Han transcurrido 64 años desde que no figurábamos en el cuadro final de Miss Universo. Nuestra representante revirtió la historia y logró posicionarse como la tercera mujer más hermosa del mundo. Un hito que nos coloca nuevamente en el radar.

Sus méritos son una suerte de elegancia, belleza y preparación. Fue coronada como Miss Perú en un humilde estudio de grabación, lejos de las cámaras, pasarelas y el interrogatorio del jurado al que nos acostumbramos. La pandemia la llenó de obstáculos, pero no impidió que demostrara su talento. A sus 27 años, su nombre resuena a nivel mundial y los medios se disputan por una exclusiva.
Sus raíces son trujillanas y chanchamaínas, siendo su padre un policía que se sumergió en investigaciones antiterroristas. Las amenazas afloraron en la época cruente de Sendero Luminoso, y ello les cambió la vida para siempre. Prácticamente tuvo que huir del Perú para instalarse en Nueva York. No fue, como muchos, a buscar el sueño americano. Tuvo que empezar desde cero. Se forjó desde abajo para conseguir un mejor futuro.
Trabajó en lo que encontraba, hasta que, con esfuerzo, se graduó como ingeniera de sonido. Su profesión le dio un giro de 360 grados. Desde el Manhattan Center, uno de los estudios de música más prestigiosos de La Gran Manzana, se ha codeado con grandes personalidades como Jennifer López, Lady Gaga e incluso trabajó por más de 16 horas en una película de Steven Spielberg. Allí también encontró el amor, aunque prefiere guardarlo bajo llave.
Parece que hablamos de la vida perfecta, pero en realidad es una historia de lucha y superación. Cuando se aleja de las pasarelas, Janick es como nosotros. Amante de los animales (sobre todo de los gatos) y apasionada por la gastronomía. En su trabajo se siente muy cómoda. Tras la consola, utiliza ropa ancha y una gorra. Se aleja del concepto que tenemos de «reina de belleza».
Se animó a incursionar en los certámenes por curiosidad, relata. «Quería ver cómo eran las reinas» y ahora es un precedente. En este Miss Universo se alzaba como la favorita a ser sucesora de Zozibini Tunzi. Nadie imaginaría que la pasarela donde nos impresionó era antes su punto débil. La ansiedad de los días previos, 4 kilos menos y las heridas causadas por los materiales del traje típico no fueron excusa para atravesar cada etapa de la competencia hasta reconstruir la historia en el cuadro final.
De cara al Bicentenario, su atuendo significó, en sus palabras, «un regalo para los peruanos». Se encargó de llevarlo con orgullo hasta la punta del escenario, con el fin de dar un mero espectáculo. Maceta tiene todas las condiciones, es minuciosa y creativa. La idea de llevar la pariguana, ave de la independencia, fue idea suya. También estuvo presente en cada paso de su vestido de noche, pegando las piedras con la diseñadora Maritza Mendoza.

Para nuestra representante, es fundamental la preparación física y mental. Nos ha demostrado, a través de sus contundentes respuestas, que la juventud no está perdida. «Soy la heroína de mi propia historia», afirma sobre el abuso sexual. Prefiere no dar detalles de este episodio, pues evita a toda costa la victimización. Después de anunciar su retiro de los concursos, piensa enfocarse en sanar cicatrices por medio de su ONG Little Heroes Perú, donde apoya a los niños y niñas que han sido agredidos sexualmente. «Son sobrevivientes», reflexiona.
Tras quedar como la segunda virreina, su agenda está a mil por hora. Todos han volteado a mirar a la pupila de Jessica Newton, quien esta vez no se equivocó en su elección. La banda del Perú pesa cuando se lleva con orgullo, y Janick Maceta significó un bálsamo en tiempos de crisis. Aunque la corona se quedó en México, me tomo la licencia de decir que para nosotros es nuestra reina eterna. Nos deslumbró y supo aliviar con sutileza las contrariedades de una circunstancia agitada por el escenario político.
Instagram: @janickmaceta
Escribe: Valeria Burga (@valeburga_26)