Vivo en la capital y pocas veces al año regreso a la ciudad donde crecí. Hace poco viajé para dar un pésame y mientras bebía un café en la funeraria, esperando por el servicio religioso, estuve observando a los presentes. Reflexionaba sobre esta reunión de la familia y la comunidad por la pérdida de un ser querido, cómo manifestamos el dolor, y por supuesto, me percaté del código de vestimenta para estos tristes encuentros: el luto.

En las ciudades grandes, dar las condolencias a aquellos que no son la familia directamente afectada, se presenta en medio de una agenda complicada por el trabajo y ahora bajo la presión de cumplir un protocolo sanitario. El otro protocolo, el del vestuario, queda en un segundo plano, enfocándonos en por lo menos, no llegar a la funeraria con accesorios, maquillaje y piezas de vestir de colores escandalosos. Incluso entre los más jóvenes se puede observar el uso de jeans oscuros con camisas blancas o negras.  Sin embargo, en ciudades pequeñas, el código de vestimenta tiende a ser más riguroso:  funeraria, entierro y servicios religiosos de los primeros días, el negro y blanco es definitivamente considerado lo correcto.

Llama la atención que la necesidad de encontrar todas las piezas requeridas para estos eventos funerarios bajo un mismo techo contribuyese al boom económico de las grandes tiendas de mediados del siglo XIX. Nuevamente, la gran influencer de ese siglo, la Reina Victoria de Inglaterra, luego de la muerte de su amado esposo, fue llamada la Viuda Eterna pues hizo del color negro, el color del luto perpetuo. No obstante, esta rigidez, aunque se llevaba, no era popular.

Fueron otras dos reinas las que violaron el protocolo, aunque algunos dirían que lo actualizaron: Alexandra que, para llevar el luto por el fallecimiento de la Eterna Viuda, optó por una vez pasado el período del negro total de 367 días, (no, no es un error, 367 días) agregó colores como lila, amarillo y azul pálido, blanco, grises, flores pequeñas e incluso accesorios dorados.  Luego, en 1938, la Reina Madre de Isabel II, para el funeral de su progenitora, eligió el llamado luto blanco, pues lució ese color de pies a cabeza.  

A partir de aquí, otros colores se han agregado. Siempre en el tono más oscuro, podemos ver, azul marino, color vino y verde. Aclaro que el uso del luto blanco por parte de la Reina Madre no tenía nada de original, pues hasta el siglo XV, el uso del blanco se usaba en todas las cortes europeas incluyendo la española y es de la Madre Patria que heredamos en América Latina nuestros rituales funerarios. De hecho, el negro lo usamos por las pompas funerarias del Príncipe de Asturias en 1497, sus padres, los Reyes Católicos, lo incluyeron en el protocolo.

¿Pero, por qué el negro? Realmente la razón no está muy clara, algunos estudios antropológicos indican, que el uso de este color se origina por el miedo ancestral de los vivos a ser poseídos por los espíritus de los muertos. En los ritos funerarios, los hombres primitivos solían pintar sus cuerpos de negro para impedir, al quedar camuflados, que el alma del fallecido encontrara un nuevo cuerpo donde asentarse.

Eventualmente, con la aparición del textil, el color estaba limitado al tintado disponible, pero para fines de luto, siempre se recurría a oscurecer el color. Tal cual se esta haciendo ahora. Ya no es solo blanco y negro. Otro ciclo de la rueda de la moda que se completa.

Escribe: Katia Rios Millares