconcierto, tanto así que el autor decidió componer otra pieza de forma inmediata.

En la puesta en escena de Gamarra resalto el tipo y la forma de la escenografía y el vestuario a cargo de Lorenzo Albani, graduado de la Escuela Nacional Theatre of Strasbourg. Las actuaciones del numeroso elenco (para las circunstancias de hoy) son dispares, destacando del conjunto la estupenda reaparición de Amaranta Kun (como Celimea, el objeto de la disyuntiva de El Misántropo), la energía de Anaí Padilla y el carisma del personaje de Óscar Yepez. Completan el reparto: Olga Acosta, Diego Pérez, Alejandro Tagle, Alonso Cano y Angela Solis.

Punto aparte me merece un comentario el protagonista Fernando Luque, de quien siempre he dicho y escrito que es uno de nuestros mejores actores de teatro de esta generación, pero que lo estamos viendo repetirse más seguido de lo normal. Hace poco conversé con él por una obra contemporánea (donde su actuación me gustó más) y sé cómo se entrega en cuerpo y alma a cada nuevo proyecto, pero me gustaría verlo en otro papel completamente distinto a los que ya nos tiene acostumbrados (el atribulado protagonista de época).

Con todo “El Misántropo” vale la pena verla, por lo que significa para la historia del teatro y por lo que expone: lados del ser humano que creemos correctos porque los damos como normales, pero solo demuestran la miseria a la que puede llegar la humanidad por conseguir lo que cree importante. Bajo la coproducción de la Alianza Francesa de Lima, la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (ENSAD) y Éxodo Teatro, “El Misántropo” de Molière va hasta el 10 de septiembre, de jueves a sábado a las 8:00 p.m.

Escribe Omar Amorós @carlomar