La bodega riojana amplía su portafolio en Lima con el arribo de In The Name Of Wine (ITNOW), una línea que le brinda una mirada actual a sus clásicos Crianza, Reserva y Gran Reserva. La fruta, por sobre todas las cosas, es la tendencia.

Sí, la moda. Esta marea inquieta que mueve todas las industrias en el mundo no es esquiva en las latitudes de los tintos y blancos. Como lo saben, en la última década, la revalorización de la fruta es la estrella del norte para las bodegas que buscan darle una refrescada a su portafolio. Ésta, reitero, es el pilar viñero, que por mucho tiempo fue opacada por la madera, logrando resultados pesados, llenos de taninos y con una astringencia que era, en esos años, una virtud para las palmas. Sin embargo, con la revalorización del terroir, la uva se tornó apreciada para mostrarla con el menor maquillaje posible ante un consumidor moderno que se inclina por la expresión sincera y sin complicaciones de un vino. Vivimos otros tiempos.

Y allí es cuando la mirada cambió en ciertas bodegas alrededor del mundo, pues no podían estar fuera de esta ola de consumismo que aprieta las cartas de vinos por todo el orbe. Y para bien, a mi juicio, optaron por crear líneas que captaran los descorchadores de este nuevo cardumen de winelovers. Es allí donde entra Faustino con In The Name Of Wine (ITNOW), una línea novedosa bajo este espíritu, con cambios en el diseño de las botellas y hasta en las prácticas enológicas. Una mirada distinta y clara, pero ojo, como dice Carlos Moreno, export manager de esta firma riojana: “tenemos esta nueva mirada para esta línea, pero sin perder la clara esencia de Faustino”, recalcó el español. Y a las pruebas nos remitimos. 

Rioja es Rioja, señores. Por ende, el paladar nunca olvida, sobre todo a esta denominación de origen que tanta historia carga sobre sus espaldas, casi de la mano con la propia vida de Faustino, con 160 almanaques en su retina. Es por ello por lo que darle sorbos a ITNOW es sentir un Rioja con capas nuevas, con juventud en sus taninos, realmente una experiencia jovial. Es como ponerle unas Jordan a su padre. Moderno y con el estilo de toda la vida. En fin, retomando, con Carlos Moreno en El Parrillón en Miraflores, probamos el Crianza, Reserva y el Gran Reserva. Sobre el primero de la tarde, cabe mencionar que esta añada está calificada como Muy Buena. Fue escasa y de calidad. La helada, junto a las insuficientes lluvias, no impidieron la correcta maduración de la uva. 

Hablamos de rendimientos bajos en Rioja, de unos 6500 kilos por hectárea, con una altitud promedio de 450 m.s.n.m. Si hablamos de premios, el 2020 obtuvo la Medalla de Oro en el Mundus Vini Edición Verano. Tiene intensos aromas a fruta madura, bien acompañada de notas de tostados y dulces de barrica. Pasó doce meses en roble americano. Es un 100% tempranillo. En vista es limpio y brillante, con un color rojo cereza evolucionando a rubí. En boca nos regala un final largo, con recuerdos a regaliz y notas tostadas. Homogéneo. Envolvente y agradable tanino muy bien integrado. Un poco de pan y agua y pasamos la Reserva que, para mi, es el mejor exponente de un Rioja, pues agarra la juventud de un Crianza y se perfila hacia la madurez de un Gran Reserva.

Acá nos topamos con un sólido 2015, que también fue considerado como una añada Muy Buena. Este año también ofreció resultados muy satisfactorios tanto en calidad como en cantidad. Destacan como cualidades más sobresalientes la frescura y elegancia de los vinos y las aptitudes óptimas para la crianza. La buena climatología durante todo el ciclo propició un correcto equilibrio madurativo en todos los viñedos. Acá las uvas vienen puntualmente de la Rioja Alavesa, con 6500 kilos por hectárea y pasa unos 18 meses en barrica de roble americano. Esto le da en nariz agradables tostados y vainilla. También algo de mermelada de frutos rojos maduros, así como notas a canela y algo de cedro. Finalmente, en boca es complejo, estructurado y con buen volumen.

Cerramos la tarde con un Gran Reserva 2010, quizás una de las añadas memorables en Rioja, que recuerda a la 1964, tan codiciada por los coleccionistas de vinos. Esta está considerada como Excelente. Tuvo una climatología favorable que permitió un perfecto estado vegetativo y sanitario del viñedo hasta el momento de la propia recolección. Ciclo desarrollado sin incidencias significativas. Floración y cuajado con cierto retraso en el mes de junio. Cosecha moderada y racimos de tamaño medio-alto. Las uvas para este vino salieron de la Finca Oyón (Álava), con un promedio de 5000 kilos por hectárea. Sobre la crianza, tuvo un mínimo de 24 meses en barrica de roble francés y americano. Al menos tres años en botella. Con esto la sedosidad se nota sorbo a sorbo.

Ya en cata, se ve un color limpio y brillante. Capa muy alta. Ribete color teja. En nariz es cálido, complejo, intenso. Destacan las notas de frutos rojos maduros, pasas, melocotón, canela y pimienta dulce. En boca tiene un paso suave, redondo. Acidez y taninos muy bien integrados. Estructurado. Se acentúan los tostados. Final vivaz. Sigue sorprendiendo con más aromas. Un vinazo por donde se le mire. Recapitulando, esta nueva línea de Faustino tiene una personalidad ideal para entrar con vinos de cuerpo y fuerza, pero con la sedosidad de la fruta. Fue una atinada y precisa. Particularmente me sorprendió el Reserva y el Gran Reserva, sobre todo este último pues escogieron a tiempo las barricas que tenían estas características para guiarlas a esta línea. 

Escribe: John Santa Cruz