Hace unos días leí un artículo [1] sobre las declaraciones de que Giorgio Armani ya no quería trabajar así, que le parecía inmoral continuar diseñando y produciendo moda bajo la situación actual de la industria.

El referido escrito me llamó la atención porque lo asocié a la increíble apatía por la moda que esta crisis global me produce: yo, diseñadora de moda y profesora de procesos creativos, no soy capaz de sentir siquiera el más mínimo deseo por los increíbles especiales que un buen número de sitios web promueven actualmente –hay rebajas de hasta 75%.

Las ganas de comprar se quedan ahí, en ganas cuando pienso en la situación de millones [2] (o de uno, como aquel señor que ayer me pidió que le permitiera lavar mi carro a cambio de comida) sin recursos y sin empleo.

Pero Armani no solo se refería al estado de emergencia y post pandémico, sino al actual modelo de negocios que necesita convertir en obsoleta una pieza de vestir con tres semanas colgando en una tienda.

Futurólogos como Li Edelkoort [3] y otros expertos del sector de la moda predicen que la producción anual de 114 billones de unidades de ropa, descenderá drásticamente y que estamos ante una oportunidad única para cambiar paradigmas y dejar de ostentar el título de la segunda industria más contaminante del mundo. Cierto, y creo que la mayoría estamos de acuerdo, es una oportunidad única y espero que irrepetible por la razón que la origina.

Pero en realidad, ¿qué tanto hemos o vamos a cambiar? Y en todo caso, ¿qué tanto nos durarán las buenas intenciones?  Quizás necesitaremos más de los 28 a 90 días que dicen imprescindibles para generar una nueva rutina.  Este momento histórico tiene todos los ingredientes para que seamos activos y proactivos en el desarrollo e implementación de nuevos o mejorados modelos de negocios que permitan a largo plazo restablecer los empleos perdidos sin llevarnos al planeta por delante.

Giorgio Armani

También predicen que las empresas pequeñas, artesanales y personalizadas, aparte de los proveedores tecnológicos y farmacéuticos, serán los que resulten triunfadores a corto plazo porque preferiremos gastar (bueno, invertir) en productos especializados, con historia e identidad, únicos y en servicios que nos hagan de nuevo sentir humanos y no números.

La diseñadora Diane Von Furstenberg en su Master Class online, mucho antes de la pandemia, recomendaba buscar y rediseñar con base en los productos locales y autóctonos.  Predominará el deseo de adquirir una pieza de ropa única que el de invertir en otro jean que es casi idéntico al que ya tenemos porque el dinero como recurso, ya no será tan abundante -al menos por el próximo par de años para mayoría de nosotros, los mortales.

El Coronavirus ha cambiado los hábitos de compra y la mentalidad del consumidor. Yo puedo dar fe de ello, pero es transitorio. ¿Y la naturaleza humana? El deseo de poseer, de presumir, ¿cambiará?  Yo entiendo que a corto plazo sí, estaremos felices de estar vivos, pero nos acostumbraremos, pronto olvidaremos y la mayoría (para ser justos) volveremos a nuestros viejos hábitos.

Vivimos ciclos, que se repiten una y otra vez, a diferentes niveles y ritmos. Si alguien todavía tiene duda de que la moda también es cíclica, aun para los accesorios más extraños, inútiles o extravagantes, siempre hay un diseñador dispuesto a sacrificarse, viajar al pasado, rescatarlos para revivirlos en  versión 5.0. Y he aquí el mejor ejemplo: hoy, justo 100 años después (y por necesidad, no por deseo) las mascarillas son ahora parte de la cotidianidad de los que vivimos en occidente. Sin embargo, desde hace tiempo varios países asiáticos las usan regularmente por cuestiones medioambientales tratando de prevenir sobre todo enfermedades pulmonares.

Aunque las primeras mascarillas se originaron en Europa a mediados del siglo XIX, a raíz de la implementación de políticas sanitarias para bajar las muertes por infecciones pre y post operatorias, su uso no se volvió común y obligatorio para el ciudadano hasta que la mal llamada Gripe Española o la pandemia de Influenza de 1918-1919 entró en escena. Se empleaban las mascarillas higiénicas para uso médico de gasa y tela vistas en las fotos de época.

Vivimos en el 2020 y retomamos el ciclo. Es una pena que aparezca tan poca información sobre los efectos directos post pandémicos a nivel sociocultural incluyendo la moda de principios del siglo XX.  De lo que se puede leer, en su mayoría está atribuido a la Primera Guerra Mundial.  Eso no pasará de nuevo porque desde hace rato estamos todos en Instagram, Facebook, Tiktok, YouTube, WhatsApp y demás.

Sigo sin saber (aunque continúo buscando) cómo la pandemia de hace 100 años influyó en la moda y cómo la mascarilla pasó de tener un uso solo higiénico a reflejar quiénes somos o cómo nos sentimos, a ser Fashion. Y esto me trae de vuelta a mi apatía por la moda en las circunstancias actuales. He notado que no querer saber sobre el tema sucede de manera esporádica, desaparece y poco a poco empieza a entrarme la duda de si sólo usaré la N95 (de origen chino, diseñada en 1911 inspirada en un sujetador femenino) recomendada para esta situación, o si empezaré a sentirme presionada por las redes sociales donde ya puedo ver diseños que me encantan.  Y, claro, encuentras para todos los gustos y precios (Off White tiene un modelito que cuesta $1, 278 euros). Me temo que estos lapsos se repetirán hasta eliminar mi actual afección. Entonces, ¿qué tanto podemos o podremos cambiar?

[1] https://www.lavanguardia.com/gente/20200418/48594980944/armani-moda-criticas-coronavirus.html

[2] https://rpp.pe/economia/economia/coronavirus-cepal-proyecta-que-la-economia-peruana-retrocedera-4-en-2020-debido-a-la-pandemia-noticia-1260177

[3] https://www.businessoffashion.com/articles/podcasts/the-bof-podcast-li-edelkoort-on-how-covid-19-is-ushering-in-the-age-of-the-amateur?utm_source=daily-digest-newsletter&utm_campaign=1662310639926513&utm_term=11&utm_medium=email

Todas las mascarillas son de Magaly Tiburcio

@Magaly Tiburcio

www.magalytiburcio.com

KATIA RÍOS MILLARES

Graduada de Interiores (PUCMM 1991)  y   Diseño de Moda (Chavón 1995), 8 años de experiencia en manufactura textil, merchandising  y  lavados (Grupo M) para marcas como Hugo Boss, Tommy Hilfiger, Nike y Carters.
Entrenamiento textil en The Collage of Textiles NA, EEUUA.  Auditora de calidad  certificada ISO 9000, Consultora Textil para Consejo Nacional de Competitividad  y el Banco Interamericano de Desarrollo.  Gerente de Proyectos para el sector de desarrollo a nivel internacional  (Chemonics, FHI 360s, USAID) por más de cinco años. Egresada de Barna/Escuela de Negocios Programa de Desarrollo Directivo.
Forma parte de la Facultad de Chavón/La Escuela de Diseño, Rep. Dominicana desde 2013 impartiendo Fundamentos del Diseño, Perspectiva Arte y Diseño, Diseño de Moda, Textiles, Vestuario, Historia de la Moda  y Seminario /Estudio.
Escribe sobre Historia de la Moda para una revista dominicana y diseña productos textiles para cortometrajes, editoriales y eventos.