Daniel Olivo, estilista brasilero, llegó hace seis años al país con una sola meta: hacer que se valore el trabajo de sus colegas. Hoy es uno de los artistas de la belleza más solicitados muchas famosas pugnan por atenderse con él. Hasta el momento, una de ellas logró conquistar su corazón que palpita al son del huayno y la samba.
Al verlo, su 1.88 de estatura y mirada penetrante, te transmiten algo de temor, pero al recibir su cálido saludo, esa impresión se esfuma en un abrir y cerrar de ojos. «Hola. Muchas gracias por venir», es la amigable frase con la que nos da la bienvenida uno de los estilistas que marcan la hora en la capital.

Recuerda que, al arribar al Perú hace seis años, fue complicado hacerle cambiar el chip al estilista peruano. Asegura que el trabajo de ellos no era valorado ni por los jefes ni por los usuarios. Es por ello que Daniel Olivo decidió compartir sus enseñanzas con sus colegas locales.
«En Brasil, el estilista es muy bien visto, valorado y querido. Quise trasladar todo eso para que los peruanos se sientan artistas, porque somos unos verdaderos artistas, capaces de sacarle una sonrisa a cualquier persona», relata mientras realiza un degradado a una de sus clientas.
Sus inicios no fueron fáciles. Nadie en su familia quería que esté entre tijeras y rubores, así que aprendió este oficio al ingresar como personal de limpieza a una peluquería de Sao Paulo, Brasil. Ahí en la cancha, comenzó a tener su primer contacto con la belleza profesional y ni siquiera bordeaba los 20 años.
El tiempo pasó. Se especializó, aprendió más y más hasta que Jacques Janine, una de las peluquerías más exclusivas del país carioca, puso sus ojos en él para enrolarlo en sus filas. El estilo francés de su forma de atender lo sedujo hasta prometerse que pondría un salón bajo el mismo concepto, donde el estilista y cliente serían piezas fundamentales.
Se considera un trotamundos que quedó impactado con nuestro país. Con mucho esfuerzo, logró inaugurar una primera peluquería con todo lo que se había imaginado. San Isidro, en Lima, fue el lugar indicado para mostrar su talento. Su meta es tener cuatro locales (ya tiene dos) y una escuela para estilistas.

Colocó muchos ruleros y gastó un sinfín de sombras, porque sabe cortar, peinar y maquillar son las acciones que debe saber un verdadero estilista; sin embargo, una mala experiencia lo obligó a dejar ese local al que había inaugurado con su propio nombre. Aun así, no fue impedimento para que guardara su talento en una maleta y regrese al país de Pelé. Con mucha decisión, tomó al toro por las astas y se volvió a armar de valor para seguir embelleciendo a las peruanas, algo que disfruta mucho en su fortín, al que denominó Circus.
«Por naturaleza, la peruana es coqueta, pero estuvo mucho tiempo reprimida. Hoy está rompiendo los esquemas y luciendo su belleza al mundo», afirma, al mismo momento en que responde un WhatsApp y, sin querer, suelta un suspiro.
En este Circus levantado en Miraflores no hay payasos, pero sí muchos magos que resaltan la belleza natural de todo aquel que lo visite. Un ambiente de familiaridad, alegría y complicidad al que también, en muchos casos, acuden diversos artistas de la escena local para entregarse a los expertos de la belleza.
En ese grupo de famosos hay una persona a la que agradece mucho. Se trata de Gisela Valcárcel, la animadora que un día lo llamó por teléfono para pedirle que la atienda. Desde ese momento, no dejó de acicalarla. «Gisela me enseñó a ser excelente», es la frase con la que define a la popular ‘Señito’, quien lo convocó como su estilista exclusivo para que la acicale durante las grabaciones de su nuevo programa de televisión y con quien puede pasar horas de horas conversando sobre la vida.
Escribe: Kenyi Coba. Fotos: Joaquín Cruzado