Mi pequeña sobrina de un año tiene varios vestidos «nido de abeja».  Confieso que me gustan tanto que quisiera tenerlos, pero en versiones más grandes para mí. Este tipo de vestimenta aparece como tendencia para esta primavera-verano, aún con cierta nostalgia por todo lo que nos recuerda, tal vez a mejores tiempos.

No olvidemos que, en diciembre pasado, la portada de Vogue tuvo como protagonista a Harry Styles, que apareció en todo su esplendor luciendo un vestido de pechera bordada con el famoso «nido de abejas». Lo cierto es que, este tipo de tejidos frunces, los panalitos o el punto smock, están de vuelta.

Harry Styles

Como siempre, la historia pone muchas cosas en contexto. El hecho de que Mr. Style lo lleve en su atuendo no es del todo descabellado, pues originalmente este diseño se aplicaba a batas o camisas cuadradas de hombres que trabajaban en los campos ingleses.

Esta técnica de plisar la tela de manera regular y luego bordarla, se utilizaba para evitar usar un patrón de papel y limitar el desperdicio de tela. Era una forma eficiente de reducir su ancho y mantener cierta elasticidad. La tela que sobraba en las muñecas, escote y pecho, fue meticulosamente plisada y contenida a base de bordados geométricos o lineales. Incluso, se colocaba una que otra florecita de punto en intervalos.

Por ello, se puede decir que era una prenda con muchas frunces, flexible, pero que también ofrecía protección contra el clima. Otros autores ubican a los antepasados de esta pieza en los camisones, que funcionaban como ropa íntima o de dormir para ambos sexos.

Al comenzar la revolución industrial, empezamos a producir todo en serie, incluyendo la ropa.  Esta pieza, por su costo y valor artesanal, pasó a ser de clase trabajadora a clase hedonista, incluyendo a vástagos y herederos.  Esto último se dio gracias a una ilustración, contenida en un libro de cuentos infantiles de la época victoriana, de una niña con un vestidito fruncido con nido de abejas.

Con el fin de la Primera Guerra Mundial, su puesta en regiones agrícolas fue anulada, y quedaron remanentes de su uso adulto –de nuevo- en camisones de dormir y vestidos para trabajar en casa. Para la década de 1920, estos vestidos de bata se convirtieron en ropa infantil, icónica y chic de los niños de la alta sociedad.  El diseño era simple e inolvidable: cuello Peter Pan, mangas abullonadas y lazada en la espalda. Casi tres siglos después, el modelo ha cambiado poco o casi nada.

En los años sesenta, las piezas volvieron a sus orígenes. Retornaron con la clase trabajadora y los jóvenes baby boomers que, con el peace and love exclamado a los cuatro vientos, usaban blusitas cortas nido de abeja, o babydolls de corpiños bordados.  Eran las piezas favoritas. Esa popularidad se mantuvo hasta bien entrados los ochentas, en los que mi niñez y adolescencia estuvo repleta de nidos de abejas de todos los tamaños y colores, pues mi mamá y abuela aprendieron a hacerlos.

Aunque en las siguientes décadas volvieron a ser detalles propios del vestuario infantil, en los últimos tiempos volvieron a lucirse entre los más adultos como parte de las tendencias retro. De ese modo, retrocedemos hacia elementos que asociamos con nuestra infancia, donde las preocupaciones eran otras. Y, aunque no lo crean, todos fuimos fashion victims de estas piezas. Para probarlo basta con buscar esas fotos con botines y medias cortas, piernas gorditas y un vestidito con bordados de nido de abeja en el pecho. Es más, hasta los chicos tenían sus camisitas que combinaban con shorts también. Pronto muchas mujeres, incluyéndome, estaremos luciendo los nidos de abeja con orgullo, y sonriendo con algo de nostalgia. 

Escribe: Katia Rios