El 26 de septiembre de 1960 se realizó el primer debate televisivo en Estados Unidos, protagonizado por Richard Nixon y John F. Kennedy. Se calcula que fue seguido por nada menos que 70 millones de personas. Dicha cifra supera con creces a la audiencia de medio siglo antes, pese a la suposición de que no todas las familias contaban con algún televisor en su hogar.

El masivo y revolucionario alcance le permitió convertirse en un hecho apoteósico en la historia de Estados Unidos. “El 26 de septiembre de 1960 la política cambió para siempre. Nada volvería a ser igual después de aquel primer debate entre Nixon y Kennedy”, escribía el director de MAS Consulting y experto en elecciones estadounidenses, Daniel Ureña, en 2008.

El histórico debate incluyó turnos de presentación, preguntas de un panel de periodistas y declaraciones finales. Su duración fue de una hora, en la que los candidatos se centraron en la política doméstica. Era la primera vez que los candidatos a la presidencia del país más poderoso del mundo adaptaban al lenguaje y los códigos de la televisión, beneficiándose Kennedy de ello.

“Confiad plenamente en vuestro productor de televisión, dejadle que os ponga maquillaje incluso si lo odiáis, que os diga como sentaros, cuales son vuestros mejores ángulos o qué hacer con vuestro cabello. A mí me desanima, detesto hacerlo, pero habiendo sido derrotado una vez por no hacerlo, nunca volví a cometer el mismo error”, afirmó Nixon, aceptando su derrota.

Expertos aseguran que aquel encuentro fue elemental para que el joven Kennedy gane la batalla, ya que su antagonista subestimó la situación y no supo alinearse a los parámetros que la televisión exige o recomienda. Por ejemplo, Nixon se presentó al debate con un traje gris que opacaba su figura, teniendo en cuenta que la televisión evidentemente era a blanco y negro.

Por otro lado, la prensa de aquel entonces recalcó un detalle que parece haber perjudicado aun más la figura de Nixon: el candidato no se maquilló antes de salir al aire. Por su parte, Kennedy asistió con un traje negro que resaltaba su presencia en la imagen televisiva y generaba un contraste favorable que, poco después, se sabría fue una de las principales razones de su victoria.

Definitivamente, el poder de la imagen constituye un aspecto determinante en la humanidad y un acontecimiento como el que se encuentra en cuestión lo evidencia. Según reportes de la época, las personas que siguieron el debate mediante la radio consideraban que Nixon había estado mucho mejor que Kennedy. No obstante, queda claro que en la política cada detalle cuenta.

Escribe: Renatto Luyo