
La celeridad con la que se planteó la moción de censura, el rol de alguien como Alarcón detrás de los audios y los múltiples intentos del presidente del Congreso por comunicarse con los jefes de las Fuerzas Armadas a las pocas horas de difundidas las grabaciones, no dejan ninguna duda. Existe un plan, un complot para intentar vacar al presidente. Ese plan sigue en marcha y hay que estar muy atentos a lo que ocurra en los próximos días.
Esa forma de hacer política es, en cualquier escenario deleznable e ilegal, pero en un contexto como el actual, es asqueroso y si la justicia no los alcanza, es nuestro deber castigar a los partidos que promueven este tipo de prácticas delictivas.
Sin embargo, que quienes promuevan su vacancia respondan a los más bajos y oscuros intereses, no convierte al inquilino de Palacio en un ejemplo de transparencia y democracia.
Esta no es una guerra de buenos contra malos ni de honestos versus corruptos. Guardando las obvias, distancias, el presidente es en buena parte responsable de esta crisis. Fue él, quien el 25 de mayo, cuando su popularidad estaba en las nubes, dijo, sin rubor que conocía a Richard Swing, como mucha gente de la campaña, y que “esa relación permitió que tenga una participación del gobierno”.
En ese instante, esa declaración llamó la atención, no por el fondo de los hechos. El Estado no puede ser un premio para ningún amigo o aliado partidario, menos si no reúne las calificaciones. Pero, lamentablemente, ocurre en todas las instancias del Estado.
La noticia fue que el propio presidente, en una suerte de acto fallido, avalara estos actos sin que nadie se lo preguntara.
Vizcarra minimizó el tema. No consideró que el favor a su amigo de campaña, ocurrió en un momento en el que los artistas morían por el coronavirus y el hambre. Esta falta tremenda de tino, así como la megalomanía e histrionismo de Richard Cisneros volvieron el tema un escándalo mayor.
Con la prensa, el Congreso y la Fiscalía encima, Vizcarra y su entorno se sintieron acorralados. A estas alturas, no queda duda que Richard Swing fue recomendado por alguien de Palacio y la salida más lógica debió ser separar a la aún vigente secretaria general de Palacio de Gobierno, Miriam Morales. Eso, entre otros temas, debió haber vuelto loco a Karem Roca para actuar de esta manera y grabar al presidente.
Los audios revelan con claridad que Vizcarra intentó ocultar información a la fiscalía sobre sus reuniones con Swing. ¿Eso amerita una moción de censura? No y menos de esta manera. Pero, sí una profunda investigación fiscal, parlamentaria y periodística. Y si hay pruebas, que se le procese luego del 28 de julio de 2021.
Pero la historia no termina. El viernes Vizcarra o su abogado deben presentarse ante el pleno para responder sobre este escándalo antes que se vote su censura.
Sin embargo, la reputación del Congreso está tan dañada que es muy probable, a menos que suelten una bomba un día antes, que la vacancia se desinfle.
A nivel de respaldo popular, Vizcarra, pese a todo, sigue ganándole por amplio margen al congreso. Su estrategia de confrontación sigue dándole réditos. Pero se están agotando y si Vizcarra, luego de salvar la cabeza el próximo viernes, cree que esto lo fortalece, se equivoca. Nos ha fallado, en varios sentidos y lo mejor que puede hacer, por el país y la historia, es reconocerlo y trabajar para enmendar sus graves errores antes de dejar el cargo el próximo año.
JERÓNIMO CENTURIÓN
Periodista con más de 15 años de experiencia en prensa y televisión nacional y extranjera. En el Perú, trabajó como reportero en Canal N, La Ventana Indiscreta y una decena de programas de investigación. Ha sido también reportero de Metropolis, programa de tv holandés,
En los últimos años, fundó Centurión Producciones, empresa con la que ha realizado varios exitosos documentales, estrategias de comunicación y campañas nacionales y extranjeras.
Experto en comunicación integral.