Mi calificación: 4.6 /5

Nivel de spoiler: 1/5

Clasificación: R+18

Dónde la veo: Netflix

Jane Campion se llevó la estatuilla del Óscar como mejor directora y se lo tiene bien merecido porque su película El poder del perro es una apuesta que arriesga a los silencios, a grandes planos generales, un ritmo lento, ideal para un espectador voyerista, diálogos que se adelantan a los hechos sin spoilers previstos. Constantemente, vemos el final, pero nos entrampamos con el mundo interior de los personajes.

Definitivamente, estamos ante una gran película de Campion y vuelve con esa sensibilidad agreste y sucia que vimos 30 años atrás con The piano, y que siempre nos termina atrapando como espectadores.

Un primer punto a destacar es el tratamiento cinematográfico de la naturaleza: Un narrador omnipresente y mudo que constantemente nos muestra su poder en el destino de la humanidad. Planos generales donde el ser humano es apenas un punto dentro de la vasta naturaleza y que nos invitan a contemplarla en su inmensidad. Es lo que Kant dice en su Crítica del juicio, cuando habla de lo sublime: esa sensación de enormidad (no solo física sino metafísica) que nos sobrepasa, pero nos interpela.

En cuanto al género, podríamos decir que es un western que, en su fotografía, rinde un homenaje a The Searchers de John Ford (Winton C. Hoch – fotógrafo) pero que dramáticamente se aleja de los cánones propios del western clásico o en todo caso, los cuestiona como lo hizo en su momento, el autor de la novela homónima, Thomas Savage. Un cuestionamiento que tiene que ver con legitimar socialmente una masculinidad ruda y reprimida de emociones delicadas. En este sentido, El poder del perro presenta un escenario distinto a lo que, años atrás, nos mostraba Ang Lee con Brokeback Mountain (2005). Aquí la homosexualidad no es el tema de fondo, sino la discriminación por no ser un hombre rudo que está obligado a reprimir sus emociones.  

Campion avanza con esta temática y narrativamente, es como si con cada capítulo, va desenrollando una pintura que suponemos qué es, pero queremos asegurarnos que estamos en lo cierto. Por eso, es un western que se va convirtiendo, lentamente, en un thriller. Y es por esta virtud anterior que toleramos su ritmo pausado, porque conforme se va desarrollando la trama, la directora nos llena la cabeza de suposiciones, de posibilidades, de conjeturas, de falsas pistas que nos mantienen en tensión durante los 128 minutos de película.

Finalmente, otro placer en esta película es la actuación de sus protagonistas: Benedict Cumberbatch, Kirsten Dunst, Jesse Plemons y Kodi Smit-McPhee contribuyen a plasmar esa atmosfera tensa y a punto de explotar que vivenciamos como espectadores.

Resumiendo: El poder del perro es una gran película que podría haber ganado, fácilmente, la estatuilla del Óscar a mejor película y a mejor guion sin provocar una queja entre los seguidores de la otra gran película, CODA.  Pero la vida es así: No siempre se gana y sobre gustos y colores no han escrito los autores.

Sobre el autor:

Héctor Makishi Matsuda es filósofo y comunicador social. Sus intereses están orientados en la gestión cultural y eso lo ha llevado por variadas experiencias como director de revistas culturales e intelectuales y productor artísticos de conciertos con Luis Alberto Spinetta y Nito Mestre. Ha sido docente de filosofía y latín en centros educativos en Buenos Aires y Guayaquil.

Tiene un blog de crítica audiovisual “Cine consentido” y actualmente, es presidente de la Asociación Civil sin fines de lucro “Ágora” que se dedica a la formación juvenil en temas de Humanidades.

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Escribe: Héctor Makishi Matsuda