La compra de una bodega en Roa (Burgos) y de 60 hectáreas de viñedo en el corazón de la Ribera Burgalesa, marcan la entrada de Marqués de Cáceres en la Ribera del Duero. Tabernero trae esta bodega al Perú, siguen apuntando a ganador
El equipo que dirige Cristina Forner, presidenta de Marqués de Cáceres e hija de su fundador, han optado por no hacer mención a la etapa anterior de la bodega recién adquirida. Prefieren “partir de cero”, como si fuera una bodega de nueva construcción, y hacer referencia al viñedo, un total de 60 hectáreas en una finca unida que entra en tres términos municipales, Roa, Anguix y La Horra, en el área más prestigiosa de la parte burgalesa de la Ribera del Duero. La altitud media de los cultivos es superior a los 800 metros, con contrastes térmicos de gran amplitud, lo que favorece una maduración lenta y completa de las uvas, mayormente de variedad tinta del país (tal como se conoce a la tempranillo en esta zona), aunque hay una minúscula proporción de syrah en esta finca. Estas condiciones, sumadas a los suelos de origen terciario, pobres y con bajos niveles de materia orgánica, de textura franco-arenosa (en los que predominan las arenas limosas, con buenas condiciones de retención de nutrientes, que se alternan con capas calizas de aspecto blanquecino, que aportan elegancia y finura a los vinos), dan lugar en estas tierras a tintos suculentos, de taninos potentes, de intenso color y formidable estructura.
La finca se ha formado a partir del viñedo adscrito a la bodega y de la compra de parcelas limítrofes a distintos propietarios. El proceso se inició en 2005 con la prospección de los terrenos adecuados y continuó con las negociaciones para la compra de las diferentes fincas hasta alcanzar las dimensiones de viñedo, que consideran mínimas para alcanzar una producción “razonable” de vino a partir de viñedo propio. Los responsables de Marqués de Cáceres no han querido desvelar el importe de su inversión, algo que es habitual en las operaciones de compra y venta de bodegas. Bodegas Finca La Capilla es el segundo de los proyectos puestos en marcha fuera de Rioja bajo la dirección de Cristina Forner. Bodegas Marqués de Cáceres (Unión Vitivinícola en el nombre oficial de la sociedad matriz) se ha mantenido como bodega única desde su fundación en 1970 hasta que, en enero de 2014, compraron dos fincas en La Seca, en la DO Rueda, con un total de 124 hectáreas de viñedo, y pusieron en marcha la construcción de la bodega, que estrenaron en esa misma vendimia con dos blancos varietales, uno de verdejo y otro de sauvignon blanc. Al mismo tiempo que los dos rueda, en 2015 iniciaban la comercialización del albariño Deusa Nai (DO Rías Baixas), aunque en este caso una elaboración realizada en bodega ajena.
Ha sido un sueño largamente anhelado. Pero como en el mundo del vino los proyectos más relevantes llevan su tiempo, el desembarco de la familia Forner -propietaria de la bodega riojana Marqués de Cáceres- en la Ribera del Duero se ha llevado a cabo con tal sigilo que apenas ha tenido eco mediático. «Llevamos más de cinco años peinando esta zona -el entorno de Anguix, La Horra y Roa- que nos parece el área más interesante de la Ribera del Duero; siempre buscando los mejores viñedos y moviéndonos con la mayor discreción. Gracias a esa labor de prospección, conocimos a la familia Miñón García y surgió la oportunidad de colaborar con ellos. Empezamos con unas 60 mil botellas al año y la idea es llegar a medio plazo a las 240 mil, pero no superar ese volumen», explica Cristina Forner. Habrá quién se quede sorprendido al ver que los vinos de La Capilla mantienen su independencia como marca respecto a Marqués de Cáceres: no hay ninguna referencia a la casa madre riojana en el etiquetado ni en la propia bodega.
«Este es un proyecto independiente, que nos llena de ilusión. Después de alcanzar tanta visibilidad con Marqués de Cáceres, con La Capilla me reencuentro con las pequeñas elaboraciones, los vinos parcelarios, las cuvées experimentales… Por otro lado, aunque al igual que hemos hecho en Rioja, en el Duero también queremos introducir nuestro propio estilo, esta bodega tiene un equipo que viene trabajando desde antes de que nosotros llegáramos, al que tenemos muy en cuenta porque tiene un conocimiento más profundo del lugar y las circunstancias que se dan en la zona. Y nosotros venimos aquí a aportar, no a imponer», explica.
El equipo enológico de Finca La Capilla tiene a la cabeza a Rodrigo Miñón García, antiguo director técnico e hijo de Julio Miñón, expropietario de la bodega. Estos vinos ya están en Lima, y Grupo Tabernero los trae.
Escribe John Santa Cruz*