Se ha batido un nuevo récord en la historia del cine. La película «Todo en todas partes al mismo tiempo» de Daniel Kwan y Daniel Scheinert ya superó a «El Señor de los Anillos – El Retorno del Rey», y ahora es la obra más premiada de la historia. Esto ya lo había logrado desde antes de ganar el Oscar a mejor Película; y solo les faltaba levantar el galardón más importante y prestigioso de toda la industria. En la 95 edición de los premios de la Academia de Hollywood, lo lograron.

Antes de profundizar en este filme, debo confesar que lo que más me hizo vibrar en esa noche de gala es que Brendan Fraser se haya llevado el Óscar a mejor actor por su interpretación de un profesor de inglés con obesidad mórbida en la película «La Ballena» de Darren Aronofsky. Su regreso ha sido triunfal y digno de aplaudirse. Retornando a «Todo en todas partes al mismo tiempo», la asiática Michelle Yeoh, se llevó la estatuilla a mejor actriz. Verla en una película que promete ser multiversal y que en cuestión de segundos pase de una personalidad a otra es magistral. Sin lugar a dudas, una actuación que sorprende y, sobre todo, enamora con ese abrazo a la vida de entender su papel en el universo y acoger a su hija, entenderla y amarla; rompiendo las barreras generacionales y regresar a su centro. La interpretación es simplemente hermosa.

Fuera de ello, Michelle logra hacer una suerte de coreografías de peleas alucinantes que cierra el círculo para no dudar en darle el Oscar. Aunque debo confesar de que luego de que declaró lo siguiente, me hizo dudar de que los miembros de la academia realmente le dieran la estatuilla dorada: «Muchos dirán que la actuación de Blanchett es la más fuerte para hacerse con el premio. Ella es una actriz veterana e indiscutiblemente increíble, pero cabe señalar que ya tiene dos premios Oscar por ‘El aviador’ en 2005 y por ‘Blue Jasmine’ en 2014 (…) Un tercer Oscar quizás confirma su estatus como un titán de la industria. Considerando su trabajo expansivo e incomparable, ¿todavía necesitamos más confirmación?».

Imagino que los jueces están acostumbrados a que haya todo tipo de entretelones previos a la entrega de los Oscars, por lo que optaron por no cambiar de decisión. Bien por la academia. Un dato que me llamó la atención en esta entrega es que, por primera vez en la historia, la alfombra no fue de color rojo. «El champagne de la alfombra contrasta con el rojo oscuro de las cortinas y el blanco de las columnas del teatro de la decoración, que se completa con las icónicas estatuillas», anunciaron los responsables de la Academia.

Esta vez, presenciamos una gala muy alturada y sin violencia; además de un Jimmy Kimmel con su clásico humor que dejó tranquilo a los televidentes y el público en general. Si quieres estar al tanto de contenido cinematográfico, puedes seguir mi Instagram. Diariamente, en dicho perfil publico las noticias más relevantes del cine. Gracias por leerme. Hasta la próxima.

Escribe: Renato Vinatea (@renato_vinatea)