M’Pentièrébougou (Mali) (dpa) – Minata conoció a su marido en la noche de bodas. Lo esperó muerta de miedo en el dormitorio hasta que él volvió de la mezquita. Tenía 12 años, todavía era una niña. Pero poco después ya estaba embarazada.
«No tenía otra opción», cuenta ahora, un año después. No es la única niña que corre esa suerte en Mali. «Me negué, pero mis padres me presionaron. Me dijeron: ‘O te casas o te repudiamos'».
«Pasé mucho miedo en la noche de bodas. No sabía lo que iba a ocurrir», cuenta Minata. Según la costumbre, ella no estuvo presente en la boda celebrada en la mezquita. Al imam le basta con que los padres den el consentimiento de la novia.
Unos 15 millones de chicas corren la misma suerte que Minata cada año en África y Asia. Según la agencia de la ONU para la Infancia (Unicef), en su región natal, Kolikoro, casi el 60 por ciento de las mujeres están casadas antes de cumplir los 18 años. Y una de cada seis antes de los 14.
La ONU tiene desplegada una misión de paz en Mali para estabilizar el país de África Occidental, acosado por el terrorismo yihadista. Pero los expertos advierten que no se conseguirá una paz duradera si no se lucha contra la pobreza, uno de los principales desencadenantes del conflicto. A ello contribuye la elevada tasa de natalidad, impulsada también por los matrimonios infantiles.
Según los pronósticos de la ONU, hasta 2050 la población de Mali se duplicará hasta los más de 40 millones de personas, y el Gobierno está ya sobrepasado. Los países con mayores tasas de matrimonios infantiles son también los que tienen una mayor natalidad: en Níger las mujeres tienen una media de 7,3 hijos y en Chad, Somalia y Mali la media es de seis, según el Banco Mundial.
Los matrimonios forzosos de niñas alimentan un círculo vicioso que contribuye a que la pobreza se perpetúe en la siguiente generación. Cuanto más jóvenes se casan las chicas, menos educación tienen. Sin educación, las jóvenes no pueden contribuir mucho al sustento familiar, tienen más hijos y a menudo menos sanos. «Las chicas tienen que ocuparse de muchos hijos aunque ellas mismas son muy jóvenes», apunta Unicef.
La pobreza y la tradición son los que empujan a los padres a dar a sus hijas en matrimonio tan jóvenes. Una vez casada, es una boca menos que alimentar y los suegros pagan una dote. No es una casualidad que los países con un mayor porcentaje de matrimonios infantiles estén también entre las 15 naciones más pobres del mundo, según la ONU.
La hija de Minata, Dioulaba, tiene dos meses y medio. «Haré todo lo posible para que mi hija no tenga que casarse antes de los 18 años», afirma en bambara, la lengua local. No le gusta acordarse del parto: perdió mucha sangre y estuvo a punto de morir. Según Unicef, cada año mueren al menos 70.000 niñas durante el embarazo o en el parto.
A menudo el cuerpo de las chicas no está todavía preparado, su pelvis es aún demasiado estrecha, lo que puede provocar graves complicaciones. El matrimonio infantil puede ser una «sentencia de muerte», advierte Unicef. Además los recién nacidos suelen ser muy débiles. La probabilidad de que mueran en el primer año de vida es un 60 por ciento mayor en el caso de los hijos de niñas menores de edad.
En M’Pentièrébougou, el pueblo de Minata, vive también Bintou. «Tengo miedo a quedarme embarazada», cuenta la delicada chica de 13 años. Esta casada desde hace un año y conoce los riesgos tras haber asistido a una charla de una ONG. Su marido tiene unos 40 años, trabaja en España y vuelve a casa sólo dos veces al año.
En realidad la ley está de parte de Bintou, pues la edad mínima para contraer matrimonio en Mali es de 16 años. Pero en los pueblos eso suele quedarse en papel mojado. Además la mayor parte de los matrimonios no se hacen ante las autoridades civiles sino en las mezquitas, y el imam de turno no suele tener problema con la edad de la novia.
La situación sólo mejora muy lentamente. En la región de África Central y Occidental, en la que viven más de 500 millones de personas, el porcentaje de matrimonios infantiles sólo se redujo del 50 al 39 por ciento desde 1990. Si no hay un cambio drástico, según Unicef podrían pasar 100 años hasta que ninguna niña se vea obligada a casarse.