El arribo de las uvas a Latinoamérica se remonta a la conquista española. Hace 500 años, la uva Listán Prieto llegó a nuestros suelos, cruzándose con variedades como la moscatel de Alejandría para dar origen a un amplio abanico de variedades. Ahora estas reciben un estudio constante por sus grandes aptitudes enológicas.

Las uvas criollas no solo reciben el interés de diferentes latitudes internacionales de investigación vinícola como España y Francia. Sino que también despiertan la curiosidad de enólogos y aficionados en su búsqueda por la diversidad y experiencia que ofrecen. Desde la desarrollada Torrontés en Argentina, pasando por la País en Chile, hasta la pisquera Quebranta en el Perú, las criollas vuelven a vivir un dorado amanecer en la industria.

Además del origen, estas variedades comparten otras características. Debido a su desarrollo histórico se encuentran en gran cantidad de superficie plantada. Actualmente se estima que la plantación de criollas ocupa aproximadamente un 30% de la superficie vinícola de Argentina. Muchas de sus variedades conocidas no han sido identificadas y reciben una gran diversidad de nombres en el argot vinícola.

Durante décadas, las criollas fueron las favoritas por ser resistentes y ofrecer grandes rindes. A lo largo de los años, la búsqueda de viñedos antiguos que preserven su calidad en las plantaciones, las prácticas agronómicas para potenciar su excelencia, y la elaboración de versiones más elegantes y complejas, se ha vuelto un desafío pero también un orgullo para los estudiosos. De esta manera ha sido revalorizada, contribuyendo al aumento de la oferta varietal. Allí es donde aficionados y nuevos paladares se atreven a estas nuevas experiencias. Ellos son los que finalmente ponen en boca de todos su polémica.

Este universo continúa descubriéndose. Según una investigación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria en Argentina, hasta el momento se conocen más de 28 nuevas variedades. Curiosamente, la uva criolla tiene un elevado nivel de productividad, generando hasta cinco o seis veces más racimos por planta que otras cepas como el Malbec o Chardonnay. Por ello, el seguimiento y cuidado en la elaboración son fundamentales para lograr productos de calidad, que se caractericen por ser frescos, ligeros, sabrosos, que sean fáciles de beber tanto en blancos como tintos.

Un claro ejemplo de esta característica es la Cadus Signature Series Criolla Chica 2019. Un vino criollo que según Santiago Mayorga, enólogo de Cadus Wine, “revaloriza el patrimonio histórico, muestra la diversidad de cepas argentinas”. Quien además cuenta, que hace poco tuvieron la suerte de encontrar un antiguo viñedo con el equilibrio para elaborar un vino auténtico. Aromas frescos, sutiles, de acidez crocante y textura de boca fueron encontrados en ese momento tan excepcional. Esta edición única es fruto de la inspiración de Mayorga, pues para él “la innovación no está necesariamente en lo novedoso, sino también en el rescate del añejo de las cosas”

Originariamente, la cepa fue cultivada a mil metros de altitud en un suelo arenoso de alta calidad. Para luego, ser vinificada en tanques de acero inoxidable de 5 a 8% de escobajo, y añejada sobre sus borras en huevo de concreto durante 10 meses. Dando como resultado un vino rojizo tipo cereza con tintes violáceos. En nariz cual frutado fresco, con aromas a cerezas o guindas, con notas especiadas como hierbas campestres, y algo mineral como grafito que recuerda su añejamiento en concreto. En boca jugoso, con textura, de mucha amabilidad y largo de boca. En el tiempo, este ejemplar de Cadus ha obtenido importantes reconocimientos de críticos como Robert Parker, Vinous, y Tim Atkin, quien le otorgó 93 a su añada 2019. Cadus Wines está representada en Perú por: https://kahanlicores.pe/

Escribe: Diego Migliaro @miladovcom