La dinastía de los Tolomeos es uno de los periodos del cual más datos se tienen acerca de la civilización egipcia. De origen grecomacedonio, no eran vistos por el pueblo como extranjeros, sino como dignos herederos de los ancestrales faraones. Así, los Tolomeos se convirtieron en una longeva dinastía ajena a cualquier usurpación al trono —la lucha por el poder siempre fue intrafamiliar—. Su historia abarca desde poco después de la muerte de Alejandro Magno en el siglo IV a.C. hasta el año 31 a.C., cuando la última representante de la dinastía, Cleopatra, fue derrotada por Augusto. «Las mujeres tolemaicas solían ser hábiles, aun cuando los hombres no lo eran, y esta Cleopatra fue la más hábil de todas», escribía Isaac Asimov en Los egipcios. De esta manera, Potino el eunuco, quien controlaba el trono egipcio, odiaba profundamente a la joven de 17 años.
En el año 48 a.C., Cleopatra reunió un ejército en Siria para comenzar una guerra civil y deshacerse de su enemigo. De forma paralela, también eran tiempos oscuros para el Imperio romano. Pompeyo había sido derrotado por Julio César y este había tenido que huir a Egipto. Según Asimov, en aquella época Egipto era «un país débil pero rico, y podría proporcionar a Pompeyo el dinero que necesitaba para hacerse con un nuevo ejército». En esta coyuntura, a medida que la nave de Pompeyo se acercaba a las costas norafricanas, la corte egipcia se preguntaba cómo debía actuar ante el conflicto romano. Potino, temeroso de una posible alianza entre Julio César y Cleopatra, decidió adelantarse. Ordenó que se asesinara a Pompeyo una vez este hubiera llegado a Alejandría para que Julio César le agradeciera el gesto con un ataque contundente hacia el ejército de Cleopatra.
Escondida en una alfombra
«Potino le llevó la cabeza de Pompeyo y le pidió ayuda contra Cleopatra. Es posible que César, de haber recibido suficiente dinero, se la hubiera prestado. Después de todo, ¿qué le importaba a él cuál de los Tolomeos gobernara en Egipto», narra Asimov. Pero nadie había pensado en la ingeniosa egipcia. Cleopatra solo tenía que encontrar el modo de evitar al ejército enemigo y presentarse frente a Julio César para poder seducirle: «No sabemos cuán hermosa pudo haber sido según los cánones modernos, o si realmente lo fue o no, pues ningún retrato suyo ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, el hecho es que, bella o no, poseía el don de atraer y atrapar a los hombres, y era consciente de ello».
Desembarcó en Alejandría y desde allí envió una gran alfombra a César. Los hombres de Potino no vieron razón alguna para interceptar el regalo, al fin y al cabo era una simple alfombra. No obstante, lo que nadie sabía era que, según cuenta la leyenda, Cleopatra estaba envuelta en aquella alfombra. «La estratagema de Cleopatra funcionó a la perfección. El sorprendido César quedó deslumbrado ante la joven que apareció al desenrollarse la alfombra», relata el reconocido divulgador. Gracias a sus dotes conquistó a César y ambos terminaron con el conflicto egipcio. Potino fue capturado y ejecutado y Cleopatra y Julio César se convirtieron en amantes hasta el fallecimiento de este último.