La amenaza del Covid-19 al mundo contemporáneo llegó de forma abrupta, principalmente logrando confrontar a la especie con su extrema vulnerabilidad. A propósito del concepto “vulnerabilidad”, creo que fuimos empujados o lanzados al vacío que constituye tal concepto; el objetivo de esta confrontación humano-naturaleza fue un necesario abordaje o aproximación que responde a una necesidad o deber de sumergirnos a lo que era -y es- desconocido, ese no-saber y no-conocer que nos empujó al precipicio, pero que era estrictamente necesario conocer.
Los avances científicos y tecnológicos que el mundo globalizado ha producido, sumado a las consecuencias inminentes que el neoliberal-capitalista trae consigo, han instaurado ciertas lógicas dominantes donde la producción y consumo sin límites eran parte de la “normalidad”, en caso no poder tener acceso a ese goce ilimitado, se vivía con la ilusión de en algún momento conseguir un “estatus” diferente. A partir de esa sobreproducción y acumulación de objetos, servicios y bienes, el modelo y características de la época entregaban una ilusión potente al ser humano: el hombre se sentía con una suerte de omnipotencia o sentimiento de dominación total. La ilusión de control es característica de los sujetos del modelo, colisionando su subjetividad con la colonización y engaños de la época.
En esas condiciones, parece que el único elemento capaz de reconfigurar una nueva matriz era un virus como el Covid-19, que trastocó cada esfera, eslabón y elemento. Uno de sus aparentes potenciales fue su carácter sorpresivo, sin previo aviso, y aún cuando en la historia de la humanidad las pestes y virus han tenido lugares importantes, en pleno siglo XXI este enemigo invisible per ágil dejó de un día para otro al mundo confinado y desplegó una transformación radical a la dirección de la sociedad que conocíamos y el que esperábamos para el futuro.
La fantasía de un mundo post Covid-19 es habitual. Tan pronto como la pandemia avanzaba demostrando el caos que era capaz de generar, se hablaba de una forma casi defensiva del retorno a una normalidad pre-pandemia, en una postura antagónica se afirmó que sería necesaria la construcción de una nueva normalidad, y, así, diversas posturas de lo que deviene y este angustiante porvenir que se avecina con la llegada del virus. Toda noción de “crisis” que hasta el momento se ha articulado no logra captar la totalidad de la complejidad de la crisis que estamos viviendo. Por ello, esta postura se vuelve necesaria de considerar y sobre todo de re-definir.
Las características, sociales, políticas, sanitarias y económicas de nuestra época entregan una nueva perspectiva a lo que sería una crisis en nuestros tiempos en cualquiera esfera: estamos deambulando entre tiempos que parecen ser una crisis constante y múltiples explosiones de caos, en medio de las cuales no se logran identificar de forma separada las diversas crisis que podrían estar colisionando, apareciendo o perpetuándose. Hay, al parecer, una crisis general donde toda crisis que no se consideró y cada dilema de las sociedades que permanecía desde temprana data en los diferentes rincones del mundo parece aflorar siendo esta una cruel primavera de crisis.
La economía ha tomado un rol importante siendo el foco de los diversos gobiernos; en sentido contrario, la salud mental de las personas ha quedado en un olvido recurrente. Si hasta antes de la pandemia se podía afirmar que los retos en este terreno eran muchos más que los avances y aportes, ahora, cuando la cotidianeidad de las personas ha sido totalmente transformada, y, cuando parece urgente retomar la salud mental y psíquica de los individuos, las prioridades siguen siendo otras.
Si el objetivo es la supervivencia y para ello tenemos que construir o llegar al mundo “post-covid”, ¿es posible pensar en este escenario sin considerar todas las consecuencias e impactos que las medidas preventivas de la pandemia han generado en los sujetos? En una dirección contraria, si el virus no logra ser eliminado de nuestro mundo y solo pasamos a lo que sería un “mundo viralizado” donde nos veamos obligados a vivir con la presencia invisible del virus en nuestra cotidianeidad ¿Cómo poder abordar el dilema de la salud mental en un escenario traumático por esencia? ¿Se considerarán las consecuencias psicológicas que la pandemia trae a las personas para articular ese nuevo mundo viralizado o post-covid?
Angustia, depresión, ansiedad, melancolía, además del miedo que la pandemia trajo, son los sentimientos y estados afectivos por los cuales una amplia variedad de personas ha prevalecido, no son solo los afectos que el virus despierta, son los sentimientos, emociones y estados que los sujetos de nuestra época han sufrido desde hace décadas. Si el escenario mental en tiempos pre-pandemía era complejo, con la llegada del Covid-19 y el aislamiento hay una clara predisposición diferente de los elementos que componen el terreno de la salud mental.
Hay que recordar que el ser humano NO es solo cuerpo, aunque obvio, hoy se vuelve urgente. Y, claro, por supuesto que el virus trae efectos multiorgánicos que son dignos de atención y respuestas rápidas, no estoy planteando dejar un foco para cambiar a otro, sino, encontrar el equilibrio entre los efectos físicos y posológicos. Por ejemplo, a modo de conclusión de esta breve reflexión, dejo al lector una pequeña pregunta, ¿qué pasa y que pasará con todos aquellos a los cuales el virus no los ha afectado físicamente, pero sí han sufrido y sentido los impactos psicológicos de la pandemia?
Nicol A. Barria-Asenjo
Escritora y ensayista chilena, autora de los libros “Construcción de una nueva normalidad: Notas sobre un chile pandémico” y “Pandemia con Karl Marx y Antonio Gramsci: Retorno al pasado para analizar el porvenir” próximos a salir publicados este 2021 en España y Argentina.