Pedro Cateriano no obtuvo la “luz verde” que le concedía Nadine Heredia en el gobierno nacionalista de Ollanta Humala para hacer y deshacer. Sus íntimos amigos dicen que los actuales congresistas lo chatajearon y señalan que el cambio del ministro de educación sería catastrófico para el Perú. Los fanáticos defensores de Cateriano parecen no entender que el sistema político del país le otorga a nuestro Parlamento una importante misión: evitar que el que ostente el cargo de presidente de la República haga lo que le da la gana sin rendir cuenta de sus actos.
El modelo peruano tiene un sistema de pesos y contrapesos que hacen del Congreso una institución clave que uno debe saber entender y respetar. Los votos del FREPAP, Unión por el Perú, Alianza para el Progreso y Acción Popular demostraron que el Congreso sirve -entre otras cosas- para ponerle límites al presidente de la República. Los congresistas tienen que legislar, fiscalizar y representar al pueblo. Vizcarra, se olvidó de las mayorías y parece haber estado gobernando para ciertos grupos mercantilistas y Cateriano, fue el mejor representante de una clase política que la mayoría del pueblo detesta.
Gobernar de espaldas al pueblo y con extrema soberbia trae consecuencias. El principal responsable de esta crisis tiene un nombre y apellido: Martín Vizcarra. Apena que con los inmensos problemas que debemos resolver como sociedad Vizcarra haya optado por una fórmula conflictiva con un político desgastado que representaba más de lo mismo. La pataleta de los caviares adulones de Cateriano ha puesto en evidencia lo que realmente ocurre: están desesperados porque el poder político que creían que ya era suyo se les va de las manos. El injusto sistema de privilegios al que están acostumbrados puede llegar a su fin.
Muchos de los que viven de la mamadera del Estado -y operan en total impunidad protegidos por una multimedia dominante- están muy preocupados por la posibilidad de empezar a perder sus privilegios. Los encargados de las encuestas a medida, los beneficiarios de contratos millonarios con el Estado y los dueños de los medios más adulones del gobernante de turno (que tienen inmensa publicidad gubernamental) ven con mucha preocupación que los congresistas le hayan puesto un pare a Vizcarra y a sus majaderías.
El gobierno de Vizcarra se parece mucho al de Kuczynski: es uno de lobistas. Los grupos de poder más beneficiados con las medidas dictadas por el gobierno creen que pueden seguir sosteniendo un sistema político y económico que los protege pero que se ha olvidado de las grandes mayorías. Creen que es posible mantener el statu quo en un país que no aguanta más. Se han olvidado de que la calle manda y que la gente está harta. Se han olvidado de que el pueblo puede ponerle un límite al abuso, a la falta de empatía y a la prepotencia de un gobernante cada vez más frívolo.
Lo cierto es que en una genuina democracia la mayoría se termina haciéndose escuchar, tarde o temprano. En las calles y en Internet se puede tomar la temperatura de lo que piensa y siente la gente. Las redes sociales y los medios digitales han adquirido cada vez más credibilidad mientras que los viejos medios cada vez se alejan más de la gente. Eso ocurre porque se evidencia su falta de independencia y porque la verdad prevalece, aunque se le pretenda ocultar. Basta con dar una vuelta por cualquier ciudad de nuestro país para darse cuenta de que la gente se siente abandonada y engañada por el gobierno.
La gente que está pasando de la pobreza a la miseria y las personas que se está endeudando con tasas de interés usureras están creando una verdadera bomba de tiempo social que en algún momento va a estallar. No es sostenible ni viable un país en el que las mayorías se ven cada vez más empobrecidas y abandonadas. Vizcarra no parece estar dispuesto a hacer mucho al respecto. No tiene el liderazgo suficiente para realizar los grandes cambios que el país necesita. En economía, en salud y en educación se requieren cambios reales y profundos hoy, no parches.
La situación de emergencia permitiría realizar cambios radicales. Sin embargo, eso parece no importarle a Vizcarra, quizá no sepa qué hacer o tal vez se sienta verdaderamente incapaz de hacer algo. Cuando eso ocurre, lo correcto es renunciar. Si una persona no se siente capaz de asumir el liderazgo y llevar adelante los cambios que hacen falta en un momento como este, no debería quedarse. Una transición llevada a cabo por el presidente del Congreso podría ser bastante mejor que una conducida por una persona sin la capacidad de gobernar con sabiduría, honestidad y eficiencia.
La situación de nuestro país es realmente dramática. El manejo de la pandemia es de los peores del mundo y la economía de las mayorías se deteriora cada día. Así como PPK renunció, no debería descartarse la posibilidad de que Vizcarra también lo haga. Si es incapaz de conformar un gabinete de ancha base y con gente competente y de primer nivel, Martín Vizcarra debería renunciar y dejar de hacerle daño al Perú.
LUIS ALFONSO MOREY
Luis Alfonso Morey Estremadoyro (Lima, 1974) es abogado por la Universidad de Lima y Máster en Gestión de Empresas de Comunicación por la Universidad de Navarra. Estudió en The Academy for American and International Law (Dallas) y realizó en Executive Program on Corporate Management en AOTS (Tokio).
Se ha desempeñado como docente en la UPC y ha sido Director del Centro de Educación Ejecutiva de la Universidad del Pacífico.
Es abogado asociado al Estudio Flores-Aráoz Abogados y miembro del Consejo Consultivo de la Carrera de Comunicaciones de la USIL. Ha sido director de distintos medios de comunicación y es propietario y Director General de Digital TV Perú.