La mente en forma, al menos. A falta de poder lanzarse desde un trampolín de 10 metros, disputar un partido de bádminton o agarrarse al kimono de un rival, concentrarse en imaginar gestos técnicos habitualmente cotidianos se convierte en un recurso precioso para los deportistas de alto nivel confinados. ¿Cómo, a pesar del confinamiento que se alarga semana tras semana y les priva de sus deportes, lograr que sus gestos técnicos específicos no caigan inexorablemente en el olvido o no se oxiden? Practicando «su deporte en su cabeza», es decir, reproduciendo, no en sentido real, sino «en el pensamiento», el gesto deportivo, resume Claire Calmels, investigadora en neurociencias cognitivas en el Insep, y especialista en este método de simulación motriz.
Porque «se ha demostrado que imaginar un movimiento (como observarlo o verbalizarlo) y ejecutar ese movimiento activan un cierto numero de zonas comunes del cerebro», apunta. «Se trata de visualizar en su cabeza los puntos clave de un clavado, o un clavado entero. Y uno se da cuenta de que en el momento en que se imagina el clavado percibe un poco las sensaciones que tiene en el aire», explica a la AFP el campeón de Europa 2017 de clavados 10 m Benjamin Auffret. Por ejemplo «músculos que se contraen», apunta Claire Calmels. «La idea es recordar al cuerpo las sensaciones que él conoce. Intentamos mantenerlas a flote, evitar que caigan a las profundidades, para que el día en que recuperemos el verdadero ‘clavado’ recordemos lo que vamos a sentir. Entonces recuperamos (el ritmo) mucho más rápido», prosigue Auffret, que no practica su deporte desde el 25 de febrero.
Así se entiende que ese enfoque, utilizado especialmente por los deportistas lesionados, es un aliado por el que optan deportistas de alto nivel en este periodo inédito de confinamiento. Para Benjamin Auffret (25 años), el recurso a la simulación motriz es «primordial». «Nunca vi que un clavadista pasase tanto tiempo sin meterse a la piscina», indica el que fuese cuarto en los Juegos de Rio 2016. Auffret confiesa que lo hace idealmente por las noches, con los ojos cerrados, antes de dormir. «Para que una imaginería (la fabricación de imágenes mentales) se transfiera a la situación deportiva, es absolutamente necesario acercarse lo máximo posible a las condiciones reales de la práctica», explica Claire Calmels. «Para el bádminton, de pie, con la raqueta y las deportivas, para los judokas, descalzo sobre un tatami…», ejemplifica.
Así lo hace Anne Tran (24 años), miembro del equipo de Francia de bádminton, que se auto impone dos sesiones de imaginería en confinamiento. Cada vez unos veinte minutos, porque «eso pide mucha concentración, pide mucha energía», cuenta a la AFP. A eso añade tres sesiones de vídeo, otra técnica de simulación motriz. «Eso me ayuda a tener algunas sensaciones que tengo normalmente sobre el terreno de juego, en competición. También a no perder contacto con lo que trabajaba. Y espero que me ayude a mejorar aún más la técnica que no puedo mejorar sobre la cancha», explica. Es el poder de la imaginación. «Siento mucho mi mano con la raqueta, mis dedos, y todo mi brazo, mi codo también cuando se extiende y se pliega. Y en el servicio, porque me gusta mucho anclarme al suelo en ese momento, siento realmente mis pies», enumera.
Aunque, como todo (deportista) confinado, Anne Tran vive una inmersión en lo desconocido -hasta ahora su mayor pausa en la temporada era de una semana y media- la experiencia de deportistas lesionados que recurrieron a esa técnica augura un regreso exitoso, avanza Claire Calmels. La investigadora pone en práctica esa técnica desde hace dos décadas, trabajando especialmente con la campeona olímpica de 2004 de barras asimétricas Emilie Le Pennec. Aunque el seguimiento es muy personalizado, confiesa que en la primera sesión les hace «hacer ejercicios bastantes alucinantes para mostrarles los beneficios, ellos abren los ojos y me dicen ‘¡es magia!'». Ella les corrige: «¡Es magia científica!»