He escuchado hasta el hastío despotricar contra los periodistas señalando que “deben ser objetivos”. No es cierto. La subjetividad en el periodismo y en toda actividad humana es totalmente natural y, además, inevitable. Desde el momento en el que se elige un titular, una bajada o el estilo moldeado en el cuerpo de texto ya tiene una cuota de subjetividad. La labor periodística se encarga de retratar un hecho y dotarlo de la mayor cantidad de visiones posibles. Por ello, las entrevistas terminan siendo un matiz importante.

La elección de fuentes en un reportaje es vital, pues se elige a un conjunto de voces especializadas en el tema. Voces que, desde luego, tienen una percepción particular y distinta. Por su parte, la línea editorial es la tendencia que sigue un medio. No es un pecado; sino una visión de la realidad. Cada quien, atendiendo a sus preferencias, se informa de los medios que estima convenientes. Todos te cuentan los hechos desde un enfoque distinto.

Recuerdo que en una entrevista que realicé al periodista Martín Riepl para esta revista lo esclareció con un ejemplo preciso: “Imagina que sucede un accidente automovilístico. Un medio de comunicación llega a cubrir lo ocurrido, recaba la información y luego de una hora llega un corresponsal de otro medio a la escena. Ambos tienen una versión de los hechos. Ninguno miente, sino que tienen distintas percepciones sobre un mismo suceso”.

A menudo escucho fieles partidarios de frases como: “Ese medio no dice la verdad”. Pero, ¿qué es la verdad? Desde mi punto de vista, en cuestiones periodísticas, no existe una verdad a carta cabal, sino interpretaciones. Y, a través de ellas, se pueden comprender las noticias.

El periodismo no sirve para agradar o para que nos aplaudan, existe para decir las cosas que están ocultas independientemente de si estas pueden llegar a ser incómodas. Hay quienes aseguran que los medios de comunicación conforman el cuarto poder; yo creo que es el primero. Los poderes del Estado gobiernan, pero quien informa todo lo que ocurre en el país es la prensa. Por ello, también la responsabilidad social que implica escribir en un diario o una revista.

Leo comentarios que desacreditan al gremio y es difícil no sentir amargor. Porque los que intentamos hacer periodismo, quienes estamos en esta trinchera de sobrevivientes, conocemos historias que nos conmueven y transforman todo el tiempo. Este es un oficio que nos brinda experiencias que difícilmente no podríamos vivir sin ser periodistas. Como señaló Diego Petersen: “Ser periodista es ver pasar la historia con boleto en primera fila”. Y es cierto. Tenemos el privilegio de estar en la primera línea, pero precisamente esa razón debe humanizarnos aun más.

La objetividad en el periodismo es una utopía, porque en cada noticia hay un enfoque. Es decir, una cuota subjetiva. En el caso de los periodistas líderes de opinión, su análisis tiene una repercusión en la sociedad. Sin embargo, incluso los que no tienen la posibilidad de escribir una columna en un diario son líderes en su pequeño círculo social. Absolutamente todos los juicios de valor que emitimos en un diálogo tienen una carga subjetiva. Desde la forma en la que nos referimos sobre cuestiones de materia política o económica. No se dejen engañar por los abanderados de la objetividad, que el infierno está plagado de buenas intenciones.

Escribe: Diego Samalvides

Columna publicada en la Revista Cocktail N°37