Mi madre detesta las canas con la misma pasión con la que yo detesto la idea de pasar tres horas en el salón de belleza tiñéndomelas. Claro, eso es luego de superar el hecho de que debo comprar tres tubos de color, debido a lo particularmente necias que son las mías y la inmensa cantidad de cabello que tengo. No importa qué tan bueno sea el tinte, siete días después las raíces estarán ahí, plateadas y en todo su esplendor.

Puedo evocar el momento exacto en que juré que nunca permitiría que mis canas vieran el sol como digna hija, pero a la fecha,| tengo ya varios años que falté a mi palabra. Al final,  hay una diferencia filosofal entre mamá y yo: ella y la vejez andan peleadas desde hace mucho tiempo y por lo que a mí me toca, a mis 49 años el color de mi pelo, para su desilusión, dejó de ser una de mis prioridades.

Empecé a cambiar de opinión cuando chicas de menos de 25 años se coloreaban el cabello de gris y se veían geniales en Instagram- por favor obviemos que les llevo unos 25 años de “ventaja”- influenciadas por el cosplay, pero imitando a sus homónimas adolescentes de la Edad Media, quienes tenían los suyos de blanco para reafirmar la virtuosidad tan valorada en esos tiempos.

Para ese entonces, el  color preferido era el rubio. En ese sentido, aclararlo era cuestión de  echar vino blanco y miel en la melena, para después dejar reposar la mezcla toda la noche. Algunas recetas medievales aconsejaban embadurnar el cabello con aceite de oliva para mantenerlo lustroso. El pelo blanco, el extremo del espectro,  también tenía una significación mágica y angelical.

Sin embargo, los hombres también se tintaban de rubio usando la retama[1] , al igual que las mujeres. El rubio sigue siendo el color preferido alrededor del mundo. Aquella Francia del siglo XVIII, también, sin embargo, esas fabulosas pelucas que en un principio eran rubias, castañas o pelirrojas pasaron a ser grisáceas y blancas, no porque esa fuese la intención, sino porque no la lavaban y los piojos las amaban.

Para desinfectarlas, las empolvaban y no precisamente con talcos para bebé, sino a  base de huesos de ternera y oveja triturados, aserrín, almidón de arroz y [2]antimonio, bautizándolas con perfumes que ocultaran su mal olor. La percepción de que las canas eran símbolo de sabiduría, experiencia y cordura empezó a cambiar cuando la Reina Victoria de Inglaterra emergió de sus tres años de encierro con la cabeza totalmente blanca, obesa y vistiendo de negro. Apenas se le reconocía.

El beso de muerte para las canas femeninas lo dio el químico francés Eugene Schueller, ya que en 1907 creó el primer color de cabello con fines comerciales y para teñirse en casa. La marca se llamó Aureole, conocida actualmente como L’Oréal. En la década de los 1950s, teñirse y ocultar las canas era secreto de estado.

Recuerden que el sueño americano también surge en esa época y ser una dama, esposa y madre perfecta era parte de esa imagen de posguerra que se vendía. Aunque a finales de los convulsivos 60s, el estereotipo femenino cambió, aunque no fue para mejorar: de mujer perfecta a parecer muñeca, en un intento de aferrarse a mejores tiempos.

La moda se encargó de eso con pestañas enormes, lazos, risos rubios y vestidos cortos aniñados. En los 80s y 90s empieza a surgir la cultura de la eterna juventud, así que las canas fueron un no rotundo, sin embargo, las canas en las cabelleras masculinas habían incrementado su valor, especialmente aquellas ubicadas en ambas sienes.

Las redes sociales, así como las protagonistas del Manga y Anime[3] han volteado la torta, impulsando desde el platinado al blanco y no olvidemos la ola de adultos mayores super trendy que han invadido  la industria de la moda con mucho estilo y, por supuesto, con fabulosas canas. Plataformas como Pinterest registraron un aumento de casi el 900% en las búsquedas sobre “dejar salir las canas” en el 2019 y  L’Oréal nombró al plateado el color del año.

Mi madre me dijo varias veces que dejarme las canas era signo de dejadez y que me vería mucho más mayor de la cuenta. La verdad es que eso me desanimó varias veces hasta que no lo pensé más y salí a descolorarme el cabello para convertirme en rubia. Mi cabeza es casi blanca y con mucho gris, excepto el área de la nuca que permanece negra por alguna razón genética, imagino. Cuando el color rubio iba por la mitad, no aguanté y pedí que me cortasen el pelo para terminar con la locura en mi cabellera.

Ahora, para muchos, el significado de las canas es otro: confianza  y carácter. Personalidades como la Reina Letizia de España las exhiben hace ya un buen tiempo. Modelos y artistas se han sumado a darle aire a las canas. La cuarentena también ha contribuido a que muchas se animen a dar “el paso”, decisión tomada inicialmente más por necesidad que por deseo, pero para jóvenes generaciones como los centennials, lucirlas es algo cool. Yo, por cierto, me siento genial.


[1] Arbusto muy ramificado, no espinoso, de ramas cilíndricas, estriadas, de color gris blanquecino, hojas escasas, pequeñas y lanceoladas, flores solitarias o agrupadas en racimo, de color amarillo y fruto en legumbre de forma alargada. Crece en matorrales y terrenos rocosos y secos de la montaña.

[2] Elemento químico de número atómico 51, masa atómica 121,75 y símbolo Sb ; es un elemento semi metálico de color blanco azulado, brillante y frágil, que principalmente se obtiene como subproducto al refinar minerales de cobre y plomo; se usa para hacer tipos de imprenta y en aleaciones.

[3] Manga y anime son dos de las formas artísticas más reconocidas del Japón moderno. El primero es un cómic  y , el segundo es un dibujo animado.

KATIA RÍOS MILLARES

Graduada de Interiores (PUCMM 1991)  y   Diseño de Moda (Chavón 1995), 8 años de experiencia en manufactura textil, merchandising  y  lavados (Grupo M) para marcas como Hugo Boss, Tommy Hilfiger, Nike y Carters.
Entrenamiento textil en The Collage of Textiles NA, EEUUA.  Auditora de calidad  certificada ISO 9000, Consultora Textil para Consejo Nacional de Competitividad  y el Banco Interamericano de Desarrollo.  Gerente de Proyectos para el sector de desarrollo a nivel internacional  (Chemonics, FHI 360s, USAID) por más de cinco años. Egresada de Barna/Escuela de Negocios Programa de Desarrollo Directivo.
Forma parte de la Facultad de Chavón/La Escuela de Diseño, Rep. Dominicana desde 2013 impartiendo Fundamentos del Diseño, Perspectiva Arte y Diseño, Diseño de Moda, Textiles, Vestuario, Historia de la Moda  y Seminario /Estudio.
Escribe sobre Historia de la Moda para una revista dominicana y diseña productos textiles para cortometrajes, editoriales y eventos.