El gran dominio técnico, la destreza y su sed por conocer más sobre la esfera pictórica, definen a Carlos Baca Flor, pintor peruano conocido como “El Magnífico”.

En el mundo artístico siempre ha sido complejo dejar un legado por factores como el contexto histórico, económico y por el público diverso y exigente que posee. Los artistas que históricamente dejaron huella han presenciado activa una cultura del arte en sus naciones, lo cual ha favorecido su trabajo. 

Sin embargo, Carlos Baca no fue uno de aquellos, ya que en su tiempo aún no existía una escuela de Bellas Artes en el Perú. La complejidad de su vida se evidencia en su sangre y experiencias, anteriores al inicio de su carrera profesional. 

Su madre era peruana y su padre boliviano; juntos emigraron a Chile por razones económicas cuando él era pequeño. En este país pasó hambre, falleció su progenitor y luego su hermana, a causa de la tuberculosis. A pesar de esos difíciles momentos, no abandonó la vocación.

El talento de Baca Flor atestigua sus cinco años de estudio. Viajar al extranjero lo ayudó a forjar el cimiento de lo que más tarde sería su legado artístico y su perfeccionamiento técnico consolidado en la escuela chilena de Bellas Artes. 

Jimy Cristóbal Cruz, bachiller en artes plásticas y visuales de Bellas Artes, cuenta que lo más llamativo de sus obras es la sobriedad en cuanto al color. Con cuatro colores desarrolló casi toda su pintura. Para él, lo más sorprendente de Carlos Baca es la genialidad de su dibujo, ya que en cada trazo se aprecia su forma de trabajar la luz y la sombra. 

Mucha gente lo compara con un trabajo fotográfico por su naturalidad. Para Cruz, Baca Flor es nuestro Rembrandt. Afirma que su talento natural y doble camino por la academia lo ayudó a conseguir esta destreza y potencia su habilidad. 

Por otro lado, para Fernando Villegas, docente universitario y director de la Escuela de Arte y Danza de UNMSM, Baca Flor se vuelve un pintor de trazo rápido, de construcción de atmósfera y privilegia los primeros planos que vienen a ser elementos muy modernos. 

El Perú del siglo XX recibió al artista de una manera ambivalente. Tuvo defensores que lo consideraban el gran pintor peruano de todos los tiempos y otros que lo encasillaron como un académico que no aportaba a la cultura visual peruana. 

Villegas, considera a Baca Flor como el primer moderno dentro de las tendencias postimpresionistas. Al mismo tiempo, señala que fue un artista constantemente pendiente de las nuevas corrientes.

Para Jimy Cristóbal, la sed de aprendizaje de Baca Flor se asocia con la locura, una necesidad básica que estaba en su interior. Se convirtió en un componente estructural de su identidad y que no pudo abandonar porque si lo hacía se abandonaba a sí mismo. 

El artista peruano se hizo conocido cuando John Morgan, millonario estadounidense, lo convocó para hacerle un retrato. Villegas afirma que a partir de ese momento paradójicamente perdimos a nuestro primer moderno, porque se volvió el retratista oficial de la alta burguesía neoyorquina donde obtuvo un éxito comercial traducido en dinero.

No logró realizar una obra de autor porque dependía de las entregas a sus clientes y siempre tuvo dificultades económicas que tuvo que sostener como pintor y retratista. Varios artistas, como Jimy, se sienten identificados con Baca Flor en sus inicios porque no se apoya lo necesario al sector artístico en nuestro país hasta hoy.

Innegablemente el legado de Baca Flor se basa en permitir que el trabajo del pintor peruano de su época sea reconocido. Dio un espacio al arte doméstico en un ámbito internacional y abrió un camino a las siguientes generaciones. Al “Magnífico” se le sigue estudiando en las escuelas de arte, universidades y centros culturales. Su destreza perdura en el tiempo. 

Escribe: Claudia Valdez (@claudia_valdez_mendoza)