Escritor irrenunciable, artesano de la palabra y obrero de la imaginación. Con más de treinta libros publicados, Eloy Jáuregui nos revela pasajes de su trayectoria y otorga detalles inéditos de los proyectos que se avecinan.

Sus crónicas, ensayos y poemas no pasan inadvertidos porque siempre provocan escozor o gustos arrepentidos. Escribe durante las 24 horas del día, pero se toma unos minutos para abrirme las puertas de su vida y expresar lo que le apasiona. «Me desmarco del resto porque todo me llama la atención. Lo que escribo son mis vivencias, soy un personaje más y eso es un estilo».

Gabriel García Márquez decía que el periodismo y la literatura son dos vértices de una misma madeja. Eloy acogió fervorosamente esta premisa para enseñarle a sus alumnos en universidades y talleres. «Las crónicas deben ser como una película bañada de escenas que van recorriendo una historia. Cada una es independiente, un párrafo aparte». Cuando uno deja fluir la pluma se divide en dos: el salvaje que crea y el fino que limpia.

No todo se trata de apilar libros. A lo largo de los años, descubrió otra pasión: la música. «Cuando era niño me rompí la pierna», recuerda. Estuvo meses sin salir a las calles, su hábitat natural. Le regalaron una radio y descubrió ritmos, cantantes e, incluso, programas periodísticos. «Como escuchaba salsa, mis amigos, fieles a su estilo imaginativo, empezaron a decirme ‘Guaracha’, un ritmo de Cuba», comenta mientras ríe a carcajadas.

«Tuve la oportunidad de ir al país caribeño. Conseguí un trabajo en la Casa de las Américas como editor de libros y otro en la Universidad de La Habana como profesor». Se interesó por el fenómeno musical cubano y replicó las investigaciones leídas en el terreno nacional. Hizo lo que hasta entonces no existía: libros sobre música. Así nacieron «El Pirata» (valses), «Carretera central» (cumbia y chicha), «Sabor a mí» (boleros), «Pa bravo yo» (salsa).

La Editorial Mesa Redonda le propuso publicar una nueva edición de este último en el 2020. «Eliminé la mitad de las crónicas del primer libro y agregué nuevas; además de glosarios, biografías, fotos». En efecto, el escritor no fue inmune a la Covid-19. «Me iban a operar de la vista, pero los médicos dijeron que no se podía realizar porque había llegado el primer paciente contagiado», rememora nostálgico. Estuvo allí cuando todo comenzó y, como buen periodista, se aventuró en elaborar un nuevo producto.

Acudió a hospitales y cementerios para investigar, pero la carga viral era impresionante y le pasó factura. En algún momento de la enfermedad perdió el conocimiento, sintió el llamado de la muerte, tuvo una depresión severa. Sin embargo, desde su espacio como columnista en el diario La República, se comprometió a escribir diariamente contando todo el proceso. «Le dictaba a mi pareja y ella escribía cuando yo sentía las manos agarrotadas».

«Asfixia: Crónicas de la pandemia en el Perú» es la obra que está terminando de hilvanar. «Probablemente llegue en julio. Algunos escritores ya desarrollaron libros sobre este tema, pero les falta el remate porque no conocen el final del virus», resalta con firmeza. Además, se encuentra dándole las últimas puntadas a una nueva obra de crónicas y, en mayo de este año, su cuarto poemario, «Eternuras», ocupará los estantes de las librerías.

Eloy Jáuregui ha demostrado que es un animal urbano: observa todo a su alrededor, siempre está en la urbe, no le tiene miedo a nadie. Me atrevo a preguntarle si, entre sus 32 libros, tiene uno favorito. Él ríe, se acomoda en su asiento y dice: «Son como mis hijos, a todos los quiero y querré por igual». Admite que no le agrada publicar en editoriales grandes porque le disgusta la fama, solo desea ser feliz. «Ya es famoso», le digo. «Soy conocido. Eso es diferente», puntualiza.

Escribe: Valeria Burga (@valeria.burga26)