El hombre más poderoso de Corea del Sur ha muerto. Lee Kun-hee, empresario que convirtió a Samsung en un gigante tecnológico, falleció el último domingo a los 78 años como consecuencia de un infarto que lo indujo al coma del que nunca despertó. Esta es la segunda y última despedida del magnate, quien se alejó de sus funciones en 2014, pero mantuvo el título de presidente. Se espera que su hijo, Lee Jae-yong, asuma el control total del Grupo Samsung luego de ejercer las funciones de su padre durante los 6 años que estuvo inconsciente.

La corporación recordó a Lee como un “verdadero visionario que transformó a Samsung en el líder mundial en innovación y potencia industrial” en el comunicado que confirma su muerte. Calificativos similares llenaron las páginas de los diarios en la llama ‘República de Samsung’ dada su enorme influencia en el crecimiento del país, pues alrededor del 20% del PBI que produce Corea del Sur es aportado por dicha empresa.

El principio

Samsung inició su historia en 1930 como una pequeña empresa bajo el mando del padre de Lee, Lee Byung-chul. No hubo mayores cambios en los próximos cincuenta años. Es recién a finales de los años ochenta, tras la muerte de su padre, que Lee Kun-hee asume el mando e ingresa al mercado de las tarjetas de memoria. Para asegurar su éxito, implementó medidas más rigurosas de control de calidad y exhortó a sus trabajadores a “cambiar todo menos a su esposa e hijos”, en pos del crecimiento de Samsung.

El liderazgo de Lee internacionalizó Samsung y diversificó sus inversiones y servicios hasta volverlo el titán que conocemos hoy. En la actualidad es un proveedor clave de chips de memoria y pantallas para fabricantes de la talla de Apple y Huawei. Cuenta con 424,8 billones de wones (376.000 millones de dólares) en activos, según la Comisión de Comercio Justo del país.

Escándalos

El magnate asiático fue un personaje tan admirado como controvertido. Y es que su vida y carrera no fueron inmunes al escándalo. En dos oportunidades fue acusado, investigado y condenado por la justicia surcoreana. La primera vez fue en 1996, por acusaciones de soborno a políticos; la segunda, en 2008, por cargos de evasión fiscal. En ambas ocasiones las penas fueron reducidas tras la apelación de su defensa y fue absuelto por indultos presidenciales.

Por el momento no queda claro cuál será el siguiente paso para la empresa más importante de la cuarta economía de Asia. Pero este parece ser el final de una era.

Escribe: Marisol Alvarado