Cuando Lou Rottman regresó a Lima para establecerse hace unos quince meses, la visión que pululaba en su cabeza era la de abrir un buen bar en Barranco. La experiencia que lo motivaba a aventurarse en la noche barranquina fue el éxito de Franklin, el restaurante que tiene en sociedad con su padre, Arnie, a unas cuadras de Bottega Dasso. Esto lo tenía a Lou, de 25 años, animado a seguir apostando por la restauración, cuando su camino de vida, inicialmente, transitaba por otras lides. En la calurosa Miami estudió ciencias políticas (quería ser abogado), para luego emprender con su propia compañía de seguros. Es así que, en plena pandemia, cuando ya estaba por Lima nuevamente para cuidar sus intereses en Franklin, llegó a sus oídos la noticia de que los dueños de Bottega Dasso querían traspasar el negocio. “No lo podría creer”, cuenta. “Era mi bar preferido cuando visitaba Lima”, añade. El joven empresario no lo pensó dos veces y se comunicó con cuatro de sus mejores amigos en Miami para exponerles la oportunidad, y a la brevedad dieron su conformidad y pescaron uno de los mejores bares de la ciudad. Allí comenzó una nueva historia para este recinto. 

Se vienen cambios en Bottega Dasso con el fin de sacarle el máximo provecho a sus más de 300 m2. Inicialmente se dividirá en dos espacios con personalidad propia. El ingreso seguirá siendo Bottega Dasso con su vibra de siempre: un bar/café/lounge donde los tiempos son pausados, con una amena arquitectura, que hoy se nutre de un poco de arte con los grabados de Andrés Arguelles, que le dan un refresco visual y algo de color. En la barra Jhon Hallasi comanda los insumos con una coctelería clásica pero con toques modernos. Hallasi lleva ya cuatro años creando cócteles y poco a poco fue perfilando su estilo hacia los aperitivos. Antes su norte pasaba por lo frutado, algo tiki, pero en Bottega el público era otro, así que fue modulando sus onzeras hasta llegar al nivel que hoy tiene en carta. Ya con un camino claro, siguen en la barra, por ejemplo, el Pharmacy, un cocktail estructurado, con niveles de complejidad que se sienten desde el primer sorbo. Va con tequila Jimador Reposado, un poco de vermut bianco, limón Tahití, jarabe de tomillo, prosecco y absenta con infusión de coca.

Pero la madre del cordero estará en el salón posterior. Allí cobrará vida Bullion, un restobar que elevará los estándares de calidad y creatividad en la zona. Si vas por estos días notarás la diferencia, comenzando con el arte, ya que las obras de 

Silvana Pestana, Abel Bentín y Andrés Arguelles, recorren todos los rincones. Es más, la vajilla para los cocteles estará a cargo de Bentín, todo un lujo. El retapizado de las sillas con cuero gamuza, el reabastecimiento de barras, la luz dispuesta en un juego de claroscuros, la nueva zona de muebles a la entrada, neones y el techo cubierto de espejos que fácilmente haría pensar en cualquier espacio americano de otrora, así como carta de puros 100% auténticos de La Casa del Habano, dan vida a Bullion. “Bullion significa lingote de oro en francés. Y estará a cargo de uno de mis socios: David Maya, chef conocido por su trabajo en los restaurantes Alinea (Chicago, USA), In Situ (San Francisco, USA), Che Fico (San Francisco, USA) y Spiaggia (Chicago, USA). Esta es su primera experiencia como socio/dueño, lo que lo tiene a mil por hora”, cuenta Lou. Será una cocina de autor, muy singular, ya que Maya es venezolano, criado en Miami y judío.