Francisco Zeballos es periodista, fotógrafo y docente. A lo largo de toda su trayectoria ha realizado infinidad de proyectos que deslumbran el ojo humano. Pese a los años transcurridos, no deja de revelar historias.

La fotografía siempre estuvo en su ADN. Desde la transición de primaria a secundaria, su futura profesión iba tomando forma. En el colegio Inmaculada llevó un curso de periodismo en el área de literatura. Recuerda cuando en una oportunidad le mandaron a realizar un trabajo en el que la mayoría optó por un ensayo, pero él fue la excepción. Una revista con sus propias fotografías resultó en un proyecto visual y escrito. “Yo nunca me sentí limitado por parte de mi familia para dedicarme a esto. Por el contrario, me alentaron mucho. Mi padre ha viajado por el mundo en su profesión de ingeniero y hacía fotos: tenía la inquietud de contar cosas con las imágenes”, menciona. Como dice el dicho: de tal palo, tal astilla.

Zeballos no busca hacer cosas para adornar. Quiere cambiar el chip de la gente, ya que si esto no sucede todo habrá sido en vano. “No deberíamos dejar que nuestra sociedad sea huérfana del arte, cuando venimos de una plenamente culta. Necesitamos un poco del ego argentino para aprovechar nuestra riqueza cultural y eliminar este desequilibrio”, agrega. Es por ello que se encuentra agradecido de tener inspiraciones tan grandes en genios del mundo artístico. Le encanta hacer homenajes. Uno de ellos fue al fotógrafo Martin Chambi, donde se pudo mostrar a la mujer andina y volver al uso de color. Una gran sorpresa porque todos esperaran el blanco y negro al que nos tiene acostumbrados.

Martín Chambi en la memoria

Un año antes de que nos azotara la pandemia, venía de una racha de ideas alucinante: cuarenta proyectos en total. Lamentablemente, se vio obligado a frenar esta explosión de creatividad. Durante el confinamiento, volvió a los maniquíes en seres humanos y empezó a producir muchos bodegones con lo que estaba a su alcance. “Todas las flores que fotografié son para las madres de amigos que se fueron a causa de la enfermedad. Hice las fotos como una muestra de gratitud”, señala. Cuando la cuarentena terminó, se sacó el clavo y produjo veinte proyectos bajo todos los protocolos para que nadie salga mal parado. Fueron la mitad a comparación del año anterior, pero está conforme con el resultado. 

Nunca abandonó la prensa. Escribió un ensayo sobre el coronavirus y otro acerca de las marchas de los estudiantes. “Estoy preocupado por esa ciudad de Lima que quiere despegar y tiene miedo de fracasar en el intento. Mi trabajo es retratar lo que ha ocurrido sin ni un solo muerto porque mostrar eso no me gusta. Para ver eso prende la televisión”, alude. Paco se entristece al hablar de cómo fue dar esa caminata por el centro histórico de la capital cuando realizaba las fotografías. El ama la ciudad de Lima y se siente muy urbano, aunque peque de soberbio al decir esto. Le apena lo que está ocurriendo, pero sabe que eso es un punto de vista: lo ideal para establecer un proyecto.

El fotógrafo prefiere pasar la página y hablar de sus trabajos más recientes. En enero de este año produjo una serie de fotografías que reflejan conceptos abstractos llevados a la imagen de manera física. El título lleva por nombre Terra Bermeja en alusión a César Vallejo, quien ve la tumba como el sexo de una mujer desde el que venimos y a dónde vamos.

Claro que eso no lo es todo. El retratista tiene mucho más para ofrecer. Nos confesó que ha encontrado alrededor de veinte reportajes y ensayos en negativos que nunca sacó a la luz. El baúl de fotografías llevaba veinticinco años escondido, mucho antes de que llegara la era de la digitalización, pero con un valor histórico sumamente importante. El puerto del olvido es lo próximo que viene de la mano de Francisco Zeballos. Un reportaje sobre Chicama, una playa donde se conoce la ola más larga del mundo. Territorio de surfers y galpones de azúcar, que fue abandonado a su suerte por temas políticos. “Por otra parte, el homenaje que llegará sobre César Vallejo también es enorme. Vamos a tratar de llevar las estrofas de sus poemas a las fotografías”, menciona. 

Francisco tiene la esperanza de que estas nuevas iniciativas sean del agrado de todos para poder continuar publicando sus trabajos. A pesar de esta coyuntura, se encuentra muy feliz porque no ha dejado de realizar lo que realmente le gusta. Está cumpliendo la labor que fue destinada para él.

Escribe: Valeria Burga