Sin duda alguna el año 2020 será considerado como un año perdido, mal recordado u olvidado, por eventos casuales u orquestados que nos sumieron en la peor crisis sanitaria, social, económica y política de la historia de nuestro país.

Vamos llegando al final de este año y persiste una señal que nos demuestra que estamos vivos. Esa señal la está dando la juventud peruana.

Muchos pensaron que la juventud era “la generación perdida” porque ninguno de los últimos gobiernos se ocupó de ella.

Porque también pensaron que los jóvenes vivían en otro mundo, lejos de la realidad, sin interés por su futuro y el país. Pero, la realidad es que tenemos la juventud mejor preparada de la historia: Jóvenes que nacieron digitales, emprendedores, innovadores, comprometidos con el desarrollo sostenible y con los valores de la justicia social, la solidaridad y con una extraordinaria capacidad de adaptación a los cambios generados por la sociedad, así como con el cuidado del medio ambiente.

Apreciemos en ello, una gran oportunidad de transformación de nuestra sociedad en la que la juventud sea el actor estratégico y el motor del cambio social, político y económico.

Los jóvenes, sean ‘millennials’, ‘generación Z’ o de cualquier otra época, lejos de los calificativos que se les pretenda poner a cada uno de ellos, saben perfectamente que cuentan con una serie de capacidades y fortalezas necesarias.

Nuestra labor debe ser, en primer lugar, reconocerlas; en segundo, ayudar a crear nuevos espacios en el nivel educativo para que complementen las competencias necesarias para tener éxito en la vida, en el ámbito del trabajo y en la participación juvenil, para que en conjunto sean desarrolladas convirtiéndose en verdaderos agentes del cambio.

Ese cambio que ellos mismos demandan y que deberán aprender a gestionar para su propio bienestar. Es fundamental que el futuro gobierno los escuche y los integre.

Escucharlos es entender que el primer gran reclamo es que el gobierno y el Congreso se encuentren conformados por personas capacitadas, a fin de darle al país el impulso para un verdadero salto hacia el futuro y una mejor calidad de vida para todos los peruanos.

Escucharlos es entender que están hartos de la farsa o show político y de lo que se pretende vender como políticamente correcto que, finalmente, solo ha logrado validar la mentira como una forma de hacer política. Es fundamental que la ciudadanía sepa el porqué de las decisiones; es requisito indispensable actuar con transparencia y con verdad.

Integrarlos es hacerlos parte porque ellos son y deben ser los gobernantes del futuro. Los jóvenes no son una generación perdida; y esa es la verdad.

Trabajemos por el Perú, pero trabajemos de verdad.