Llegar al restaurante «Quinua Q» fue toda una aventura. De camino a ver a Frederique y su equipo pasamos por los restos arqueológicos Wari, la Pampa de la Quinua y la ciudad misma. Una bella travesía para terminar degustando delicias en un pedazo de cielo ayacuchano.

Frederique Kallen es una carismática holandesa de 49 años que ha vivido durante más de una década en Ayacucho. Ella divide su tiempo entre la ciudad capital de Huamanga y el bello pueblo de Quinua. Antes de llegar a nuestro país, había visitado otros lugares del mundo, siempre realizando trabajos sociales para diversos tipos de organizaciones; pero se quedó en Perú porque su madre enfermó y se encargó de cuidarla hasta su fallecimiento.

En honor a ella, Frederique fundó «Mamá Alice», una organización no gubernamental que empezó a trabajar con alrededor de 500 niños y adolescentes conjuntamente con sus familias. Hasta el día de hoy, la ONG brinda apoyo en las tareas escolares de los chicos de diversas clases. Además, cuentan con el servicio de psicólogos, trabajadores sociales y enfermeras.

Paraesta bella señora, no bastaba con educar a estos chicos de la calle provenientes de familias disfuncionales. Quería cuidarlos y estar pendiente de ellos todo el tiempo. Es así que decide acoger a algunos en su propia casa, convirtiéndolos en sus «hijos» y conformando una rara familia de 30 (Frederique nunca quiso tener sus propios hijos) con nietos y nueras incluidas.

«Cada noche hacemos juegos, cocinan y me cuidan. La mayoría están bien, algunos ya no están o han muerto. Yo estoy muy orgullosa de ellos», comenta. Ese amor y cuidado que les dio a sus «chicos» se vio reflejado en la atención inmediata que recibió al enfermarse de covid hasta en cuatro oportunidades. «Me llevaron a una clínica en Lima, y estuvieron siempre apoyándome en mis recuperaciones. Es algo mutuo. Los cuidé muchos años y ahora les toca a ellos cuidarme»

agrega.

En su ONG, «Mama Alice», les enseñan a los jóvenes diversos oficios que les servirán para labrarse un buen futuro como carpintero (madera y metales); mozo, bartender y cocinero. Por esa razón, Fredy, como le dicen cariñosamente sus niños (ya no tan chicos), pensó que sería bueno abrir su propio restaurante al que le puso «Quinua Q» (la última ‘q’ es por la palabra querida: Querida Quinua).

«Quinua Q» abrió oficialmente sus puertas a fines del 2019 en Rasuhuilca, 05160 Quinua–Ayacucho, sin sospechar que poco tiempo después iba a empezar la pandemia que los llevó a cerrar casi un año y medio, el mismo tiempo que ya se encuentran atendiendo al público que llega hasta sus bellas y recónditas instalaciones.

Los jóvenes que ayuda Frederique en «Mama Alice» reciben sus clases y hacen prácticas en el mismo restaurante. Actualmente, un grupo ya está trabajando y dando todo de sí a los visitantes tanto nacionales como extranjeros que llegan a probar sus exquisiteces como el Chaufa de quinua con langostino y filete de trucha o el tradicional Puca picante con chicharrón que se han hecho muy conocidos por el boca a boca en las redes sociales. Puedes conocer más de ellos y su rica carta al (0051) 946393256; así como en la página web www.quinuaq.com

Frederique nos cuenta que «Quinua Q» nació para cumplir tres objetivos: (i) funcionar como un lugar para enseñar oficios, recibir clases y ofrecer trabajos; (ii) tener ingresos propios para donar a la ONG «Mama Alice», «porque queremos ser menos dependientes de lo que aportan los organismos internacionales que nos apoyan» (todavía depende de aportes del extranjero, principalmente de Holanda, país de donde proviene); (iii) hacer que la gente sea más consciente del cuidado del medio ambiente, ya que toda la construcción del restaurante es de materiales naturales que crecen alrededor. Además, un valor agregado del restaurante es que se puede disfrutar de las delicias de la tierra ayacuchana al aire libre.

En el camino, Frederique ha estado probando qué funciona o no para el deleite de su público. Por ejemplo, iniciaron con juegos de aventura, pero no tuvo pegada; así que los llevará a otra parte cerca de la ciudad y lo convertirán en un gran parque para niños. Lo que sí resultó son escenarios fijos donde poder tomarse una foto con vista a la inmensidad de las montañas de Ayacucho.

Llegar a «Quinua Q» es toda una aventura que vale la pena porque las emociones y sensaciones que se viven estando ahí son indescriptibles. «Los turistas vanrecomendados por su propio hotel y la pasan tan bien que muchas veces regresan», sostiene alegre Frederique Kallen, quien los espera con esa bella alma que decidió apostar por el Perú y su gente.

Escribe: Omar Amorós