Muchos tuvieron su primer contacto con el whisky japonés en un anuncio de Bill Murray. Para otros, las noticias sobre su excelencia los hace recordar. Sin embargo, lo cierto es que Japón los ha fabricado hace más de un siglo. Su versión más moderna se debe al importante trabajo de tres personajes.

El primero, Shinjiro Torii, fue un destilador que fundó Suntory a principios del siglo XX. El segundo, fue su empleado, Masataka Taketsuru. Un joven que en 1918 se fue a estudiar destilería a Escocia. Y la tercera, Rita Cowan, la mujer que tras perder a su prometido en la guerra, conoció el amor en Masataka. Estos dos últimos, se unieron pese a la oposición de ambas familias, cimentando otra de las grandes empresas del whisky japonés, Nikka. Los tres, dieron con la industria que décadas después empezaría a despegar. 

Según Roger Rueda, propietario del bar Dr. Lagarto en España, la primera diferencia entre las industrias de Escocia y Japón es que en la primera, las destilerías intercambian whiskys para crear mezclas. Mientras que en la segunda toda mezcla debe proceder de la misma marca o destilería.  

Los japoneses también se distinguen por sus innovaciones. Por ejemplo, el uso del roble mizunara, una especie permeable que brinda sutiles toques picantes. Hoy en día, destilerías de otros sitios ya las han adoptado.

“Son whiskys más ligeros y equilibrados. Tuvieron que adaptarlos al paladar local, por eso sus whiskys son armónicos con excelente acabado”.

Comenta Rueda.

Algo que también señaló Roger es que los primeros whiskys escoceses en Japón funcionaron, pero que al intentar reproducirlos no gustaron.

No obstante, la industria tiene algunos problemas. Los productores están cansados de que cualquier producto se haga pasar como japonés. Explica Emma Briones, juez de los World Whisky Awards, que pusieron en marcha una normativa para evitar que los whiskys mezclados con su receta, se etiquetaran como whisky japonés. 

Por ello, Briones recomienda no fiarse de las etiquetas. Asimismo, señala que la regulación está enfocada más en los impuestos que en las DO. “No se le da importancia al tema”. Con el éxito generado, los productores quieren evitar que se desvirtúe su producto. Ese compromiso de transparencia combatirá a los mercantilistas que presentan botellas con precios injustificados. Para Emma, la etiqueta es lo de menos, pueden existir buenos whiskys sin sellos fraudulentos.

Ambos entrevistados, señalan que para empezar hay que investigar. En la gama baja de precios debe saberse que el Nikka ha dejado de considerarse whisky japonés por contener escocés en la mezcla. Y que una buena opción para iniciarse en la categoría es el Hibiki.

¿Y hay que beberlo solo? Rueda explica “que el 40% de los japoneses carece de una proteína que ayuda a digerir el alcohol”. Dando como resultado la costumbre de tomarlo con agua o soda. El equivalente al boom occidental del gin-tonic, lo tuvieron ellos con los highballs enlatados. 

Rueda señala que la gran virtud del highball, es hacer un reflejo del vino, tanto en graduación como en ligereza. Haciendo una bebida disfrutable, sacando el máximo partido, para incluso integrarlo como acompañamiento.

“En Japón puedes comprar hasta botellas de 4 litros. Se toma como sangría, es otro modo de entenderlo. El agua aflora todos los perfiles del whisky”.

Roger Rueda, bartender.

Finalmente, Briones comenta que la tardanza de España en el boom no ha permitido el ingreso oportuno de existencias en el mercado. “Las marcas niponas saben que su apuesta de calidad es el futuro”. Por lo que, la producción no puede sacrificarse. Para la experta, el futuro del whisky no está en el lugar sino en el concepto. En las miles de destilerías artesanales a lo largo del globo. “Está por venir”.

Escribe: Mar Calpena